Un día antes del concierto de Coque Malla en Santander, un grupo de estudiantes de Medicina — que por edad no debieron conocer mucho su época de los 80– entonaba su estribillo ‘No hay manera’ para tratar de transmitir los problemas que supondrá para su formación y, en consecuencia, para los pacientes la nueva organización que se plantea para el MIR, sus años de  residencia tras la enseñanza universitaria.

Un centenar de batas blancas con carteles y folletos se concentraban en la Plaza del Ayuntamiento de Santander para llamar la atención de los ciudadanos y tratarles de explicar que su (de los estudiantes) problema es también el suyo, de los pacientes.

Todo se esconde bajo el concepto troncalidad. Los troncos son las áreas de especialización en que se divide la formación de los futuros médicos en un hospital.

La nueva distribución de los troncos tiende mucho a la especialización, prácticamente a la hiperespecialización dentro de un mismo área.

Y eso, alertan los estudiantes, hace que se acaben excluyendo áreas de formación que tienen cierta relación entre sí, como podría ser psiquiatría y neurología (las dos tienen relación con el cerebro y el comportamiento, pero aquí se convierten en compartimentos estancos).

Algo que resulta más sangrante en el caso de la atención primaria, excluida de muchas de las especialidades de los troncos pese a que es la puerta de entrada para muchos pacientes al conjunto de la sanidad, desde donde se les ‘distribuye’ a otras áreas, como el otorrino o el ginécologo, por citar dos ejemplos de formación que, según los borradores del decreto de los troncos, no recibirían los médicos de atención primaria. Es decir, los ciudadanos tendrán un médico “peor formado”.

Y a esto se suman factores económicos, pues el recurso a los residentes hará que lo público gaste menos dinero en médicos y más en MIR. advierten los estudiantes, que a sus carreras universitarias están sumando ahora, a marchas forzadas, un pequeño máster en movilización. En esa carrera, de momento están en primero.