Una noche deliciosa para disfrutar de Iron Maiden
Noche para los incondicionales del heavy metal en Santander. Aunque fuera un tributo, pero si hay una banda preparada a conciencia para ejecutar temas de otro grupo lo acabará haciendo bien, y Iron What? ya lleva un tiempo ganándose el respeto y la admiración de los fans de Iron Maiden por toda España (y este año han tocado incluso en Lisboa).
Fuera del Escenario Santander hacía frío y a ratos llovía con intensidad, pero unos pocos cientos de amantes del rock duro encontraron cobijo en canciones que conocen bien, que han escuchado decenas o centenares de veces en casa, en garitos o incluso viendo a los originales Iron Maiden en alguna ocasión.
Pocos minutos después de las 10 de la noche salían a escena los protagonistas. Como pretenden ser muy fieles a lo que ofrece ‘La Doncella de Hierro’ en directo, hicieron sonar primero el clásico de UFO ‘Doctor, doctor’, con el públio encendiéndose porque sabía que eso significaba que saldrían justo después a tocar. Y lo hicieron con ‘Moonchild’, la canción que abre el disco ‘Seventh son of a seventh son’ de la banda británica. Desde la mesa de sonido pusieron la intro de la canción, lenta y cantada, para que después los seis músicos se hicieran cargo de todo.
Sin embargo,el trabajo fundamental que tiene que realizar una mesa en todo concierto tardó en ser correcto. Al comienzo el sonido era bastante malo, las guitarras apenas sí podían oírse. En la segunda canción, ‘Where eagles dare’, parecía mejorar algo la cosa, pero seguía siendo insuficiente. El público ayudó un poco a la banda en ‘Can I play with madness’, con el bajista José imitando perfectamente al ‘original’ Steve Harris convirtiendo su instrumento en una metralleta. La ejecución del tema fue un poco lenta, y es que les gusta imitar los discos de estudio de Maiden, más que los directos, donde la velocidad tocando es mucho mayor.
Llegaba el primer momento especial de la noche. La gira de Iron What? de este 2014 se ha llamado ‘Wasted years tour’ y ahora era el momento de tocar precisamente esa canción, sacada del ‘Somewhere in time’ de 1986, cuando Iron Maiden ya era una banda madura y que nadaba en el éxito. Y fue la primera canción en la que apareció Eddie en el escenario. Eddie es la mascota de los británicos, aparece con aspectos diferentes en las portadas de todos los discos del legendario grupo y siempre está presente en los conciertos. Y los vallisoletanos también han querido tener el detalle de sacar a un amigo con diversos disfraces de Eddie en los conciertos.
Y entonces llegó el momento clave. Comenzó a sonar el famosísimo riff de guitarra de ‘The trooper’ y ahí sí que sonaban las guitarras como tenían que sonar. A partir de ahí el concierto fue puro Maiden. Temazo tras temazo, el público, ya más abundante, entregado a la causa, dejándose el alma en cada canción y sin dudar en tocar la ‘air guitar’ entre cerveza y cerveza. Eso es un concierto heavy, y más si suena esa canción. Es quizá imposible encontrar a un fan de Iron Maiden a quien no le guste ese tema. Carlos Sanz, el cantante, ya tenía a todos en el bolsillo por su excelente capacidad vocal. Y para este momento se puso la casaca roja del ejército británico y ondeó la bandera del Reino Unido, exactamente igual que Bruce Dickinson en muchos shows.
‘The trooper’ es una canción del ‘Piece of mind’, el cuarto disco de Iron Maiden, y con él se alargaron, porque después llegaron ‘Flight of Icarus’, magnífica, y ‘Revelations’, una canción que no tiene demasiada chicha, pero que en directo queda muy efectiva. Iron What? volvió a elegir ejecutarla como en estudio, más despacio, desgranando cada nota para gusto del público.
Aparcado para siempre el ‘Piece of mind’, Carlos dijo que querían recordar mucha discografía de Maiden, y se vinieron al siglo XXI con ‘The wicker man’, el tema de apertura del ‘Brave New World’, un disco clave (del 2000) para Iron Maiden porque selló la vuelta a sus filas del cantante Bruce Dickinson y el guitarrista Adrian Smith. Desde entonces, ya no ha habido más cambios en la formación del grupo. Ahora bien, Iron What? omitió los tres discos siguientes, los tres últimos que han sacado a la luz, para mi gusto con acierto, porque los fans de toda la vida no les hacen mucho caso.
Vuelta a los 80 con un clásico imperecedero como ‘Heaven can wait’, aunque sólo sea por el coro que hace el público en mitad de la canción. En el escenario, amigos de la banda salieron a darle gritos al micrófono para animar a un público que ya estaba en modo disfrute total.
Después parada en el Virtual XI, un disco que dice poca cosa en un momento complicado para Iron Maiden, 1998, sin la voz de Dickinson. Sin embargo, el disco tiene una auténtica joya que se llama ‘The clansman’ y que Iron What? bordó. El Escenario Santander ya estaba a mil grados de temperatura.
Pero con la siguiente canción explotó. Llegó el momento del himno por excelencia de los Maiden: ‘The number of the beast’ les causó problemas en su país porque se les empezó a acusar de satánicos y el poder les señaló con su dedo. Pero salieron indemnes y reforzados con su música. Y esta canción es un ejemplo básico para entender lo que es esta banda heavy.
La canción ‘Brave new world’ nos volvió a llevar a ese año 2000, pero después ya fueron todo clásicos. El pausado Lander Fernández, cuyo papel es el de Dave Murray, seguía contándonos cosas deliciosas con su guitarra, y en ‘The evil that men do’ no fue menos. Su compañero a la guitarra Antonio Valseca, haciendo las veces de Adrian Smith, es como si quisiera pasar desapercibido, pero en realidad tiene un papel precioso. Va contigo donde quieras, pero cuando te quieres dar cuenta te está llevando a su terreno.
De vuelta a su joya de disco ‘The number of the beast’ sonó ‘Run to the hills’, otro de esos clásicos conocidos en el mundo entero porque ha sonado en toda clase de radios. Ahora todo el mundo estaba en el mismo barco, Escenario Santander era un equipo sólido y unido, y la comunión empezaba a convertir el concierto en una auténtica fiesta.
De nuevo Eddie salía a escena para otro de los momentos que los fans de la doncella aprecian muy mucho, y es cuando llega el tema ‘Iron Maiden’, del disco ‘Iron Maiden’, el primero de la discografía. Una canción festiva, veloz, cantada con sentimiento y con voz rasgada, y donde todos los instrumentos van raudos hacia la meta. Jacobo Méndez, incansable tras la batería (ya le gustaría poder tener a su alcance un set como el que monta Nicko McBrain, que toca literalmente encerrado entre bombos y platillos), mientras Alberto Rebus, interpretando a Janick Gers, se mostraba como el más sonriente de todos, jugueteando con su guitarra, alcanzando un punto casi circense, como debe ser.
Los seis protagonistas se retiraban a camerinos antes de encarar los bises. La vuelta a las tablas se dio con una muy sabia elección: parte del discurso de Winston Churchill durante la segunda guerra mundial («Nunca nos rendiremos») que precede a ‘Aces high’, uno de los temas muy celebrados de la banda británica, con las guitarras afiladas y el respetable pegando brincos sin parar. No había ganas de que aquello se terminara, pero Carlos se encargaba de recordarnos que el show no podía durar eternamente y de que poco a poco encarábamos la recta final. Quedaban muchos temas en la mente del público, pero todos no cabían.
Nos estábamos acercando a la medianoche en Santander y entonces cayó ‘2 minutes to midnight’, otra de esas canciones que ya tiene un hueco propio en la historia del heavy metal. Del ‘Powerslave’, igual que su antecesora, un disco al que no se le da demasiada bola pero que es de una calidad indudable, aparte de que guarda una de las más grandes joyas de Maiden, ‘Rime of the ancient mariner’. Iron What? no la interpretó, pero con el concierto que dieron están perfectamente disculpados.
Faltaba una última referencia a los años 90. En un concierto de música de Iron Maiden es innegociable la presencia en el set list de ‘Fear of the dark’, un himno imprescindible donde además el público participa mucho, hay varios momentos de coro, el inicio de la voz es de pelos de punta, el bajo marcando las líneas, la canción rompe y la batería ejecuta lo que dicta el bajo, mientras las guitarras se funden en ese ritmo rápido. El estribillo es para desgañitarse incluso aunque te pille haciendo aguas menores en el cuarto de baño, y cuando llegan los solos de guitarra sientes que estás ante una composición jodidamente grande. Y el final, volviendo al inicio, con el bajo y la voz despidiendo mientras la gente llora, levanta sus cuernos o simplemente alucina con los siete minutos que acaba de vivir.
Pero es que justo después llegó ‘Hallowed be thy name’, posiblemente la mejor canción que ha compuesto la doncella en sus más de 35 años de historia (esto es opinión, no información). Una canción donde también es la voz de Carlos quien aprieta los corazones del público. Y de repente entran todos en tropel, con un ritmo mágico, heavy, las guitarras te hacen volar, y el señor batería desde detrás, pero sin que nadie se olvide de su maestría. Lo que los seis protagonistas tenían delante era una fiesta totalmente enloquecida. Música con mayúsculas, otros siete minutos para poder pensar otra vez: «Joder, pero qué buenos son los Maiden y qué bien lo hacen estos chicos de Valladolid». Es verdad que en el final del tema, cuando Lander debía hacer el solo de guitarra para dejarnos a todos muertos, su instrumento no se oyó, o al menos no lo oímos los que estábamos más alejados de él. Es una pena que falle algo en este tema, porque merece quedar absolutamente redondo. Es difícil construir algo con mayores dosis de perfección. Canciones como esta provocan que salgan grupos de tributo y que el nombre de ese grupo de ingleses esté ya grabado con letras de oro en la historia de la música.
Aún faltaba el postre. Eligieron ‘Running free’ como cierre de la actuación, algo que los Maiden originales han hecho en no pocas ocasiones. Es otro tema que se presta a la interacción con el público, y Carlos lo aprovechó para presentarnos a toda la banda. El público fue ofreciendo sinceros aplausos para todos y cada uno de los componentes, y es que llevábamos ya dos horas disfrutando de lo lindo con los temas de uno de los grupos más queridos por los rockeros. Esta canción desprende menos calidad, pero una sensación de buen rollo y guitarreo que hace que sea muy querida.
Así concluía la actuación de Iron What?, y nada más terminar el concierto sus integrantes no tuvieron ningún reparo en bajarse del escenario y charlar un rato con los asistentes, agradeciendo las muestras de cariño recibidas y comentando detalles particulares de la actuación, como ese mal sonido del principio, que Lander o Antonio me reconocieron que fue horrible para ellos.
En resumen, una gran noche. Es obvio que no tiene nada que ver una banda tributo con los originales, los de verdad no hubieran tenido jamás esos problemas con el sonido, las entradas hubieran costado seis veces más, la bebida en las barras hubiera sido más cara también (y eso que barata no está en Escenario Santander, una de las pocas cosas que apuntarles en el debe) y en vez de cientos de personas hubieran acudido decenas de miles, que hubieran salido, seguro, aún más sonrientes. Pero esas bandas ya no giran mucho, no tocan en cualquier parte y verles supone un desembolso fuerte, y no hay tantos bolsillos que resistan eso hoy en día. Así pues, bienvenidos sean los grupos que homenajean a los grandes y nos hacen pasar un par de horas estupendas de música en directo.
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