Cantabria: ¿Por fin pocos pero bien avenidos?
En Cantabria somos pocos y habitualmente mal avenidos. Vivir aquí es un privilegio y tener el poder una tentación irresistible para los políticos. Por eso es casi histórico el acuerdo alcanzado por unanimidad en el Parlamento de Cantabria sobre las infraestructuras de transporte ferroviario. Casi, porque ya acordaron alegaciones en el pasado.
Tiene mérito, y hay que apuntarlo cuando los partidos aciertan, si tenemos en cuenta que el debate, el del AVE transformado ahora en tren de altas prestaciones, ha sido la mayor causa de crispación y confrontación partidista desde que entramos en el nuevo milenio.
En Cantabria somos apenas 600.000 habitantes y en política nacional poco relevantes, pues repartimos tan sólo cinco diputados y tres senadores. Esto explica que, para los grandes partidos, estamos siempre abajo en su lista de prioridades.
La experiencia nos ha demostrado que cada vez que hay una reivindicación regional o cuando uno de esos partidos tiene un problema interno, Ferraz / Génova / Somosaguas / Barcelona siempre tiene un asunto más urgente que resolver, en Madrid, Cataluña, Valencia o Andalucía. Esto es así, en todas las franquicias políticas nacionales con sede en Cantabria.
En relación al tren, nuestra clase política ha mantenido un debate interesado, que ha desembocado en tan absurdo e irracional que nos ha llevado a plantear a Madrid propuestas inasumibles. El clímax fue cuando pedimos dos AVEs a Santander, para una población potencial de menos de 400.000 habitantes, fuera de cualquier ratio de rentabilidad económica y social.
También consecuencia de esto es el mapa de infraestructuras ferroviarias en el que la capital cántabra está igual de desconectada (si no más) que Lugo, Teruel, Soria, Segovia, Logroño, Jaén o Huelva. Como comunidad autónoma, tan sólo podemos compararnos (para mal) con La Rioja (seguramente peor).
Un AVE a Santander hubiera estado tan injustificado como el que se ha hecho a Cuenca o Huesca. Es bastante triste que hayamos tenido que entrar en esta crisis económica para que nuestras élites políticas en Cantabria hayan entendido el orden de prioridades; pero no deja de ser una buena noticia que finalmente lo hayan comprendido.
No estaría justificado que el tren de alta velocidad más caro se hubiera hecho en nuestra tierra. Por razones orográficas, las mismas que dificultan el AVE, ya tuvimos la autovía con la meseta más cara (también la última en terminarse). Pero aquello sí estaba justificado.
Ahora que hay acuerdo en una petición razonable (un tren de altas prestaciones que haga el trayecto a Madrid en tres horas) podemos ir a Madrid sin necesidad de hacernos pasar vergüenza.
Ahora nuestro presidente puede sentarse con el presidente del Gobierno de España y decirle. “Mira, nosotros no pedimos un AVE; nos conformamos con este otro tren competitivo y lo queremos ya”.
Es más, tener un tren apropiado a nuestras características demográficas y económicas puede ser un valor en el futuro, frente a otras líneas y estaciones que pueden ser un erial. No queremos más aeropuertos sin aviones, puertos deportivos sin barcos y ferrocarriles sin trenes: el dinero de todos se puede invertir mejor.
Y no sólo eso, estamos en disposición de hacer un cálculo de lo que se ha gastado el gobierno central en conectar por AVE Madrid con otras poblaciones mucho menores y solicitar una compensación.
Convendría tener claro lo que queremos pedir por el ‘agravio’ de no tener AVE. Y ahora que se ha inaugurado la etapa del diálogo y el consenso en el Parlamento, ese debería ser el siguiente paso: una lista de infraestructuras vitales.
La conexión con Castro Urdiales y Bilbao es prioritaria, pero también hay que hablar del ancho de vía, del recorrido hacia Asturias y de la mejora de las cercanías del área metropolitana de Santander.
Y no quedarnos en las infraestructuras: está abierto y sin estrenar el debate sobre lo que queremos ser de mayores.
Necesitamos actividad, hace falta crear empleo que aporte valor añadido. Y hay quien piensa que si logramos eso, los trenes, los aviones y los barcos querrán llegar a Santander. La casa por los cimientos.
Que se fijen en los acuerdos de Estado que han salido bien, en las líneas rojas que no se deben rebasar en asuntos como el terrorismo o las pensiones; o en los problemas que generan desacuerdos en Educación, Sanidad y modelo de Estado.
También para un desarrollo económico podemos pedir colaboración al Estado. Pero antes conviene que estemos de acuerdo en lo que pedimos. Esta tierra necesita de sus políticos que abran la etapa de la colaboración y dejen los asuntos estratégicos fuera de la confrontación de partidos, de la guerra de sillones y de poder.
La lucha de poder autonómico y local es un mal necesario, pero la sociedad civil exige cambiar las reglas del juego y que lo que se confronten sean ideas, méritos y atribuciones reales; no más propaganda-ficción. No más uso partidista de los temas estratégicos.
Y es aquí donde más dudas surgen. El acuerdo en el Parlamento de Cantabria es sólo un primer paso. Pero no podemos llevarnos a engaño: PP, PRC y PSOE ya acordaron en su día las alegaciones al Plan Europeo de Infraestructuras de Transporte, cuando Cantabria se quedó fuera de todo.
Para negociar hace falta poder de negociación. Eso en política cántabra se traduce en cinco diputados y tres senadores, que en un momento determinado pueden ser decisivos. Es una gran pregunta, ahora que se acercan las Generales.
¿Se unirían PP, PSOE y, vaya usted a saber, Podemos o Ciudadanos, para votar juntos en el Congreso o en el Senado por Cantabria olvidándose de la disciplina de voto?¿O volverán a utilizar argumentos peregrinos para justificar un voto que perjudica a Cantabria, como con el fracking (PP) o la financiación de Valdecilla (PSOE) en su día?
Nos hace desconfiar que todos los actores sean los mismos del pasado: Revilla, Nacho Diego, Rajoy. En el PSOE es nuevo Pedro Sánchez, pero la última vez que estuvo en Cantabria utilizó el AVE para atacar a Ciudadanos y volvió a prometer la luna para Cantabria.
Los nuevos, Podemos o Ciudadanos, están fuertemente centralizados y muestran también algún tic sectario: ¿Se rebelarían contra Pablo Iglesias o Albert Rivera por Cantabria?
En el futuro veremos, si este acuerdo parlamentario es más papel mojado o si hay un viraje hacia la comprensión de las demandas sociales. Lo que tienen que tener claro es que estamos vigilando.