13 de octubre, Día de La Malinche
El carácter movilizador del “mito”, es decir”, de aquellos relatos, simbólicos o idealizados, lejos de haber desaparecido parece tener más vigencia que nunca.
El poliedro de la realidad se estrella contra el suelo para que solo podamos ver una de sus caras y así pensar que es la única. Da igual que se rompa por el golpe. Es lo que hay y no hay más que decir
Los actos comunitarios, donde se mezclan costumbre o tradición, realidad y ficción, siguen teniendo, nunca han dejado de hacerlo, un fuerte componente emocional con el objetivo de reforzar, o crear lazos y vínculos entre personas que ni siquiera se conocen. Es la construcción de la emoción al servicio de un determinado fin. En estos casos el “medio” deja de ser importante y el pensamiento único desplaza al pensamiento crítico.
Mas allá de consideraciones, desde un punto de vista historiográfico, es inevitable constatar como las celebraciones que se repiten en el tiempo, parecen cambiar, tienden a incorporar elementos nuevos que las permiten subsistir, pero se niegan a renunciar a aquellos rasgos que les dotan de una identidad fuerte y cohesionadora por un lado y que se niega a cuestionar el orden de las cosas por el otro.
En todos estos casos el sentido crítico desaparece, la capacidad de analizar los hechos, con la distancia del observador que participa, es cada vez más difícil y el paso acompasado del soldado, la mirada solemne a la bandera, el gesto ceremonial al símbolo, o el sonido rítmico del himno, como si de un anuncio de detergente se tratara, hace el resto: “Blancura sin rotura”. Ojalá ese fuera el lema de las banderas, ojalá fueran capaces de recoger ese sentido tan básico.
Himnos, banderas, etc…son liturgias que se repiten, a modo de catecismos para laicos, pretendiendo hacer de nosotros creyentes de una fé de sustitución: La propia nación, la patria, el pueblo, el país, conceptos que debieran ser explicados diferenciados, discutidos y debatidos, antes de ser utilizados de forma indiscriminada para legitimar discursos y relatos, que solo tienen de verdad el color de la bandera que reivindican, son utilizados en sus diferentes versiones. Se nos pone la piel de gallina cuando vemos ondear nuestro símbolo sin darnos cuenta que no es mas que humo entre los dedos. Y pese a todo nos quemamos las yemas.
Apagamos el cigarro antes de que el humo nos nuble la vista del todo. Una lágrima asoma a nuestras mejillas, a paso firme y marcial, luciendo la condecoración de la fe incondicional. Como buenos soldados no cuestionamos las órdenes y si hay que llorar se llora. O dicho de otro modo, nos identificamos sin fisuras con relatos construidos sobre una visión intencionadamente sesgada al servicio de los propósitos de quien la propone, pero nunca del pensamiento libre y emancipador.
El mito, al parecer imposible de erradicar, nos acompaña a lo largo de la historia. Mitos que se sustituyen con nuevos mitos, fábulas que quieren reinterpretar las que ya existían. El mito cono relato inserto en una tradición, conservado en la memoria colectiva, y que en lenguaje simbólico expresa determinadas experiencias cruciales de las personas. En resumen: ¡Viva…! (Y ya cada cual que rellene los puntos suspensivos).
Y así llegamos al día 13 de Octubre con la resaca de otro somnífero inoculado en la normalidad festiva que no se discute porque nos libera de otras “normalidades” que hacen de nosotros enfermos mentales con demasiado prozac y cada vez menos Platón.
Con los cables, colgando de los electrodos medios despegados de las sienes, recibimos pequeñas descargas eléctricas que nos recuerdan que debemos seguir caminando, sonriendo, pagando, consumiendo. A punto de morir de éxtasis otra descarga un poco mas fuerte que la anterior nos eleva del suelo y creemos, por un instante, que incluso podemos volar ¿Será un milagro? Encontramos trabajo, nos suben el sueldo, nos rebajan la hipoteca, nos ponemos al día con las facturas o simplemente nos “permiten” vivir un día más.
Por eso hoy celebramos el día 13 de Octubre como el día de “Los Nadie”, de los desarrapados, de los olvidados, de los desertores, de los inadaptados, de los excluidos, de los condenados a la mala suerte porque se niegan a especular con la suerte de los demás.
Es 13 de Octubre me llaman “La Malinche”, trabajo de intérprete en lo que llaman “centro de internamiento para extranjeros” (CIEs) intentando romper ese “fallo comunicativo” entre quien llega y quien ya está, intentando explicar que solo es cuestión de azar haber nacido unos kilómetros más allá de la frontera. Que hay más fronteras que las que se ven a simple vista. Y que antes de hablar no está de más aprender a escuchar. Empezando por quien escribe.
Es día 13 de Octubre y tampoco hay nada que celebrar.