Los reventadores
Hay una gente peligrosísima por ahí que se dedica a reventar actos, a impedir la participación y a quitarle voz a personas que legítimamente tienen.
Son únicos para, cito textualmente, “alterar el normal desarrollo de un acto”.
Todos les conocemos, son siempre los mismos, con las mismas actitudes y hasta la misma estética. Son profesionales del escrache: lo llevan haciendo mucho tiempo, están coordinados y tienen la técnica muy depurada.
Las técnicas, mejor dicho, que maneja este grupo peligroso que ataca a los mismos cimientos de la libertad de expresión y la participación democrática.
Una muy habitual es llenar el acto de gente afín para que te hagan las preguntas que te esperas.
Esas a las que respondes con un “me alegro que me haga esa pregunta”, y con las que puedes permitirte soltar el argumentario que te ha preparado uno de tus asesores.
O peor aún, no te lo han preparado porque ya no te hace falta: estás tan alejado de la realidad, tan dentro de tu burbuja, que te sale solo porque crees que es THE FUCKING BIBLIA (la verdad, no estoy muy contento con esta expresión, pero como atravieso una fase estilística experimental, me lo puedo permitir).
Es una gran forma de no desperdiciar mucho tiempo en pensar (las neuronas tienen su limite) Ni mucho menos en escuchar. Y así, puedes comparecer ante estudiantes preocupados por sus becas y hablarles del AVE, de Revilla y de Zapatero. Es lo que tiene vivir en Marte.
Esta técnica tiene otra derivada. A la inversa. Tus escrachadores van a un acto que no es tuyo, sino de tu rival y le hacen preguntas trampas. No sé: que si conoces el problema de un parque que todo el mundo llama por otra denominación para poder decir que el candidato no conoce la ciudad. Es campaña: vale todo, y el premio es goloso. ¿No es eso “alterar el normal desarrollo del acto”?
Te resulta muy fácil: sólo tienes que descolgar el teléfono. Al otro lado está un grupo de chavales que irán a donde vayas, simplemente con que les hagas pensar que eso tendrá resultado algún día.
O personas mayores, con todo el tiempo del mundo, que llevan tanto tiempo comiendo argumentario que ya es todo suyo. No les importará gritar a quien sea para defenderte a ti o a tu causa: ya sean universitarios “terroristas” o asistentes a un espectáculo “blasfemo” de Leo Bassi.
QUE TE REVIENTO
Reventar es una palabra muy macarra. “Te reviento, ¿mentiendes?”. A todos los progreburgueses de origen mediohumilde nos gusta decirlo de vez en cuando para vender rollito de barrio. No sé, como que así vas de que tienes mundo, y eso en ciertos círculos, pues tiene su público.
Pero en realidad hay técnicas de reventar que son muy sutiles, más finas. Hay formas de “alterar el normal desarrollo” ya no de un acto, sino de una organización, de una asociación, en deifnitiva, de toda una sociedad.
Por ejemplo: inflar a una entidad a subvenciones tiene sus efectos. Automáticamente, comienza a callarse.
Es el primer escrache, la primera “alteración” a sus socios. El segundo paso lo consigues reunión semanal a reunión semanal, foto a foto, comida a comida.
Y al final, esa organización acaba asumiendo tus fines y, por ejemplo, niega a sus socios sus instalaciones para acoger reuniones de miembros que vayan a simplemente aportar una visión de la realidad más negativa que la que has conseguido que asuma tu organización.
Ya si encima has conseguido influir en sus procesos electorales internos foto-mensaje a foto-mensaje o inclinando la balanza con tus armas, y encima después te aseguras de tener un buen enlace que haya atravesado la puerta giratoria, habrás conseguido que esa organización, una de tantas, no tenga, para nada, un “desarrollo normal”.
No todo son subvenciones, ayudas, dinero. A estas alturas eres lo suficientemente profesional para saber que existen múltiples opciones para conseguir que las asociaciones vecinales sean un oasis.
“Alterar el normal desarrollo” es conseguir un clamoroso silencio en algunos dirigentes de un barrio, hablo al azar, en el que la especulación urbanística haya producido tres muertes.
Y a veces te sale hasta gratis: basta con que dejes hacer, con que alimentes los egos de la gente para que ciertos dirigentes asuman tu argumentario y obsesiones y los acaben llevando a sus estatutos, a sus Webs, a sus discursos, a su forma de gestionar la asociación. En el fondo te da igual que haya chiringuitos, mientras no afecten al tuyo…
A la desesperada, si no te puedes meter ni apropiar en una organización, creas y promueves la tuya. ¿Qué ya existe una organización y es independiente (o dependiente de los que no conviene? Pues a crear otra o a impulsar una que anduviera por ahí. CCC: Convenios, cursos y campañas, la receta mágica.
Y todo con su efecto contagioso: a fuerza de años, miembros de asociaciones, clubes deportivos, organizaciones y empresas han acabado captando como funciona el tema y ya hasta se ofrecen a ayudar. Saben que es la forma de sobrevivir, y que, en definitiva, les irá bien. Colaboracionismo, lo llamaron los franceses. Cantabria, capital Vichy.
De todos modos, si se te da mal, y puedes, un «consejo»: disuelve.
Si conoces la técnica, (y si estás en cualquier partido de los que haya gobernado Cantabria la conoces) te vale para todo: desde las empresas a la Universidad pasando por los tribunales, sin olvidar alguna federación sindical ni, por supuesto, la Caja.
Estas técnicas, estos escraches, consiguen , en definitiva, “alterar el normal funcionamiento” de unos colectivos que ya no funcionan en condiciones normales, porque dejan de representar a quien les elige, a sus representados. Es fácil desde el momento en que estos no suponen su principal apoyo. Y además se desincentiva (palabro) a otros de participar. Es demasiado difícil: cambiar esas dinámicas es un reto para héroes.
Afortunadamente cada vez hay más, desde el fútbol a la educación, porque estando como estamos hacen más falta. Porque o estos escrachadores acaban con esta manía de reventar los actos y “alterar el normal desarrollo” de las organizaciones o lo que reventará, al final, será la democracia.