La calle
Que no es tiempo de gritos y manifestaciones, sino de ideas. Es el mensaje que han mandado, desde los muros de su convención autonómica, varios dirigentes socialistas con motivo de la manifestación convocada por Podemos este sábado en Madrid, en la que miles de personas han abarrotado la simbólica Puerta del Sol, la del 15M.
Hubo un tiempo en el que militantes y cargos socialistas pisaban mucho la calle. Estaban en la oposición, en Cantabria y en España, y su presencia en protestas y manifestaciones les sirvió para tejer redes de contacto con asociaciones y movimientos. Desde el Gobierno, el PP les llamaba, despectivamente, “pancarteros”. Eran los tiempos de Irak y el Prestige, de la LOU y el Plan Hidrológico.
En Cantabria, esta misma legislatura hemos visto a cargos y militantes socialistas en manifestaciones en las que se “gritaba” por la situación industrial o por la adjudicación del Hospital Valdecilla, entre otras. Y está bien.
Después fue el PP el que se lanzó a la calle, impulsando las causas de la Iglesia católica o de la AVT, y era el Gobierno socialista el que no terminaba de verlo con buenos ojos.
Los dos quedaron muy descolocados cuando hace ya cuatro años la calle, las plazas, se llenaron de mensajes en su contra. No entendían lo que estaba pasando entonces. No entienden lo que está pasando ahora.
Al final resulta que la calle sólo importa cuando coincide con tus fines, y si no lo hacen, se descalifica, olvidando que, convoque quien convoque, a esos llamamientos acuden muchos ciudadanos que simplemente se sienten indignados, que no pueden hacer otra cosa que protestar y a los que esas descalificaciones, lisa y llanamente, ofenden (en una torpe estrategia, más aún cuando muchos de los manifestantes que están este sábado en Madrid podrían ser hipotéticos votantes socialistas).
Sí que es cierto que suena extraño que sea un partido quien convoque una manifestación (ya lo era que la incitasen). Pero una cantidad importante de los participantes en la protesta de hoy no son militantes ni simpatizantes del partido convocante, sino gente preocupada, cabreada o con ganas de protestar.
La calle es necesaria: si no fuera por la presión de la calle, en Cantabria no se hubieran adoptado medidas contra el fracking (que las instituciones han enmarañado), la creación de un juzgado de las Preferentes y la rendición de Liberbank, o las negociaciones de los bancos para frenar desahucios.
En EL FARADIO tenemos la suerte de haber nacido en un momento de mucha calle, de mucho movimiento, y hemos podido contar desde ocupaciones bancarias de la PAH hasta protestas de Libres en defensa de la libertad de expresión, pasando por el cierre de la Coordinadora Cántabra de ONGDs, las actividades de Las Gildas o los nuevos movimientos que están surgiendo en Santander, con el caso de Amparo como inspirador y el urbanismo como hilo conductor.
Son acciones en las que, sí, se grita, pero que vienen de un proceso previo, de trabajo y también de ideas. O sea, respect. A organizadores y participantes.
En estos momentos, la calle tiene dos grandes riesgos: uno, que pasado este momento de crisis, se olvide su importancia y baje el nivel de intensidad; y el otro, que partidos como Podemos (o UPYD, en menor medida) que en los últimos tiempos están convocando ellos mismos manifestaciones adopten esos mismos tics contra la calle cuando proteste contra ellos si llegan al poder.
Esa será su prueba del algodón democrática. Y el algodón no engaña.