En 1949 la antinatural alianza surgida durante la Segunda Guerra Mundial para hacer frente al fascismo entre Estados Unidos y Europa con la Unión Soviética se repartió el país de Alemania y la ciudad de Berlín, que quedó dividida en cuatro distritos. El Berlín Oriental siempre fue un poco un advenedizo, y quedaba claro porque estaba en minoría.

Pero esas diferencias seguían ahí y en 1961 la falta de entendimiento llevó a lo inevitable: una Alemania con la parte occidental y otra Alemania “democrática” (sic) para la parte soviética. En Berlín, el extremo se llevó al extremo y un muro dividió a vecinos y familiares de la misma ciudad.

El muro de Berlín cayó en 1989 porque muchos vecinos ya no recordaban las ventajas de la separación y no veían más que los inconvenientes. Por no acordarse, ni se acordaban de por qué se había levantado: el mundo en que se construyó no era su mundo. La Guerra Fría les dejaba eso, fríos.

Lo que pasa es que los conflictos no se zanjan de un día para otro, y la unidad no se logra por decreto. Han pasado décadas y, de una forma totalmente casual, los estados de la Alemania “democrática” (sic, noch einmal) y Berlín oriental tienen peores tasas de empleo y actividad económica. Siguen siendo “la otra Alemania”. Las desigualdades no han caído porque se derribó un muro pero no se aprovechó esa fuerza para construir un país.

Silencio en Santander Oriental (por El Eje del Mal)

En el año 2008 el Partido Socialista de Santander quedó dividido en cuatro distritos. Un poco antinaturales, todo hay que decirlo, porque Santander no es una Gran Ciudad y nadie en sus calles llama Sudeste al centro.

La guerra fría socialista es todavía más enrevesada: los (en el mejor de los casos) dos bandos que hay en el partido se reprodujeron en cada distrito. Cada uno con su secretario general, de organización, vocales, etc…

El proceso pretendía neutralizar el poder de la enemiga eterna en el partido, Rosa Inés García. Y para ello se gestó otra antinatural alianza que consiguió no diluir, pero sí recluir a este sector en uno sólo de los distritos. Se levantó el Muro de Peñacastillo (perdón, Nordeste).

Siguió la lucha de baja intensidad, a cada momento en que se veía oportunidad, aunque sin llegar a Bahía Cochinos.

Mientras, allí fuera, en la ciudad con barrios con nombre y apellidos, el mundo seguía girando, el PP seguía gobernando, se vino una crisis y aparecían nuevos protagonistas en el mundo social y político local que eran incapaces de memorizar el nombre de los portavoces municipales socialistas, entre otros motivos, porque les daba igual.

La globalización había llegado mientras unos seguían en la guerra fría.

En 2015 el politburó de Bonifaz se dio cuenta de que esa estructura consumía mucha energía, así que ordenó la reunificación de los cuatro distritos con la esperanza de que la batalla interna en lugar de suponer mucho desgaste sólo implicara el desgaste habitual.

Unidad por decreto. Pero uno de los distritos sigue votando en contra.

El ocaso de un régimen y de un mundo (por El Eje del Mal)

Santander Oriental está en Cueto, y si repasamos la historia, aprendemos que la división sigue por mucho que se escriba otra cosa en los libros de texto.

En Good Bye Lenin, se cuenta como la victoria de la selección alemana reunificada en el Mundial de 1990 dio una inyección de moral a un país en dificultades.

En Santander, todos sabemos que eso de las victorias no va a pasar.

Aquí el fútbol se usa para distraer, y el ambicioso y defenestrado Juan Guimerans, secretario general del PSOE de Santander, convoca reuniones cuando hay partidos importantes.

No sabemos si la escasa asistencia es por él, por el proceso, por el partido o por el partido.

En el fondo da igual.

Ahora mismo en el PSOE de Santander hay alguien repitiendo lo que hace Alex en la película de Wolfgang Becker: recrear un mundo socialista ideal que ya no existe, y del que sólo quería ver las luces, en una visión edulcorada de la realidad, con viejos lemas, que ya no daba respuesta a nuevos fenómenos. La principal diferencia es que la madre de Alex sí sabía que su hijo le mentía.

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