Tiempos revueltos
Echo de menos el tiempo de Cantabria. Sí, no me mires así. Echo de menos la lluvia constante, las heladas si el día anterior tuvimos suerte y estuvo despejado y los momentos rarunos tras una tormenta en los que aparece un Lorenzo cegador que te descoloca.
Bueno, en realidad echo de menos el hecho de saber qué tiempo hará al día siguiente. Aquí, en la tierra donde conviven las patatas fritas y los europarlamentarios, el tiempo es una incógnita que no puedes resolver ni siquiera a dos horas vista. En el mismo día: sol, viento, lluvia, un despistao en pantalones cortos, nubes, frío, señora con una chaqueta que no se agrieta, es de auténtica jineta, sol, lluvia, caloret, otro despistao, chuzos de punta, sol bailando la yenka entre las nubes, viento, calabobos, un paraguas queriendo decir a su portadora «¿no ves que me doblo, que me rompo, que te estás mojando más y me estás tocando las varillas?». Un sindiós de tiempo.
El tiempo aquí me recuerda a la actualidad de allí. Una incógnita permanente, con partidos políticos bailando la yenka, apelando al cambio y autoafirmándose como lo nuevo y lo necesario, cuando a menudo dejan entrever que sólo son el recambio, el repuesto, el recambio-repuesto y que la ruptura con lo viejo y el régimen del 78 no toca (ya si eso, otro día). Cambiemos las cosas pero sólo un poco, sin pasarse.
«Creemos unidad popular», dicen. «Es la hora del pueblo», siguen. «Podemos», gritan. Y en lo que respecta a Cantabria, se debaten entre la sangría de cargos, las expulsiones e intervenciones judiciales, mientras, eso sí, apelan a la unidad pero sólo la puntita, en los municipios y bajo plataformas «desventajosas» si se quiere competir de igual a igual contra el tripartidismo PP-PRC-PSOE.
A nivel autonómico, en cambio, ni siquiera la puntita. Se apuesta por ir solos, «que entramos». Es una curiosa forma de querer la unidad del pueblo. Y ante este panorama son otros los que han abiertos sus puertas y apostado por la unión de partidos e independientes con un objetivo común. Han sido otros los que han dicho «Ganemos Juntxs Cantabria«. Y en ello están.
Otros apelan a la tercera vía y a castellanizar su Ciutadans por toda la piel de toro que es nuestra ilustrísima y honorable España. Y si encima tenemos a los medios aplaudiéndonos sin escarbar en cómo nos financiamos (que alguien me explique este despliegue de la noche a la mañana) ni metiendo el dedito en nuestras medidas racistas y clasistas…
En materia de impuestos, el IVA único, ya sea para comprar una barra de pan o un rolex (Un IVA para gobernarlos a todos, un IVA para encontrarlos, un IVA para atraerlos a todos y atarlos en las Tinieblas). Una medida para naaaaaaaada clasista, que no sólo no reduce la desigualdad sino que la favorece. Eso sí, Sanidad sólo para los de casa, aunque los que vienen de fuera paguen impuestos (¡como el IVA!) y la financien. Para naaaaaaaada racista. Qué va.
La nueva política es como la vieja pero con caras jóvenes (y universitarias, porque no vaya a ser que un albañil o una ama de casa no estén lo suficientemente preparadas-políticamente hablando- para ser representantes del pueblo, que en definitiva, es la esencia de un cargo público).
Respecto a los primeros, un apunte: la unidad se consigue queriéndola. Las puertas siguen abiertas y la incógnita es hasta cuando.
Respecto a los segundos: Señoritos, no soy un «pobrezuco andaluz-cántabro» al que le tienen que enseñar a pescar. Por favor, en su afán liberalizador, no privaticen las playas, no vaya a ser que además de comprar las cañas (Jordi Cañas, ejem), tengamos que pagar por usarlas.