El esquema suele ser más o menos así: en un mundo apocalíptico, después de un gran cataclismo que cambia totalmente la civilización, quedan unos pocos seres humanos normales que tienen que enfrentarse a ese nuevo mundo mientras lidian con otro peligro, lo que antes eran seres vivos, infectados, en realidad muertos, pero que siguen caminando.

La crisis económica cambió muchos de nuestros esquemas, pero el auténtico cataclismo lo ha provocado la corrupción política, la delincuencia a gran escala.

Estaba ahí desde siempre y todos conocíamos retazos sueltos, intuíamos partes de partes de una historia.

Sigue pensando que está vivo

Pero ahora, como un virus letal, ha estallado, gracias a las investigaciones judiciales y no a los empeños de una clase política que en realidad lo que más desearía es que dejara de hablarse de esto.

Y no tanto porque detesten unas prácticas, unos DELITOS que tenían en su seno, como porque tienen miedo a las consecuencias electorales.

Ellos pierden votos, nosotros perdimos (mucho) dinero.

En realidad el virus zombie se había incubado tiempo antes. Sus síntomas iniciales, tan frecuentes que no los reconocíamos, eran el sectarismo y la evasión de la realidad (que tantas veces ha acabado llevando a la evasión fiscal).

Estamos, pero ya estábamos, rodeados de zombies. Partidos políticos que caminan por nuestras ciudades devastadas, buscando sólo su propio interés, devorar carne humana, esto es, conseguir nuestros votos, sin ser conscientes de que en realidad están muertos.

NO ATIENDEN A RAZONES

Los reconoceréis porque no responden a estímulos ni razonamientos del exterior. Sólo entienden el palo, el de las urnas, y únicamente cuando es demasiado tarde.

Andan, caminan, están entre nosotros

La sociedad, los colectivos profesionales, la calle, les veníamos diciendo a los partidos zombies desde hace tiempo que robar está mal y que tendrían que hacer algo contra la gente que hace eso desde sus filas.

Pero no es sólo la corrupción. Es que en su día se les dijo, por ejemplo, que el plan eólico iba a ser ilegal. Que lo de GFB iba a ser un despilfarro. Que todas las medidas para evitar las sentencias de derribo van a ser anuladas. Que no se podía legislar desde Cantabria sobre el fracking. Que las leyes antidesahucios perjudican a los desahuciados y benefician a los bancos. Que la ley eólica incluía un impuesto recaudatorio. Que no se podía implantar el céntimo sanitario.

¿Seguimos? En todos esos casos se lo dijimos, las asociaciones, las empresas, los sindicatos,los medios… todos avisamos de que esas cosas iban a acabar pasando. Los muertos vivientes no nos escucharon, a veces hasta nos descalificaron, y, mientras tanto, seguían con su camino.

NO NOS QUEDÓ OTRA

Así que no nos ha quedado otra que, como en The Walking Dead, que organizarnos nosotros, construir una nueva sociedad y ayudarnos entre nosotros.

Lo hicimos con el fracking, creando plataformas para alertar y actuar contra un mal que fueron los zombies quienes trajeron. Lo hemos tenido que hacer con los desahucios, con asociaciones nuevas que median con los bancos para conseguir negociar y parar desalojos. Lo estamos teniendo que hacer con Amparo.

La resistencia

Si hasta hemos tenido que ser nosotros los que paráramos las obras de la senda costera, esa que nos dijeron que ya estaba parada, esa que los zombies no vieron cambiar respecto al proyecto inicial ni presentaron alegaciones.

Lo hicimos con las preferentes, y conseguimos que se creara un juzgado específico que da la razón a los clientes estafados por esa caja Cantabria llena de zombies: representantes de los partidos que no se enteraban de lo que firmaban y aprobaban. Se arrastraban hasta los despachos, balbucían su lengua ininteligible en las reuniones de los Consejos de Administración, aprobaban y se marchaban renqueando, no sin antes recoger las dietas. Y otras cosas.

ESTÁN EN TODAS PARTES

Lo peor de los zombies es que son personas normales que, de repente, cambian. Y también que están en todas partes.

Tenemos muertos vivientes en los partidos, sí; pero los tenemos o hemos tenido en la caja, en la patronal, en el Racing de Santander. Y el efecto ha sido devastador: los no vivos casi consiguen matar a esas instituciones que antes nos representaban.

En algunas películas de zombies hay una cura para devolver a los infectados a la normalidad. En otras sólo funciona el ir a palo limpio.

Pero hasta que aparezca una cura contra el sectarismo, contra el y tú más, contra el distanciamiento de la realidad…, tendremos que seguir defendiéndonos, organizándonos frente a los muertos vivientes para tratar de acabar con esta plaga que amenaza nuestro mundo. Porque sólo queremos seguir vivos.

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