De pueblo a pueblo

Cantabria extiende con la llegada del Handala el mapa de la ternura al pueblo palestino, que en los últimos meses ha dibujado sus límites de Reinosa a Unquera, de Castro a Cabezón, de la iglesia a la universidad o la cultura
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El Handala, cuyo propio nombre nos habla de la infancia palestina –la mitad de la población, expuesta a la muerte, enfermedades y desnutrición-, llegaba este sábado por la noche a Santander, su primera parada en España dentro de un recorrido que llevará a la Flotilla de la Libertad hacia Gaza, recabando apoyos en cada puerto en que se detenga.

Lo han esperado con muestras de cariño, con música tradicional, con la música comprometida de Dos Gardenies. De infancia a infancia, les hicieron un guiño los raqueros del muelle, aquellos chavales cuyo nombre se quiso identificar con insulto y en realidad trascendieron tópicos.

Cambiaron un poco las cosas a su paso: la Bahía que las anteriores veces que miró a otras partes del mundo en conflicto –cuando la manchaban los barcos saudíes de Bahri-, para contribuir, ahora seguía mirando a un territorio que se desangra, pero esta vez para intentar mandar un mensaje de denuncia y aliento. Es todo un mundo.

A su paso, hasta cambió el Centro Botín, el contenedor cultural levantado desde la Fundación Botín, del Banco Santander, el mismo cuya complicidad en la financiación de la compra de armas a Israel denunciaron –ante la oficina universitaria- los estudiantes acampados de la UC.

‘Durmió’ en el Barrio Pesquero donde hace poco más de un año sus vecinos volvían a llorar a vecinos y marineros, del barrio de siempre o de la mar de siempre, sobre un barco las fronteras no se ven.

En el Handala, que ha tenido mala mar estos días porque el Cantábrico no es fácil, van embarcando distintos activistas. En Cantabria, se subirá hasta Galicia Sergio Tamayo, de la organización internacionalista Interpueblos y responsable de Movimientos Sociales de Izquierda Unida en la comunidad; y hasta el final, hasta donde puedan llegar, la enfermera Ángeles Cabria, quien en su día ya estuvo en campos de refugiados en Grecia, y a la que le daba el testigo otra enfermera cántabra que estuvo en su día a bordo, Lucía Mazarrasa, que llegó a ser deportada por Israel.

No sólo nos ha servido de desagravio a la estampa de los explosivos en nuestra Bahía, ha completado, entre distintos actos como la manifestación del domingo o la fiesta reivindicativa en el Bolero con los Cámbaros, el mapa del cariño con Gaza, pueblo a pueblo que desde hace tiempo vienen trazando asociaciones, colectivos o vecinos a título particular.

Una bitácora cuyo rastro oteamos –tal vez fuera antes- en Torrelavega, con el evento organizado por la asociación cultural Octubre; que nos ha llevado al multitudinario festival solidario en Cabezón –donde comenzaron con las vigilias-, y ha seguido con el encierro en la parroquia San Pío X en El Alta, en Santander; con la acampada en el Inter impulsada desde el Frente de Estudiantes; con las actividades de las asambleas feministas del oriente en Colindres; pasando por Unquera o agentes culturales como el Centro Cultural Eureka o espacio Fluent, sin olvidar las acciones que ha desarrollado la representación en Cantabria de UNRWA, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, en colaboración con asociaciones como la feminista de Reinosa Arquia, entre otras.

Hasta las marchas con las que la comunidad de apoyo al pueblo saharaui, que en Cantabria es mucha, con las que preparan el terreno para la llegada de la infancia de los campamentos para sus Vacaciones en Paz, han abierto su mensaje como quien, en la mejor tradición de las familias humildes en pueblos y barrios, hace hueco en la mesa a un plato más aunque no hubiera mucho en la nevera.

Es, claro, una geografía distinta de la que se vive allí, un mapa que va, lo dicen los lemas de las manifestaciones, lo gritan las camisetas, desde el río hasta el mar. Y que, Gaza, Cisjordania, Raffah, empieza a ser un mapa de huida, como los que dibujaba ‘El cartógrafo’ cuando Juan Mayorga y Blanca Portilla nos enseñaron que los mapas no dejan de reflejar una visión del mundo y encierran una ideología: fronteras, de arriba a abajo, la mirada del que dibuja, que suele ser el que gana, aquel al que ha pagado el rey o el militar para que deje claro cómo es su mundo.

Cuando el Handala zarpe, el martes –previamente, el lunes habrá una mesa redonda con parte de su tripulación, a las 19.00 horas en el Santa Clara; y algunos de ellos podréis oírles el lunes a las 8.00 en EL FARADIO-, se irá poniendo una pica en el apoyo del pueblo frente al genocidio en pleno 2024 y prácticamente en streaming. Por una vez, los mapas no los trazan los de siempre.

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