GUÍA PARA NAVEGANTES

PREVIOUSLY ON A TODA VELA: Todo está a punto de acabar. Tras la muerte del alcalde en el accidente, Asdrúbal, el hijo de Anselmo, ha sido nombrado su sucesor y ahora controla todo el Campeonato y toda la ciudad. Incluso ha aprobado una ley para impedir las protestas y cualquier crítica a su gestión. Mientras, los Montes-Valdivia tratan de recomponerse. Sergio está herido y Jacobo hundido tras la muerte de Susana, con la que se había prometido. En el hospital, Gladys, la segunda mujer de Anselmo, está dispuesta a confesarlo todo y se encuentra con Amelia, la primera mujer, y con Astrid, la mujer de Fernando. Las tres reciben la noticia de la aparición de un cadáver del pasado que puede cambiarlo todo….

Anselmo Fernández de la Barca conoce muy bien lo que puede llegar a embriagar la sensación de poder. Él mismo ha tenido ese sentimiento en alguna ocasión. Por eso entiende que ahora lo tenga su hijo Asdrúbal. Es un chico joven, sin experiencia, y de repente, un golpe de suerte le ha aupado a la Alcaldía de la ciudad. Está borracho de poder. Se cree imparable. Todavía no tiene la visión de conjunto. Para eso está Anselmo.

„Escuchame Asdrúbal. No sabes lo que está pasando. Siéntate, porque todo esto empezó hace treinta años. Hay cosas de esta familia que no sabes“. Y se las contó todas. Cuando acabó, el alcalde había perdido esa expresión de confianza. Estaba pálido. „¿Y qué vamos a hacer?“.

„No te preocupes. Hay un riesgo de que se sepa todo. Yo tengo que desaparecer para arreglar definitivamente mis asuntos bancarios en Andorra. Cuando esté fuera, tú dale el crédito desde el Ayuntamiento a una empresa que crearé expresamente para ello. No me resultará difícil salir en barco de la ciudad. Necesito que todo el mundo esté distraído. La gala de clausura del Campeonato Mundial de Vela será una gran ocasión. Procura que esté toda la Policía en el acto, y nadie en el puerto. También tienes que controlar a los Montes-Valdivia. Están desarmados, pero no debemos perderles de vista. Ahí has estado vivo. Con esa ley que has aprobado contra los manifestantes puedes detener a cualquiera que creas sospechoso. Te recomiendo que vayas a por ellos“. Asdrúbal cogió el móvil mientras escuchaba el sonido del bastón de Anselmo alejarse.

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Tres mujeres en un sala de hospital. Llevan hablando días. Preparándolo todo. Gladys había escrito todo lo que recordaba en un diario. Todos los detalles, todos los escenarios, todas las indicaciones, todos los números de cuenta. Cada letra que le escribía le dolía más. Iba a acabar definitivamente con la reputación de su marido, Anselmo Fernández de la Barca. Y sabía que en cuanto terminara de escribir ella misma acabaría su misión. Sabía que no iba a recuperarse de las heridas del accidente de barco de la inauguración. Astrid se encargaría de hacer llegar ese diario a todo el mundo: a la prensa, a los abogados. Los iban a volcar en Internet. La única pieza que quedaba por encajar era Amelia, la primera mujer de Anselmo, la madre de Sergio. Llevaba décadas encerrada y sedada en aquella clínica. Sabía tantas cosas….que no las recordaba.

Pero las noticias sobre la aparición del cuerpo en los restos arqueológicos le habían sacudido como un mazazo. „Es él“, decía Gladys. „Anselmo y yo lo hicimos“. Alfredo García del Castillo. El tercer tripulante de aquella regata que les cambió la vida cuando todavía eran amigos. Amelia se levantó de la cama. „Queridas. Eso es lo que vosotros dos pensasteis. Alfredo no murió aquella noche. Está vivo. Y lo mejor de todo es que probablemente le veáis a diario. Astrid, es hora de que me saques a la calle“.

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Reunión de crisis en la mansión de los Montes-Valdivia. Es de noche. Saben que en cualquier momento puede llegar la Policía, a las órdenes de Asdrúbal, ahora el alcalde, con la ley que había suspendido las libertades recién aprobada, y encarcelarles sin tener ni que pedir permiso.

No están en su mejor momento. Jacobo está abatido desde la muerte de Susana, su prometida, en el accidente de barco. Sólo acude a trabajar. Sergio sigue malherido, le cuesta moverse.

Pero de pronto llegó Jacobo de uno de sus bares con un buen motivo para levantarse. „¿No os sorprenden los buenos resultados de los regatistas de los equipos patrocinados por De la Barca Industries LTD? Están ganándolo todo en el Campeonato. Lo bueno de tener bares es que te llegan noticias de todo. Les está dopando“.Ese hombre era capaz de todo. „Claro, si tiene hasta industrias químicas para elaborar las sustancias, y como la familia controla el evento, pueden esquivar los controles“, añadió Fernando. „

Pues está jugando con juego. Por el bar paran un par de pobres hombres que la tomaron, dicen que unos desconocidos les dieron unos polvos para que probaran. Los primeros días estaban fuertes, como toros“. „¿Y ahora?“, preguntó Marina, deseando no escuchar la respuesta. „Ahora están en el hospital, en coma“. „Pues eso es lo que les va a pasar a los deportistas“, dijo Sergio, levantándose de la cama. „Tenemos que acabar con esto“. „No nos queda tiempo. Mañana es la gala de clausura. Y no tenemos mucho margen de movimiento. En cuanto nos reconozcan, nos detendrán“.

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Hace décadas que Amelia no ve la luz del sol. Pero sigue reconociendo esta ciudad. Y también sabe que hay costumbres que nunca cambian. Alfredo, el hombre al que no podía amar, el hombre al que salvó de la muerte, siempre había sido un espíritu libre. Uno de esos a los que los demás le llamarían loco. Sólo tenía que buscar la plaza más céntrica, reconocer los acordes de su guitarra y buscar a la persona de la que todos los demás se alejarían. Y en efecto, allí estaba. Con la ropa gastada, raída, el pelo largo, canoso ya, sucio… y unas barbas de naúfrago. Detrás de esa mirada huidiza se podían reconocer esos ojos. ¿La reconocería?. „Hola Alfredo“.

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Suenan los acordes del himno que adornarán la gala de clausura. Los deportista ganadores se disponen a subir al podio para recoger sus medallas de manos del alcalde. Asdrúbal sonríe, aunque está nervioso. Mira el reloj. Quiere que esto acabe pronto. Esa es su competición.

Entre el público, Sergio y Marina han conseguido entrar. Sergio cojea. Pero tiene que buscar a los médicos de la organización para avisarles del riesgo que corren los deportistas. Demasiado tarde. Una pareja de policías se planta frente a ellos. „Usted es Marina Montes-Valdivia, ¿verdad? No puede estar aquí. Por favor, acompáñenos“. Mientras se llevaban a Marina e inmovilizaban a Sergio contra la pared, este pudo ver como uno de los regatistas, justo cuando le iban a dar la medalla, se desmayaba.

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Un barco marcó su pasado y este barco marcará su futuro. De aquel viaje surgió toda su fortuna y su poder. Y de este, lo necesario para preservarla. Anselmo Fernández de la Barca sabe que está apurando el último cartucho para salvar la riqueza y el prestigio familiar. Tiene que ser ahora. Nunca en otra ocasión estará toda la ciudad bajo el control de su hijo y distraído de un gran evento. Anselmo se prepara para embarcar. Le espera un largo viaje por toda la costa. Se gira para ver por última vez SU ciudad, cuando, de repente, ve lo que no puede ser otra cosa que un fantasma. „Ya estamos todos“.

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¿Quién ha acudido al Puerto ante la fuga de Anselmo? ¿Habrá reconocido Alfredo a Amelia? ¿Recordará lo sucedido hace 30 años? ¿Logrará Anselmo escapar? ¿Lograrán los demás que todo el mundo sepa sus secretos? ¿Podrá Sergio evitar que detengan a Marina? ¿Se salvarán los regatistas que han sido dopados por Anselmo?

MAÑANA, ÚLTIMO CAPÍTULO DE A TODA VELA

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