Borja Ventura nos acerca un conflicto vasco aún no resuelto en ‘Guztiak’ (Todos)

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Borja Ventura y Ana Pastor, durante la presentación de 'Guztiak' en Madrid. Foto: Libros.com

Borja Ventura y Ana Pastor, durante la presentación de ‘Guztiak’ en Madrid. Foto: Libros.com

Satisface mucho ver una sala repleta de gente ante la presentación de un libro de un compañero, no sólo de profesión, sino que fue también compañero de trabajo. Lo insólito viene cuando te enteras que le ha costado bastante sacar la idea adelante porque el tema no interesaba. Y hablamos de un conflicto político, social y armado que ha alterado bastante a España durante décadas. Afortunadamente, la editorial Libros.com apostó por ello (con Raúl Gil, amigo de El Faradio y de Buenas Tardes Cantabria, como introductor del acto).

Pero hay más protagonistas detrás de este libro. Son los 278 mecenas que han apoyado esta iniciativa a través de una campaña de crowdfunding (se necesitaban 250). Sin ellos, no hubiera sido posible, y por ello hay que extender el agradecimiento a toda esa gente, sin la cual yo ahora no tendría el libro en mis manos (se puede comprar aquí, al precio de 18 euros la edición de papel y tan solo 4 en versión e-book).

Todos hemos vivido de alguna manera este conflicto, hay gente que desde muy adentro, otros más de refilón, otros desde fuera y habrá gente a la que no le interese, por los motivos que sean. Y el trabajo periodístico de Borja Ventura en ‘Guztiak‘ (que significa ‘todos’ en euskera) propone que se escuche a la gente que lo ha vivido desde dentro, pero procurando tocar todas las perspectivas posibles.

Desde luego, no es un trabajo fácil de hacer. El propio autor reveló en la presentación que intentó hacer 60 entrevistas, y al final sólo pudo hacer 17. A ciertos actores no pudo tener acceso, como son guardias civiles, policías o ertzainas, y también hubo gente a la que entrevistó y después pidió que no saliera en el libro, por no remover o no ver removidos sus sentimientos cuando ‘Guztiak‘ viera la luz.

Otra dificultad está en las críticas o insultos que se reciben al atreverse a hacer esto. Ana Pastor, la célebre periodista que presentó el acto, a modo de entrevista, con Ventura, destacaba precisamente la valentía de este trabajo, por lo que puede llegar a exponerse el autor.

Lo que, en cierta manera, satisface a Ventura es que los golpes recibidos han llegado, más o menos en igual número, desde el sector más ideológicamente cercano a la banda terrorista que del sector totalmente contrario, a lo que Pastor reaccionó diciendo que lo había hecho «de puta madre». Esto suele funcionar así. Si los dos extremos te critican por igual, seguro que hay una buena labor detrás.

No es menos fácil exponerse a los relatos que llegan cuando se habla de un tema tan espinoso. El libro, en palabras de Ventura y Pastor, es incómodo de leer, porque refleja todas las tensiones que han vestido este conflicto y que lo siguen vistiendo, aunque las aguas bajen más calmadas hoy en día que en el pasado.

Un servidor aún no ha podido leer el libro, pero lo que se desprende de la presentación es que el periodista lo que ha hecho es desplazarse y entrevistar a todas las caras de la moneda que le ha sido posible. Él no pretende contar su visión, sino plasmar lo que le han contado. Y en eso consiste el periodismo, reflejar los hechos con todos los puntos de vista implicados, o todos a los que se pueda tener alcance, para que el lector se haga una idea lo mejor posible de lo que ocurre.

Es obvio que los que hemos contemplado hechos nos formamos una opinión. Y no hablo simplemente del conflicto vasco, se podrían poner miles de ejemplos, como la situación en Oriente Medio, la crisis de los refugiados sirios, la violencia en el fútbol argentino o el expolio de materias primas que Occidente lleva a cabo en los países del Tercer Mundo desde antes de que naciéramos todos los seres humanos vivos hoy en día.

Pero hay opiniones que se lanzan desde fuera, que pueden estar más o menos acertadas, y hay otras que se lanzan desde dentro, que también pueden tener muchos errores, o sesgos, pero están basadas en la experiencia directa, y eso ya adquiere un valor humano y, por supuesto, informativo.

Ventura ponía el acento en la manera de actuar del ser humano, en cuanto a que sólo reacciona de verdad ante algo cuando le afecta directamente. El terrorismo de ETA te puede dar lo mismo, hasta que de repente hay un atentado en tu barrio, o cuando la represión policial que responde a eso te toca a ti o a alguien cercano. Hasta entonces, nada reseñable.

Este conflicto atañe a mucha más gente de lo que se pueda pensar. No es una cuestión simplemente vasca. Han pasado muchas cosas en España, pero también en Francia, la Unión Europea ha tomado postura respecto al tema, países latinoamericanos han detenido y extraditado a etarras… Pero los que mejor conocen el asunto viven o han vivido en Euskadi.

Se ha andado hacia una solución. Hace ya cuatro años que ETA publicó un comunicado en el que anunciaba un cese definitivo de la violencia, y precisamente el aniversario de ese hecho, el 20 de octubre, fue la fecha elegida para presentar ‘Guztiak‘. Y además se cambió el lugar del acto a un sitio más grande, y se eligió el ‘Euskal Etxea‘, el ‘Hogar Vasco’ de Madrid, justo detrás del Congreso de los Diputados. Un lugar muy oportuno.

Y no cabía un alfiler. De hecho, algunos de los últimos en llegar tuvieron que quedarse de pie. Y había ganas de preguntar al autor por la experiencia y los detalles de ella, los ataques sufridos, la mirada que aportaban los entrevistados, anécdotas de las entrevistas, incluso si había sufrido una especie de ‘síndrome de Estocolmo’ escuchando a los protagonistas.

Muchas miradas del conflicto estaban representadas también en el acto, entre ellas, tres entrevistados del libro: Txema Urkijo, uno de los fundadores de la organización Gesto por la Paz y exasesor de las Víctimas del Terrorismo en Euskadi; Aitor Merino, actor que dirigió el documental ‘Asier ETA Biok‘ en el que explica su amistad con el miembro de ETA Asier Aranguren; y Eduardo Madina, diputado del PSOE en el Congreso y víctima de la banda terrorista.

Afortunadamente, hoy ETA ya no mata. Lleva ya un tiempo sin matar. Pero las heridas no se han cerrado todavía, el camino no ha llegado a su fin. Ventura tiene claro que quedan muchas cosas por hacer, pero parece que un primer paso se está consolidando. Los enemigos acérrimos de antaño ya empiezan a no verse de tal forma. Hoy se ven, más bien, como rivales, y ese cambio de concepto hace que valga la pena seguir avanzando, para que esos rivales puedan aprender a convivir y a conciliarse. La tolerancia es el mejor camino.

Un buen ejemplo de normalización y tolerancia podría ser una de las cuestiones que salió a la palestra en la presentación: ¿Se podrá ver algún día la imagen del Rey estrechándole la mano a Arnaldo Otegi? No estaría mal, casos así se han visto en el Reino Unido con el problema del IRA, o en Colombia con el de las FARC, como reflejó el autor.

A pregunta de una de las personas presentes en el evento, Ventura no dudó en afirmar que todos somos responsables, debemos contribuir para que esto llegue a buen puerto, no solamente los políticos de turno que deben lidiar con esta cuestión. Ellos solos no pueden lograr que la convivencia pacífica y sana sea un hecho, aunque sí pueden ayudar.

Posiblemente, no han ayudado lo suficiente, ni siquiera ahora lo hacen, pero da la sensación de que también se han dado pasos en el buen sentido, aunque desde fuera de Euskadi menos de los deseables. A esto me refería, por ejemplo, al decir que todos tomamos una postura, pero los que viven la situación en sus carnes saben mejor lo que ocurre de verdad, por mucho que vean las cosas a través de su propio prisma.

¿Quién no ha opinado sobre el conflicto vasco alguna vez? Yo lo he hecho miles de veces, y seguro que me he equivocado en casi todas ellas de alguna forma, por eso a veces procuro dejar claro que es muy difícil dar una opinión sin verlo desde dentro.

Por esto se debe ensalzar el trabajo del periodista que se acerca, las veces que hagan falta, al terreno. Así es como se puede aprender mejor a hacer un diagnóstico, aunque Ventura se lo guarda para dar simplemente voz a algunos protagonistas que sí tienen una experiencia que contar y una opinión que aportar. Ha preferido hacer uso de la honestidad, dado que él es simplemente un valenciano que vive en Madrid y que nunca ha vivido en Euskadi.

Podría contar mi propia visión del conflicto aquí, pero creo que no aportaría gran cosa. No me he visto implicado de ninguna forma especial, no he convivido con gente de ningún bando ni me ha tocado de cerca la violencia armada de este conflicto, aunque haya habido momentos en que haya sufrido a causa de él.

Todos aquellos que no sean muy jóvenes tendrán unas imágenes concretas grabadas en la cabeza, cada uno las suyas, y Ventura reflejó un punto de inflexión con el asesinato del diputado del Parlamento vasco y teniente de alcalde de San Sebastián Gregorio Ordóñez, del Partido Popular. Algo cambió a partir de ahí.

Sin embargo, sí hay un aspecto que me apetece comentar, no para juzgar el conflicto en sí, sino para hablar de algo que me remueve por dentro, que no es otro que ese sistema político que llamamos democracia.

Es obvio que la democracia nunca se puede practicar asesinando (aunque esto no resulte igual de obvio en todos los lugares). A nadie. Inocente o culpable de lo que sea. Pero tampoco se debe practicar silenciando a una parte de la sociedad, por muy incómodas que puedan resultar sus opiniones o aspiraciones.

Me estoy refiriendo con esto a la Ley de Partidos Políticos, vigente desde el año 2002 en España. A toro pasado puede parecer que ha dado un gran resultado para que ahora estemos donde estamos, con ETA habiendo dejado de matar y el conflicto con visos de poder resolverse, pero yo sigo pensando que el fin no justifica los medios, y hay que tener muy claras las consecuencias antes de impedir a un partido presentarse a unas elecciones. Consecuencias en cuanto a la calidad democrática de un Estado.

Esa ley habla de que no se puede legitimar la violencia. Entonces no se debe legitimar ninguna violencia, no sólo la de ETA. Tampoco es válida la violencia del GAL, ni la franquista, y a nadie en su sano juicio se le habrá pasado por la cabeza ilegalizar a ningún partido por legitimarlas. Hacer leyes ad hoc para anular a un rival político tampoco es el mejor camino hacia la convivencia pacífica y la conciliación de bandos enfrentados.

Perdón por esta reflexión, pero sí me parece importante resaltar que la calidad democrática también consiste en jugar limpio y en ese momento, por mucho que los dos grandes partidos de España pactaran para hacer esa ley, no se veló por la democracia. Mucho menos teniendo en cuenta que ni se les pasó por la cabeza aprobarla por referéndum (palabra que debería estar de moda siempre, no sólo porque un amplio sector de la sociedad catalana quiera celebrar uno para decidir sobre su relación con el resto de España).

La democracia, por supuesto, también consiste en perseguir a las personas que cometen delitos, sean cuales sean. ¿Acaso alguien ha pensado que consentir deshaucios y privar a miles de personas de una vivienda digna atenta contra la Constitución Española de 1978? ¿Se persigue ese delito?

Es mejor salida saber escuchar. Dialogar para resolver los problemas. Intentar entender a la gente que vive dentro de un conflicto. Ventura ha dado voz también, pidiendo que escribiera el prólogo de ‘Guztiak‘, a Verónica Portell. Su padre, José María Portell, fue el primer periodista asesinado por ETA. Ella no eligió el rencor. Todo lo contrario. Escribió un libro cuyo título lo dice todo: ‘Y sin embargo te entiendo’.

La palabra clave que utiliza Verónica en el prólogo es ‘empatía’. Muchas veces da la sensación de que nos hacen falta toneladas de empatía para conseguir ser una sociedad más justa y democrática, donde las minorías sean escuchadas y sus problemas sean resueltos, al menos en la medida de lo posible.

Aunque sea incómodo de leer, probablemente con ‘Guztiak‘ el lector logre ser una persona más empática y comprenda mejor todo lo que rodea a este conflicto que ha hecho sufrir a tanta gente. Por eso, debo recomendar su lectura. Yo me voy a poner a ello.

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