Si una cosa ha quedado clara en el debate convocado en La Vorágine sobre el Plan Director de la Cultura en Santander es que los más interesados en la cultura, tanto desde los creadores como desde el público, reclaman más participación tanto en las políticas como el modelo.

Más de 70 personas acudieron esta tarde a la librería crítica con sede en la calle Cisneros a esta cita, con la que se pretendía recabar opiniones tras la difusión, por parte de la Fundación Santander Creativa, de la fase preliminar de un documento que tras una serie de consultas ha lanzado un diagnóstico del estado de la cultura en la ciudad.

Al debate asistía el director de la Fundación Santander Creativa, Marcos Díez Manrique.

Debate sobre el Plan Director de la Cultura

Desde el público se llamaba la atención sobre distintos factores más o menos especializados, con preguntas sobre la atención o no a campos como el diseño y la creación de una marca de la ciudad o el patrimonio.

O la educación, aspecto sobre el que el responsable de la Fundación incidió como vía para la creación de nuevos públicos que permitan ampliar los destinatarios futuros de las actividades y que reclamaban profesores asistentes al evento.

Otro de los asuntos que asomaba era la comparación recurrente con la vecina Bilbao, de la que se destacaba la definición de un modelo por parte de todas las instituciones, de forma que queda a salvo de posibles vaivenes políticos.

Pero, sobre todo, se ha hablado de participación, y en varias modalidades: más allá de la simple recopilación de opiniones, dan el paso de reclamar participar en la propia definición de un modelo de cultura que no deja de ser un modelo de ciudad, y siempre con el apellido de “participativo”.

Y la constatación de que fomentar la cultura participactiva resulta difícil en un lugar en el que se ha fomentado una “ciudadanía culturamente pasiva” en la que las instituciones definen planes o políticas contando con el sector.

Al respecto, uno de los asistentes contaba la anécdota de una reunión a la que acudieron creadores con representantes municipales en la que se les trasladaron directamente las conclusiones y planes de futuro. “Yo voy a seguir participando al menos para decir que no lo comparto”, apostillaba irónicamente.

Y también se alertaba sobre una distancia entre cierto modelo de creación (los “culturetas”) y el público, con un modelo “de arriba abajo” que comparaban con una torre de copas de champán en la que el líquido va cayendo hacia abajo, de forma que “a los de abajo” cada vez les llega menos.

Una participación que se extiende incluso a la gestión de los espacios públicos culturales: los asistentes lamentaban la falta de definición de las actividades de los centros cívicos.

Y, en este sentido, destacaba una propuesta de La Vorágine: la posibilidad de que colectivos puedan gestionar espacios en desuso.

Se trata, en definitiva, de evitar la “pérdida de gente que genera cultura” en una ciudad en la que “la gente creativa se va” y se produce una “sangría constante de las cabezas pensantes” (algunos de los cuales, por cierto, estaban allí mismo).

Entre el público, estaban entre muchos otros,  algunos de esos protagonistas del tejido cultural más pequeño: el ilustrador Pablo Burgueño, bandas como Los Arrancacorazones, el artista Alfredo Santos, el coordinador del Taller de Filosofía de Librería Gil Jorge Villasol; José Antonio Sánchez Raba, director del Colegio Cisneros; representantes de la Asociación de Amigos de la Narración Gráfica o de PECCA, la Plataforma de Empresas Culturales de Cantabria, fotógrafos, diseñadores o editores…

Junto a ellos, representantes institucionales, como la directora general de Cultura, Marina Bolado, y otros como el exconcejal de Cultura, César Torrellas, o la concejala de Ganemos en el Ayuntamiento de Santander, Tatiana Yáñez.