Poniéndole puertas al mar

Caminar por la senda costera que discurre entre Cabo Mayor y la Virgen del Mar es un regalo para los ojos y un castigo para los pies.

Asumámoslo, no es un camino fácil en algunos tramos.

Pero ninguna senda natural lo es, y eso no debería suponer una excusa para masificarla de construcciones que la hagan “transitable”.

Caminar por un paraje, hasta hace poco prácticamente virgen de la mano del hombre, es una experiencia que cualquier amante de la naturaleza debería vivir.

Todos los sentidos agradecen el paseo pese al cansancio.

El olor a mar acompañado por el sonido de las olas es todo un regalo, y la vista disfruta de un cuadro sin igual, solo disponible para unos pocos privilegiados del norte de España.

Por ello duelen físicamente algunas intervenciones urbanísticas construidas en algunos tramos del camino.

Duele pasar por el Puente del Diablo y ver cómo un maravilloso accidente natural se dejó caer por desidia y mal cuidado.

Los vecinos siempre critican a todos los que pasaban por encima suyo, incluso en grandes grupos. Algunos testigos dicen que el mismo día del derrumbe hubo un grupo de niños haciéndose una foto justo encima.

Todo ello no ayudó, sin duda, a frenar la erosión que el mar iba haciendo poco a poco en él hasta que se derrumbó.

Un puente de madera en una senda natural

Ahora del Puente del Diablo solo quedan escombros, sombras de lo que fue, y una escalera de madera a sus pies que afea aún más un paisaje que parece un esqueleto del de antaño. Desde Costas dicen que en este tipo de tramos han construido por su peligrosidad, pero lo cierto es que no ha habido ningún accidente en toda la senda que justifique ese temor.

De hecho, es la propia autopreservación humana, muy nuestra, la que impide que la gente pase o se asome a lugares que sabe que no puede controlar. Nosotros somos más de dañar la naturaleza que a nosotros mismos, de ahí el estado del Puente del Diablo.

Siguiendo la ruta hacia la Virgen del Mar nos encontramos con otro lugar simbólico para los habitantes de Cueto: El Panteón del Inglés. Es en esa zona donde más daña a la vista la intervención humana. El suelo y la orografía de la zona son testigos del paso de máquinas pesadas que han destrozado la senda. Las vallas, innecesarias desde cualquier punto de vista, impiden ver el mar según vas caminando y dan la sensación de tener el mar enjaulado y preso.

Es en este punto donde se han sacado algunas fotografías que denuncian vandalismo por parte de los vecinos. Hay un par de vallas tiradas y algunas pintadas contra el alcalde de Santander y el director de Costas, es cierto. Y siempre hay que criticar estas cosas, pues están pagadas con dinero de todos. Pero tampoco saquemos los pies del tiesto para dolernos del precio de un par de vallas si no duele el desfase presupuestario que ha debido costar toda la obra. Además, buscando el lado positivo, es el único sitio por el que se puede pasear y observar el horizonte limpiamente.

Continuar por la senda ya nos lleva a zona cercana a La Maruca. Allí el puente de molino de marea, que era tan simbólico, ha quedado tapado por una gran plataforma de madera bastante polémica. Polémica porque no se puede quitar la barandilla que más afea el paisaje ya que si solo quedara el suelo de madera con las mareas sería muy resbaladizo. Y dejarlo tal cual está, tampoco es una solución que contente a sus vecinos porque es cierto que tapa por completo ese molino natural. Parece que la mejor solución habría sido dejar el suelo de cemento que en su momento colocó por su cuenta la Asociación de Vecinos de Monte, y por el cual fue denunciado por Costas (eso sí, fue por no pedir permiso pero no por la obra en sí).

Siguiendo el camino dejando La Maruca atrás comenzamos la parte más escarpada del camino. Hasta ahora el paseo había sido bastante cómodo y sin dificultades, pero subir de nuevo la ladera y adentrarse en terrenos más inestables también afecta a los pies.

Lo siguiente que llama la atención son los pequeño pivotes de madera (de menos de medio metro de altura) que hay repartidos cada cinco o diez metros aproximadamente, marcando la ruta a seguir. Y su uso es absurdo en sí mismo, pues esa ruta ya está marcada de forma natural, ya que es el camino mejor transitable. Por otro lado, su utilización es un peligro real para senderistas y ciclistas que paseen por la zona. Más aún cuando la hierba crezca un poco y tape su visibilidad. Parece todo un “rompe piernas” en potencia.

¿Pivotes para…?

A partir de ahí, y caminando paralelamente a la costa veremos una sucesión de cientos de metros de valla que echándole imaginación podría recordar a una mala imitación de la Gran Muralla China. Si bien hay zonas donde se puede agradecer una barrera dada la cercanía al acantilado, en general hay un uso excesivo de ellas que afectan al paisaje. Y cuidado, que no lo digo yo, lo reconocen hasta los responsables políticos.

El último tramo hasta la Virgen del Mar se divide en dos caminos. Hay uno para aventureros, más corto pero también más impresionante. Como yo no lo soy reconozco que doy un rodeo y me evito las preocupaciones. Como lo hace la mayoría de la gente y lo ha hecho durante años sin necesidad de que hubiera tanta valla para recordárselo.

Los miembros de todas las partes interesadas en esta polémica obra, desde José Antonio Osorio, de Costas, pasando por los representantes del Ayuntamiento de Santander (PP) y la oposición (PSOE, PRC; y Equo) hasta los miembros de la Asamblea en Defensa de la Senda Costera y las distintas asociaciones de vecinos, se reunirán el lunes para tratar de llegar a un acuerdo que contente a todos.

El mayor problema es que, según ha asegurado Costas, solo podría modificarse la parte que aún no ha sido construida, lo que deja sin solución precisamente los puntos más polémicos. Una pesadilla sin fin…

Katie Gallager and many other distinguished guests
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