La Vorágine saca a la luz la cara oculta del mundial de Brasil
Dentro de una semana setenta mil espectadores llenarán el recién construido Corinthians Arena de Sao Paulo para asistir al partido inaugural del Mundial de Fútbol de Brasil entre la selección anfitriona y la de Croacia. Millones de personas más lo verán por televisión. Es fútbol, el deporte global por excelencia. Y es un mundial, el evento deportivo más importante del planeta. Todos estarán pendientes lo que suceda en el estadio, por eso es poco probable que alguien recuerde los nombres de Fábio Luiz Pereira y Ronaldo Oliveira dos Santos, los dos obreros que murieron el 27 de noviembre de 2013 sobre las mismas gradas que el próximo jueves lucirán repletas de banderas y de hinchas vociferantes. Es la otra cara del Mundial, el reverso trágico de una historia que continúa escribiéndose en el país carioca.
Sobre esa cara oculta, que las autoridades de Brasil y la FIFA se empeñan en mantener en la sombra, se hablará este jueves en La Vorágine a partir de las 20 horas. Un rostro turbio que esconde negocios millonarios, sobrecostes injustificados, accidentes laborales, desalojos masivos de comunidades indígenas, gentrificaciones forzadas y unas leyes creadas ex profeso para criminalizar las protestas y otorgar poderes especiales a las fuerzas de seguridad.
Para analizar todas estas cuestiones, el evento contará con la participación de quienes viven en primera línea los acontecimientos. Los asistentes podrán escuchar a través de una videoconferencia a un representante de la Coordinadora de los Comités Populares da Copa, el movimiento de base que ha denunciado los estragos producidos por la organización del megaevento para darles visibilidad a nivel internacional. También estará presente José Manuel Rambla, periodista español que cubre de cerca el levantamiento de las favelas en Río de Janeiro.
Las protestas por la celebración del Mundial y su excesivo coste no son nuevas en Brasil. Se vienen sucediendo a lo largo de los dos últimos años, alentadas desde movimientos populares y partidos de izquierda, y apoyadas por una ciudadanía que no acepta que el Gobierno de su país invierta cerca de 12.000 millones de dólares en organizar la Copa del Mundo en lugar de destinar ese dinero a cuestiones que consideran más necesarias. Consignas como “más escuelas y menos estadios”, “nuestros héroes son los maestros, no los jugadores” o “FIFA vete al infierno” se repiten día a día en las principales ciudades de un país en el que alrededor de 30 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza.