El premio de la XII Bienal de Arquitectura y Urbanismo por la confección del Plan de Ordenación del Litoral de Galicia le ha llegado a Miriam García García en un momento extraño.

Miriam García García, exdirectora general de Urbanismo

Porque sí por un lado este certamen profesional ha reconocido sus méritos, en un reconocimiento que se suma a la mención en el informe ‘Destrucción a toda costa’ de Greenpeace de los avances en la conservación en Cantabria y en la inclusión del POL gallego por la ONU en la lista de las 100 mejores prácticas ecológicas del mundo.

Pero por otro, el documento que en cierta forma sirvió de base a este texto, el Plan de Ordenación del Litoral de Cantabria, acaba de ser reformado por el nuevo Gobierno en un sentido muy distinto a aquel en el que lo concibió su madre, directora de Urbanismo de los gobiernos de PSOE y PRC.

La exdirectora general de Urbanismo rechaza el principal argumento que se ha ofrecido desde el PP para la reforma: la necesidad de igualar las normas en toda el territorio cántabro en lo relacionado con la construcción de viviendas unifamiliares en suelo rústico (hasta ahora, en el litoral, al contar con sus propias normas, no se podía, mientras que una reciente modificación de la Ley del Suelo lo autorizó en la Cantabria no costera).

«Tratar todo el territorio igual es incoherente», argumenta, remitiéndose a otras comunidades autónomas y normas urbanísticas que protegen más a la costa porque es «frágil y diferente». «El café para todos siempre es malo para alguien», defendía.

EL «PULSO DE PODER» EN EL ALTO DEL CUCO

En conversación con Buenos Días Cantabria, Miriam García recuerda esos años, y, sobre todo, lo que sucedió con la urbanización del Alto del Cuco, en Piélagos, aquella que supuso desmontar una montaña para poder levantarla, casi en tiempo real, en un proceso que los cántabros siguieron día a día, y que se ha saldado con sentencias judiciales al Ayuntamiento de Piélagos e indemnizaciones adelantadas por el Gobierno de Cantabria.

Foto: Arca

Ella recuerda como firmó un informe desfavorable al proyecto, que fue el que defendió luego el Gobierno de Cantabria frente a la tesis del Ayuntamiento de Piélagos. Y pese a que los tribunales dieron la razón al Ejecutivo, será este quien pague (quien adelante) el coste de las demoliciones de lo construido y la posterior restauración de la zona.

«El Alto del Cuco fue un pulso de poder que hemos perdido todos los cántabros», sentencia. «Los cántabros tenemos que pagar las indemnizaciones de algo que no debió haberse hecho y que se dijo que no se debió hacer», lamenta.

García, ahora al frente de un estudio de arquitectura, habla de la costa casi como de un ser vivo, débil, que necesita protección.

Al riesgo de la especulación, Miriam García suma el del cambio climático, por lo que «volver atrás en la protección no tiene mucho sentido», algo en lo que coinciden «todos» los técnicos, las directivas europeas y los instrumentos de planificación. «No tiene ninguna justificación», remacha.

Desde su actual perspectiva, la exresponsable de la materia califica al urbanismo que se desarrolla en Cantabria de «lento, poco valiente, poco solidario y poco comprometido».

Con todo, confía en que la costa de Cantabria «sea lo suficiente fuerte para resistir esto y lo que tenga que venir», y también respalda la labor profesional de los técnicos de urbanismo de la comunidad, que están listos para «estar a la altura cuando haya que hacerlo».