Mi Galleta empezó como cualquier negocio: con una idea muy definida que acabó evolucionando ante la demanda de los clientes.

Y de los talleres en la tienda para aprender a decorar galletas, personalizar tartas y hacer repostería creativa se ha pasado a vender las herramientas (y cuando decimos herramientas nos referimos a cosas como purpurina de colores comestible) para que las familias hagan ese trabajo ya en su casa, o galletas con los logos de las empresas para regalos, cenas y cestas.

El siguiente paso va más allá: crear una escuela de repostería, y dotar a los interesados de habilidades para hacer postres diferentes, pero sobre todo rápidos, de esos que puedes preparar rápidamente en un fin de semana para una comida o sorprender a una visita.

Otro de los planes inminentes de Mi Galleta, que está en la calle Perines, número 35, es talleres conjuntos de repostería para padres e hijos, para que los más pequeños puedan aprender que la comida, las tartas, etc… llevan un proceso de elaboración, un trabajo, en definitiva, «que la comida no sale de un paquete», como explicaba en Buenos Días Cantabria Lidia Martón.

A la responsable de Mi Galleta, la afición por la repostería no le vino de serie. Aunque en su casa curioseaba si andaba el horno encendido para hacer una tarta.

Pero lo cierto es que en su casa no eran «muy de tartas» y la afición real le vino por la pantalla, al admirar en películas y series de televisión esas «tartas tan bonitas», tan blancas y perfectas.

A partir de ahí, empezó a hacer cursos específicos en Madrid, y llegó a ese punto de inflexión en el que se dijo: «vamos a hacerlo, ¿por qué no?». La respuesta a esa pregunta le llevó a montar Mi Galleta, una tienda en evolución, a la que se van añadiendo objetivos y detalles, igual que las galletas que decoran y que en origen eran, eso, simplemente una galleta.