Decálogo para ganar las elecciones en una organización
En principio suena fácil. Oye, joven padawan, que me retiro de esto, que ya no puedo seguir más. Te tienes que quedar a continuar (continuar, tapar, tampoco hay que ponerse picajosos con las palabras) con mi legado.
Pues resulta que no es tan bonito como lo pintan. Es más cómoda la forma de funcionar de las monarquías norcoreanas: cogen, te nombran, y ya está.
Ahora no. Desde que la gente se volvió loca metiendo estatutos en los sitios y a los medios les dio por interesarse en los procesos, no hay forma de llevarlo de una forma “civilizada”. Hay que currárselo un poco. Cansa.
¿Te desborda el reto? Tranquilo, no te preocupes. La experiencia acumulada de años de procesos electorales polémicos en Cantabria juega a tu favor. Aquí te van una serie de consejos.
1) La forma de presentarte: tienes que andar un poco vivo. Eres candidato, así que tienes que jugar a parecer nuevo. Pero eres de los buenos, de los que mandan, así que tampoco puedes pasarte de fresco. Es fácil: llama a tu periodista (perdón, al periodista de la organización) y te echará un cable. Lo nuevo lo vendes con un par de caras jóvenes, diferentes. Y lo viejo pues con lo esencial: conserva lo mejor del equipo anterior. Si están ahí es por algo, por su función.
En lo de presentarte también va el discurso: tienes que ser como superintegrador y super lapazenelmundo. No concretes mucho, no va de eso. No presentes un programa, que lo mismo alguien lo lee. Ah, invéntate un buen currículum. Tranquilo, no te van a hacer un Juanmamoreno.
2) Ten gente liberada: tú no puedes estar a todo (eres un líder), pero lo mejor es que los candidatos alternativos tampoco. Su gran error es ir de que vienen del mundo profesional. Eso da mucho trabajo. Simplemente, no llegan a todo. Tú en cambio tienes gente que tiene tiempo, que está liberada o que puede abandonar sus puestos. Y eso, amigo, significa capacidad de maniobra, incluso llegar antes.
3) Ten gente en todas partes: en el Comité Electoral, en el Registro de la asociación, en la asesoría jurídica, entre las secretarias, en la mesa del día de las elecciones (como sea)… incluso algún chivato en la otra candidatura. Si no bloquean, que es lo suyo, al menos te informarán. Que no es poco. Si no lo tienes, di que lo tienes. Asusta. Si puedes, cómpralos. Empleados y proveedores son grandes aliados, capaces de todo por venderte una Epson.
4) El móvil: crea un grupo de Whasapp, llama mucho a la gente, da instrucciones, coordínate. Hace falta comunicación constante, por cada paso que anden dando en función del plan. Ojo con a quien coges al teléfono, no puede ser a cualquiera. Y algo de twitter puedes hacer, es divertido mandar mensajes. En plan sutil, ¿eh? Como para que lo pillen los que saben y los demás se queden con la cosa.
5) Los medios de comunicación: si has sido lo suficientemente listo, y si eres status quo (el grupo no, céntrate) en Cantabria, es algo a lo que le habrás dedicado años, tendrás buenas relaciones (traducido: buenas inversiones) en los medios de comunicación. Con un poco de suerte no tendrás que mandar muchas notas y habrá algún periodista que te haga ese trabajo sin que se lo pidas.
Si no, recuerda: eres el candidato, pero eres el que vale, o sea, la organización tiene para ti los correos, las direcciones, los teléfonos, e incluso puede poner la voz sin que hables tú. Que se moje la organización, tú estás a lo que estás, a que pase el tiempo.
6) Las fotos: no te tendré que hablar mucho de Andy Warhol ni de McLuhan ni de Britney Spears para que entiendas la importancia de la imagen, de la estética. Es fácil: tiras de teléfono y consigues una reunión con alguien que mole de losquemandan para trasladar el mensaje de que “ellos” te apoyan. ¿Qué no es así? Pégate bien a uno cuando pase cerca de ti, y lo tienes. Es fácil, es un selfie electoral.
Bien, hasta aquí lo básico para empezar, ahora, querido padawan, presta atención, que pasamos al siguiente nivel.
7) El censo, por amor de Dios. Si tienes el censo lo tienes todo. Podrá abrirse la caja de Pandora y salir el último de los males que quedaban para destruir la humanidad, pero nunca, escúchame bien, nunca jamás permitas que se abra la caja con el censo. Corres el riesgo de que suceda una tragedia peor que las griegas: que los demás estén en igualdad de condiciones que tú, o peor aún, que se conozca la representatividad real de “tu” organización.
Hay una variante curiosa: si tapar el censo es mucho cantazo, recurre al “censo vivo”. Con incorporaciones constantes que sean difíciles de seguir. Es como una escurridiza culebra.
Y otra variante, porque a esto del censo luego le coges el punto y puedes innovar mucho: das el censo, sí, pero con datos personales en lugar de los de las empresas. Al que los use, denuncia ante Protección de Datos. Brillante.
8) Los estatutos: unas normas confusas siempre ayudan. Los señores que inventaron el mundo de los estatutos pensaron en ayudar a regular la vida de las organizaciones. Pero afortunadamente lo hicieron cuando eso a nadie le importaba un pimiento y todo era más de andar por casa. Eso para ti ES BIEN. Sobre todo, si tus predecesores se han encargado de que no se actualizasen.
Son un filón: te permiten aceptar (algunos) votos fuera de plazo, modificar la mesa electoral si no te conviene, obliga a que haya voto a mano alzada…
¿Actas escritas? ¿Con todo el contenido de las reuniones? Bueno, en un mundo perfecto sería lo suyo, pero estamos en este mundo. En otra reencarnación, tal vez.
Porque la democracia está sobrevalorada. Hay que limitarla. Una buena forma es procurar que no se vote todo de golpe, que la gente se empacha. Acaricia la idea: si en el peor de los casos ganan ellos, pueden encontrarse con el tesorero o secretario de siempre.
Los estatutos. ¿Colgarlos en la Web? ¿Estamos locos? Llénalo de puntos y subpuntos, de contradicciones y ambigüedades.
Y eso te ayudará mucho en el siguiente punto, atento a estas palabras porque te resultarán muy útiles algún día, si la cosa se complica…
9) Los informes jurídicos: sólo tienes que darte una vuelta por el infierno para conseguir un par de buenos abogados. A alguno de ello le tendrás hasta a sueldo. Llegará un momento en que el otro candidato, el muy pesado, se pondrá legalista y pondrá pegas, esgrimirá artículos y hasta hablará, el muy petardo, el típico moralista, de legalidad. No pasa nada. Un buen informe siempre te dará la razón. Para eso les estamos pagando.
10) Los votos delegados. Ah, las perversiones de las normas. Son geniales. Vale que el señor que parió la idea del voto delegado lo hizo pensando en aquellos que no podían desplazarse físicamente a votar. Bueno, pero nadie dijo que sólo sirviera para eso. Mira las hombreras: valen lo mismo para aparentar más hombros que para viajar al espacio o hacer el ridículo en un grupo con abanicos. Pues los votos delegados, lo mismo: es una forma maravillosa que te permite llegar con una ilimitada saca de votos de desconocidos, y que, y esto es lo mejor, te permite ejercer cierta capacidad de presión entre los delegadores (o delegantes, como mierdas se diga) si estás en posición de fuerza respecto a ellos.
11) Sí, ya sabemos que hemos puesto decálogo, pero estamos hablando de irregularidades y de incumplir las normas, ¿no?
Seguro que tienes localizadas “bolsas de voto negativas”. Tienes que intentar que no voten. Anúlales su asamblea. Mejor aún, que se lo anule un ente superior con el que, claro está, tienes buen rollo (perdón, “sintonía y comunicación fluida”).
Puestos a anular, tampoco pasa nada por anular las elecciones y repetirlas, las veces que haga falta, hasta que gane quien tiene que ganar.
Hay un par de comodines, antes de pasar directamente al del detective privado (no vamos a descartar nada).
A) Las técnicas negociadoras: ofrece puestos a cambio de votos, mete en el Comité Electoral a gente de los otros (no sabemos que tienen los Comités, pero…¿a quién no le gusta estar en uno?)
B) Esta es de nota. Monta una tercera candidatura. En el mejor de los casos, divides voto, y en el otro mejor, te fusionas y vendes diálogo.
En fin, querido padawan, estos mandamientos se resumen en dos: controla el proceso y, sobre todo, no te hagas la pregunta: “¿pero cómo vamos a hacer esto?” Hazme caso, amigo, eso no te lleva a ningún sitio.
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