El debate sobre el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica se ha centrado en la supervivencia de nombres de calles que ensalzan a figuras de la dictadura franquista.

La estatua del dictador «cabalgó» por la plaza del Ayuntamiento hasta diciembre de 2008.

Es un asunto que sigue sin estar cerrado en Santander, donde nombres como el del militar General Dávila se impusieron a denominaciones tradicionales como El Alta.

Y así en toda una treintena de calles cuya retirada para cumplir la ley pide una recogida de firmas de La Vorágine.

Pero la continuidad de gestos que elogian y consagran aquella dictadura militar se extiende más allá de las placas o monumentos (como la estatua ecuestre de Santander que fue la última en retirarse de toda España).

Están los honores y distinciones que el dictador y miembros de su equipo acumularon durante su mandato en pueblos y ciudades por toda España.

FRANCO, ALCALDE HONORARIO

Por ejemplo, el dictador Francisco Franco sigue siendo alcalde de Santander a título honorario, tal y como aprobó el Pleno de la ciudad el 18 de septiembre de 1946.

Una distinción, por cierto, que ya no tiene en su propio pueblo: su Ferrol natal aprobó en noviembre de 2008 quitar a Franco esos honores, y el Ayuntamiento de Madrid se los quitó en 2009 (con un gobierno del Partido Popular).

Y no es la única: también se le entregó la Medalla de Oro de la Ciudad (el 4 de enero de 1952) y la Llave de Oro de la Ciudad (el 3 de julio de 1968, en la recta final del régimen).

Tampoco es el único gobernante de la dictadura con distinciones de la ciudad: están los ministros franquistas Alfonso Peña (Hijo adoptivo, 1940, con la correspondiente rotulación posterior del Pasaje de Peña), Blas Pérez González (Medalla de Oro, 1945), el teniente general Camilo Alonso Vega (Medalla de Oro, 1959, con su calle) y el general Jorge Vigón Suero-Díaz (Medalla de Oro, 1964).

INCUMPLIMIENTO DE LA LEY

Es algo de lo que alerta el periodista y escritor José Ramón Saiz Viadero, uno de los mayores expertos en la historia de Santander, en un escrito que ha dirigido a todos los grupos políticos de la Corporación, al que ha tenido acceso EL FARADIO.

Y que también supone un incumplimiento de la Ley Memoria Histórica, aprobada por el Gobierno central en la época de Zapatero y que no ha sido derogada por el Ejecutivo de Mariano Rajoy.

En concreto, el artículo 15.1 de la Ley de Memoria Histórica dice que: “Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.

“INCOMPATIBLE CON LA DIGNIDAD MUNICIPAL”

Para Saiz Viadero, el hecho de que se mantengan estos honores es algo que resulta “completamente incompatible con la dignidad municipal”, ya que estas distinciones sólo perseguían “enaltecer” a Franco en vida.

Saiz Viadero confía en su escrito en que la reciente entrada en las instituciones locales de nuevos partidos “abre la posibilidad de que aquello que los partidos tradicionales no han sido capaces de llevar a cabo se pueda realizar ahora por la voluntad de los nuevos representantes políticos”.

Y advierte de que estas propuestas “pueden quedar una vez más en el olvido, o en una aplicación con cuentagotas si no se inculca a los demás grupos la necesidad obligatoria de su aprobación”.

EL CALLEJERO FRANQUISTA

El debate sobre el callejero franquista ha cobrado actualidad en los últimos tiempos con el cambio en la calle Carrero Blanco (en Gamazo), que pasó a denominarse Severiano Ballesteros.

El Pleno del Ayuntamiento aprobó recientemente una declaración a favor de la retirada de los símbolos, que tuvo como novedad el voto favorable del Partido Popular, que no obstante abogaba por una retirada gradual.

En San Vicente de la Barquera, por ejemplo, el asunto se resolvió sometiendo a votación ciudadana los nuevos nombres para las calles y plazas que llevaban el nombre del dictador o de José Antonio Primo de Rivera.

Frente al argumento recurrente de que “es parte de nuestra historia”, lo que se hizo en la villa barquereña fue dar a elegir entre nombres d la propia historia de San Vicente, como el fuero por el que se convirtió en villa, los soportales (la denominación que en la práctica usa todo el mundo) o la Folía, su fiesta más emblemática.