López-Medel ve la misma libertad en los partidos que en los países sin democracia
Hay un momento cuando se navega en el que la tierra firme queda lejos. En alta mar, se está solo, más expuesto frente a los temporales, los relámpagos o los tiburones, sin refugio cercano ni faro que ilumine en caso de naufragio.
Puede parecer duro pero tiene sus compensaciones: allí hay determinadas experiencias que se viven de una forma más intensa y se comprende que “nadie es capaz de condicionar tu vida”, algo que desconocen “los que no han ejercido la libertad en grado máximo”.
Jesús López-Medel lleva años navegando a contracorriente, como le hizo ver un compañero de partido que le afeó, en su etapa de diputado nacional en el Congreso de los Diputados, que “aplaudía poco”.
Es algo que sorprendió a este santanderino, que ha sido concejal en el Ayuntamiento de Santander y diputado nacional del PP en el Congreso de los Diputados, primero por Cantabria y luego por Madrid.
Jesús López-Medel se ha resignado, aunque no lo ‘aplaude’, a que con los años no se recuerde la treintena de leyes en cuya elaboración participó y haya quedado para la historia como el diputado del PP crítico con la guerra de Irak o la conspiración del 11M.
Tras comprobar en carne propia la solidez del “pensamiento único” dentro de los partidos, decidió expresarse libremente y con espíritu crítico a través de artículos de prensa, recopilados en el libro ‘En alta mar’, que presentaba recientemente en un acto en el Ateneo de Santander.
ALEJARSE DEL REBAÑO
Durante años, López-Medel estuvo en buena situación: fue presidente de las Comisiones de Justicia e Interior, y de Cooperación al Desarrollo.
Pero pronto comprobó que la mayoría absoluta causa “trastornos corrosivos” y él se fue “alejando del rebaño”, hasta el punto de que se dejó de contar con su opinión.
“Frente a los hoolingans más apasionados capaces de interrumpir el discurso del líder 20 veces, otros apenas nos arrancamos en palmas y vítores”.
Y llegó el “aplaudes poco, Jesús”, un “reproche” o “amenaza” que empezó a ser cada vez más frecuente en el ambiente, donde flotaba una “prohibición no explicitada pero real de pensar por uno mismo”.
En las siguientes elecciones, el PP de Cantabria prescindió de él en sus listas al Congreso de los Diputados.
Rajoy le ‘rescató’ en la lista por Madrid, en una decisión que inicialmente Medel achacó a que en el PP querían que aportara “matices plurales”.
“Me equivoqué”, expresa, y cuenta como, tras la derrota electoral (la que dio la victoria a Zapatero), Rajoy se “rodeó” de quienes desde el “entorno anterior” hicieron que fuera elegido.
Cansado de no tener una función (algo que le llegó a reclamar en dos ocasiones a Rajoy, a quien incluso le presentó su dimisión), compensó ese “exilio interno” con una actitividad internacional.
Lo hizo como miembro de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), desde donde siguió procesos electorales en países en transición a democracias.
Y en los que comprobó que “la experiencia de libertad es inexistente como lo es en los dos principales partidos de España que actúan como un oligopolio”.
Ya totalmente desde fuera, comprobó como, al volver el PP al Gobierno, “superó los disparates de sus antecesores” adoptando una “catarata de decisiones importantes, dejando de lado promesas electorales y, con la excusa de la crisis”, impulsando “recortes” que suponen “retrocesos sociales y una “involución democrática”.
En declaraciones a El Faradio, López-Medel urgía a un cambio de actitud en los partidos políticos, y cargaba contra la reacción a los casos de corrupción, siempre a la defensiva o al “y tú más”, poniendo como ejemplos la respuesta del PP a las noticias sobre el exsenador por Cantabria Luis Bárcenas, tesorero del partido; o del PSOE ante las revelaciones que afectan a los EREs en la Junta de Andalucía.
EL DOGMA DEL PENSAMIENTO ÚNICO
A última hora, lo que vio que sucedía en el partido es que “la realidad se iba cerrando cada vez más”, con un aire “muy viciado”.
Pero, sobre todo, con “penas de excomunión y altas posibilidades de martirio si se cuestiona el dogma”, con un “miedo a la delación” que impedía expresarse (en casos como la guerra de Irak) incluso en conversaciones privadas.
López-Medel se centra ahora en reivindicar su libertad de pensamiento y de conciencia. Es lo que le queda, después de que su carrera en la OSCE se viera también afectada por sus opiniones.
“La vida es demasiado corta para estar sólo votando y aplaudiendo en la Cámara. El precio ha sido alto, pero internamente, tendré la satisfacción de haber intentado ser coherente con mis principios. Eso tiene un valor inmenso que ellos desconocen. Me pregunto como pude permanecer tanto tiempo en un mundo que no compartía. No sabía si habían cambiado ellos o había cambiado yo”.
Las reflexiones de López-Medel, con tintes de confesión, provocaron momentos de silencio sepulcral entre el público.
Aunque al final, a López-Medel le aplaudieron mucho.
Incluso aquellos que, sentados hacia la izquierda en el Ateneo, ponen en práctica esas mismas conductas que él criticaba. Parece que una vez se ha empezado, ya no hay forma de parar y llega ese momento en el que el «aplaudes mucho» se convierte en una forma de (sobre)vivir.