“Hoy en día independizarse es una palabra tabú”
‘Sube el empleo, despegamos, ya hay brotes verdes alrededor’… Ese es el mensaje del Gobierno. ‘Nos mienten, vamos cuesta abajo y sin frenos’… La oposición, incluidos los sindicatos responde. ¿Quién dice la verdad?
Pues sí, el paro baja en Cantabria, concretamente 800 personas en el mes de marzo. Pero el 91,61% de los empleos que se están creando son temporales. Es decir, la temporalidad como medida para acabar con el paro, al menos de cara a las encuestas. Y es que el 48% de estos nuevos contratos corresponden a trabajos de 5 días o menos de duración.
Y la temporalidad no es el único problema. Viene acompañada de salarios por debajo del SMI (Salario Mínimo Interprofesional) y de condiciones extremas que complican la vida al trabajador, provocándole cuadros de estrés y ansiedad.
Jornadas laborales que se alargan 10 y 11 horas diarias, presiones de la empresa por conseguir objetivos mínimos diarios, reducción de salario, obligación al trabajador para que pague los costes derivados del trabajo (como la OLA en los instaladores), etc…
“AHORA INTENTAN ENGAÑAR A CHAVALES PARA QUE SE HAGAN AUTÓNOMOS”
No es de extrañar que personas como David (nombre ficticio), instalador informático, tuvieran envidia de los compañeros a los que habían despedido. No hay sueldo que pague ese ritmo de vida.
Esta semana ha sido él al que han echado, y su única cuenta pendiente con la empresa es resolver los términos de su despido (que han llevado a cabo amparándose en un despido disciplinario para no tener que esperar las dos semanas que dice la ley), y denunciar el caso en el que viven él y otros trabajadores, para que otros no caigan en la trampa.
David empezó a trabajar el año pasado en una subcontrata de otra empresa que es subcontrata de Telefónica. El primer mes fue de prueba, y el sueldo fue de 200 euros, que tardó tres meses en cobrar.
Le habían prometido cobrar entre 1.100 y 1.300 euros (dependiendo de un sistema de puntos parecido a las comisiones), pero jamás ha visto más de 856 euros al mes. Eso llegando a trabajar un mínimo de 10 horas al día, incluyendo dos sábados al mes y algún domingo que solo les pagaban 50 euros extra.
El 91,61% de los empleos que se están creando son temporales, y el 48% son de 5 días o menos
Nos cuenta que en octubre eran 30 trabajadores, y que tras su marcha quedan seis. “Ahora intentan engañar a chavales para que se hagan autónomos, teniendo que pagarse las furgonetas, su propia fusionadora (para instalar fibras ópticas) y hasta la ropa”, cuenta al teléfono, totalmente indignado.
Es uno de tantos trabajadores de contratas, subcontratas y autónomos (o falsos autónomos, como se denominan ellos), relacionados con Telefónica que llevan en huelga desde el 7 de abril exigiendo igualdad de salario y de condiciones laborales. La huelga se prevé larga y dura, por lo que los trabajadores han abierto unas cajas de resistencia para que los interesados les ayuden a mantenerse de mientras.
Es el resultado de la precariedad laboral que se está gestando en los nuevos empleos. Contratar, subcontratar, y hacer que los trabajadores se hagan autónomos para ahorrarse la seguridad social. Desde Comisiones Obreras, la secretaria de Empleo, Laura Lombilla, alerta de los resultados que puede acarrear: “Esto crea mucha desigualdad y pobreza entre la población, incluso entre los que tienen un trabajo”.
Además, asegura que todo se une “a la sensación de incertidumbre que tiene la población”. Una incertidumbre que, en su opinión, viene porque los ciudadanos reclaman unos cambios que el actual Gobierno “que no ha llevado a cabo”.
AUMENTA EL EMPLEO DE MENOS DE UN MES
Según los datos del Servicio Público de Empleo Estatal del primer trimestre de 2015, la cifra de empleos con contratos de menos de un mes supera a los contratos indefinidos. Un 44,19% de los trabajos creados con de un mes o menos de duración, frente al 31,45% de contratos indefinidos.
Es el caso de Javi, un licenciado en Historia de 27 años, que el último mes trabajó un total de tres días. Tiene el título de monitor de tiempo libre, y la empresa es un colectivo que el Ayuntamiento contrata para actividades con niños. Es la primera vez que le dan de alta en la Seguridad Social (suelen pagarles en B), y aún no le han pagado. Aunque cree que el sueldo será entre 100 o 120 euros.
“¿Qué voy a esperar por tres días?”, cuenta resignado mientras le da un sorbo a la caña que ha pedido. “No está la cosa para rechazar, pero de nunca rechazar se acaban riendo de nosotros en la p… cara”. A pesar del tono no pierde la sonrisa ni el buen humor en toda la entrevista.
“Es que estamos demasiado condicionados por el dinero”, critica. “Solo pensamos en él. Sonríe, ¿por qué, si no tengo dinero?”, exclama irónicamente con una carcajada final. No sabe si logrará ser profesor de historia, su meta, pero sus estudios le han ayudado a ver con más perspectiva la vida. “Como seres humanos somos una sociedad muy joven, que se ha desarrollado muy rápido. Creemos que lo tenemos todo, pero aún quedan muchas cosas por hacer”, asegura. Y es que puede que no vaya tan desencaminado y en cuanto a derecho aún estemos ‘en la edad de piedra’.
VARIOS CONTRATOS EN UN MES
Estos ‘micro contratos’ llevan a las personas a pluriemplearse o a tener distintos trabajos en un mismo mes. Esto implica que haya más contratos realizados que personas contratadas. En cifras esto quiere decir que entre enero y marzo de 2015 se han firmado 40.684 contratos a 25.792 personas. Casi dos empleos por cada persona contratada.
Que se lo digan a Marina, ingeniera técnica de Minas y Energía, de 28 años. Ha trabajado de teleoperadora, de comercial, de dependienta, de azafata… Vamos, que ha escavado en todos los ámbitos.
Su último contrato ha sido de comercial para vender luminación ‘lez’, de autónoma (pagado por la empresa), más 50 euros semanales de gastos. Ha estado un mes. “Al final me he ido porque noté la desorganización y dije: esto ya me sé cómo acaba”, confiesa dando vueltas al cigarrillo liado que tiene sin encender.
Y es que no es la primera vez que Marina es víctima de la desorganización de una empresa. Durante sus prácticas universitarias (ay, las prácticas, esa nueva mili que todos tenemos para contar ‘batallitas’) estuvo en una empresa de eficiencia energética de Zaragoza con la que supuestamente había firmado contrato por diez meses.
Sin embargo, a los tres meses la empresa se dio cuenta de que no tenía suficiente dinero para pagar a dos becarias (que cobraban en teoría 450 euros, que en la práctica eran 350 porque la Universidad se quedaba con 100 euros de ‘gestión’), y rescindió el contrato (legalmente podía). “Al menos ese día me quedé a gusto en decirles todo lo que pensaba de ellos”, dice con desparpajo.
“Ahora doy clases particulares a niños pequeños, de mates o de naturales sobre todo”, cuenta. Eso le aporta entre 400 o 500 euros, con los que se ha independizado y le ha alquilado una habitación a una amiga. “Si no, no lo hacía nunca. Nunca pensé en hacerme rica, pero es que parece que hoy en día independizarse sea una palabra tabú”.
EL PRESTIGIO DE TRABAJAR GRATIS
De prácticas puede dar clases magistrales Andrea que, como buena periodista, vive en prácticas eternas. A sus 29 años tiene un gran experiencia en radio, televisión y prensa escrita (sobre todo en reportajes de viajes, su pasión, y con prácticas incluso en la ‘Cosmopolatina Magazine’ –el Cosmopolitan en español, en Nueva York-), pero… “nunca he estado contratada”, confiesa. “Nunca, y las pocas veces que he cobrado han sido puntuales”.
Todo por la experiencia, por el prestigio, por formación… por todo eso que se dice tanto en periodismo y que cada vez se utiliza más como excusa. “¿Hasta cuándo tengo que aguantar el trabajar sin cobrar?”, se pregunta Andrea. Cuenta cómo un conocido medio de escrito de Cantabria le ofreció publicar sus reportajes “por el prestigio”, pero ella lo rechazó. “Es que tengo la mala costumbre de comer todos los días”.
La doble crisis que afecta a los medios de comunicación (económica y de cambio de modelo) se ha llevado por delante muchos puestos de trabajos de periodistas, y ha convertido la profesión en una de las más precarias del mercado. “Conozco gente con veinte años de experiencia que está en el paro en la misma situación que yo”, comenta sin salir de su estupor.
Con el café en una mano y el cigarro en la otra (dos vicios tópicos de informadores), Andrea confiesa también que no se ve “en una redacción sacando diez noticias al día y sin contactar con la gente de la que escribo”. Ella considera que la profesión se ha “mercantilizado”, lo que hace a veces que se “pierda credibilidad” de cara al lector.
El mayor problema para sacar historias de verdad, los reportajes que a ella le gustan, es la financiación, el darles salida. En el cajón tiene la increíble historia de una mujer marroquí que ella conoce, y que acabará haciendo. Tiene la tenacidad adecuada para asegurarlo. “En esta profesión hay que tener el alma espartano”, resume, no sin razón.
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