CAPÍTULO 4: Al salir del banco
PREVIOUSLY ON A TODA VELA: Marina regresa a Santander, de donde huyo para alejarse del enfrentamiento entre su familia, los Montes-Valdivia, y los Fernández de la Barca, para hacerse cargo del Campeonato Mundial de Vela. Y sin quererlo se ve enredada en toda una guerra por el control de un evento al que no le cuadran las cifras y en el que los Fernández de la Barca, con el patriarca Anselmo a la cabeza, tienen muchos intereses. La boicotean desde dentro, hasta el punto de impedirle el acceso a las cuentas y las instalaciones. Para complicarlo más, se enamora de Sergio, hijo de su familia enemiga. La guerra ha estallado y alguien asalta su despacho.
Aquel día Marina tuvo que pedir ayuda a la persona a la que menos deseaba pedir un favor en el mundo. Su padre. Pero la situación era crítica. “A ver, cuéntamelo otra vez”, trató de tranquilizarla, con ese tono de condescendencia que tanto le irritaba, Fernando, desde su despacho en el Paseo de Pelayo.
Y Marina le volvió a explicar como ese día, al entrar a su despacho, la puerta estaba abierta, sus cosas desordenadas y le faltaban papeles. Lo peor vino cuando al llamar a la Policía, estos concluyeron que no había pruebas de que nadie hubiera entrado en las instalaciones y declinaron seguir investigando. Se lo dijo el propio jefe de la Policía local, y la llamada a Asdrúbal, concejal responsable de lo relacionado con el Campeonato del Mundo, no sirvió para nada.
“Tenías que haberme contado todo esto antes. Tranquila, no te voy a decir que ya te lo dije, porque ni siquiera me dejaste advertirte de cómo estaban las cosas con el Campeonato. Los Fernández de la Barca están demasiado metidos: Anselmo con sus empresas, su hijo en el Ayuntamiento y el otro hijo en la organización. Les metió allí porque nunca valieron para mucho y porque sabía que le resultarían útiles. Conozco mucho a esa familia. Y tú también deberías. Pero no te preocupes. Ellos tienen sus métodos y nosotros tenemos los nuestros. Vamos a enterarnos de qué es lo que está pasando realmente”.
………………….
A Anselmo Fernández de la Barca no le gusta seguir las noticias nacionales e internacionales, pero aún así lo hace. Ojalá fuera como la prensa local y pudiera simplemente ser accionista mayoritario de la televisión más importante de la ciudad y montar un periódico. Aquí le ha funcionado.
Pero Anselmo no es tonto y sabe que en los últimos años todo es más difícil de controlar. Ahora sus empresas tienen intereses por todo el mundo y tiene que estar todavía más pendiente de un montón de factores que no dependen de él: fusiones internacionales, problemas con la climatología, guerras, crisis en otros en países…. No le gustan las páginas salmón. Pero su obligación seguirlo todo. Minimizar daños. E intentar que no le salpique.
………………………
Marina empezó a ponerle nombre a todo lo que estaba pasando en torno a la Olimpiada. Y la palabra era “sospecha”, e iba acompañada de una alusión a los Fernández de la Barca. Y sabía que tenía que decírselo a Sergio, y que, por mucho que este hubiera tratado siempre, como ella, de distanciarse de su familia, no le iba a gustar.
“Sabía que esto iba a pasar. Tu padre y mi padre han conseguido meternos en su pelea. Pensábamos que íbamos a poder escapar de todo, que ilusos somos”, lamentaba Sergio, mientras hablaba con ella en la cafetería La Andorrana.
“Pero aquí está pasando algo, Sergio, y tú también lo estás viendo. Nos están boicoteando desde dentro la velada benéfica, no me dejan ver las cuentas. Y todo lo que tiene que ver con el Ayuntamiento son pegas: desde acceder a sus instalaciones hasta no investigar el asalto a mi despacho. Todo acaba pasando por tu hermano. Y me temo que por tu padre”, trataba de convencerle. Pero nada servía. Sergio se levantó de la mesa, sin terminar el mediano y la dejó hablando sola, con su rebequita, frente a una taza vacía.
Marina se levantó y se dirigió a la oficina principal del Banco Capitalino. Propiedad –como todo en la ciudad– de Anselmo, era en el que estaban registradas todas las cuentas de la Olimpiada. Como máxima responsable del evento, tenía derecho a consultarlas, y, pese a todas las pegas que le estaba poniendo el director de la sucursal, no pudo negarle el acceso. Marina se metió los extractos en el bolso y salió de la oficina, cuando se encontró con un agente de la policía. “¿Es usted Marina Montes-Valdivia? Queda detenida por el desfalco en las cuentas del Mundial”.
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