El arquitecto del golpe pierde la batalla del callejero
Fue quien diseñó los detalles de lo que iba a ser un rápido golpe de Estado contra la República y acabó convirtiéndose en una cruenta guerra de tres años de duración.
Más aún: fue quien diseñó las conocidas como «instrucciones secretas», con consejos (sic) como el que sigue: «se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas»
Quizás por esa autoría intelectual fue uno de los imputados por Baltasar Garzón cuando abrió causa contra el franquismo por crímenes contra la humanidad.
Emilio Mola (Cuba, 1897- Burgos, 1937) no llegó a ver en qué derivaron sus planes. Murió en un accidente aéreo, y no pudo presenciar como Franco, rival en la carrera por el liderazgo de los ‘sublevados’, le ganó de calle: el dictador se quedó con el título de Generalísimo, y Mola se quedaría, para siempre, con un simple ‘General’. Y para que quedara constancia de que era eso, un General, así se le apuntaló en placas con nombres por toda la geografía española de los vencedores.
En Santander así fue hasta esta semana, en que su calle ha pasado a llamarse como Atáulfo Argenta, el compositor cántabro. Sin pirsa, y sin formar parte de un plan ordenado. El nombre de una calle que desemboca en la Plaza Porticada parece más apropiado para el músico que interpretó en ella un concierto de los que aún se recuerdan.
UNA TREINTENA DE CALLES
La Ley de la Memoria Histórica establecía la retirada de aquellas placas o estatuas que ensalzaran ese tipo de figuras. En la capital, el caso más claro era la estatua ecuestre de Franco que presidía la Plaza del Ayuntamiento, cuya instalación supervisó él mismo.
También quedan símbolos: el último lo redescubrimos cuando una desafortunada foto puso en el mismo objetivo al presidente Ignacio Diego y al alcalde de Santander, Íñigo de la Serna, bajo la mirada de la vidriera del escudo del áquila que se alza sobre el techo del edificio del Banco de España.
Pero aún quedan por retirar una treintena de placas con nombres alusivos a un bando de la Guerra. En ocasiones es a caídos de un bando, más que a figuras militares, dentro del intento del Régimen por tener mártires de cuya figura apropiarse.
En otros casos pasan desapercibidos, En Santander hay nombres propios que parecen de lugares geográficos, y que esconden o escenarios de batallas simbólicos o nombres de buques de guerra.
Suma y sigue hasta la treintena, recopilada hace años en un Google Maps por dos bloqueros cántabros, que todavía mantiene vigencia. Visto sobre el mapa, se aprecia mejor su cantidad, y los autores lo acompañaron de pequeñas descripciones de por qué cada calle llevaba ese nombre del que ya se ha caído el General Mola.