Reclutadoras
||por MARIANO LÓPEZ DE MIGUEL, historiador||
Durante el último año, tomándose como referencia básica la caída de Mosul a manos del mal llamado Estado Islámico, no pocos académicos han centrado sus estudios –muchas veces erróneamente- en el papel de la mujer en esta organización.
Bien es cierto que el trato hacia las mismas lleva implícito una ideología excluyente tal cual los talibán afganos o pakistaníes o imbuida por el wahabismo del reino de Arabia Saudí (una ideología basada en el el credo sunita más ortodoxo y excluyente), donde el papel de la mujer queda cuasi relegado al de madre, esposa y en el peor de los casos, mueble de adorno.
Pero (siempre hay un pero) no debemos dejar de lado ciertos aspectos, ya vistos desde la invasión ilegal de Irak en 2003, junto a apreciados en otros conflictos como es el de Palestina o Chechenia.
En primer caso, sería el del terrible uso de la mujer como instrumento de guerra.
¿A que debemos esto? Es sencillo: En los casos anteriormente mencionados, principalmente en ciudades como Gaza, o la capital chechena, Grozny, el índice de varones combatientes cayó en picado en el decenio 1995-2005.
Todo ello en base a la consideración de cualquier joven mayor de 14 años como combatiente en potencia, dando lugar pues, a detenciones ilegales, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales.
Esa “sangría” de combatientes, dio pie a que mujeres de un amplio espectro de edad, clamasen venganza por sus padres, maridos e hijos asesinados.
LAS VIUDAS NEGRAS
La primera shahidka o suicida, “viuda negra” en el argot de los servicios de seguridad fue Khava Barayeva, hermana de un señor de la guerra y secuestrador, Arbi Barayev, la cual se inmoló en el bazar de Grozny asesinando a tres coroneles del ejército ruso que dieron la orden de caza de sus familiares.
Tras este primer acto, los ataques suicidas de mujeres, se multiplicaron: Desde Wafa Idris en Jerusalén, hasta conversas en Irak (entre ellas en 2005, una antigua panadera de origen belga que vengó igualmente de este modo la muerte de su esposo un integrista tunecino que se desplazó a combatir en la antigua Babilonia).
La gente horrorizada, se preguntaba y pregunta que puede dar pie a estos actos de barbarie. La respuesta, si bien no es sencilla puede derivar en dos aspectos.
Por un lado, desesperación, de mujeres que han perdido todo, se ven desplazadas por lo general en sociedades patriarcales y no encuentran su lugar en este mundo actual (Wafa Idris no era religiosa, pero había sufrido un desengaño amoroso y fue repudiada por su pareja, ante ello, optó por el sacrificio supremo para honrarse ella y a la par, defender a su pueblo).
En el caso de las conversas, el discurso es harto similar al de la captación de jóvenes musulmanes de segunda generación para combatir al régimen apóstata sirio y/o iraquí: “Dicen que sois libres, pero no ganáis dinero, os siguen vigilando y observando, nada os puede dar este mundo corrupto”.
El lavado de cerebro en ese sentido es total: Dos niñas austríacas de origen bosnio, se inmolaron en Damasco en 2013. Varias adolescentes británicas burlaron a sus profesores en un viaje de estudios en Istanbul para cruzar la frontera en Hatay, dirección a Siria. Y una bloguera siria, que malvive en la capital del califato pro tempore (Raqqa) pudo grabar con una cámara de móvil a varias chiquillas de origen francés en un cibercafé, hablando con sus familias vía Skype y denominando al Califato “el paraíso en la tierra”.
Con todo, ya han tenido suerte. No sufren como botín de guerra, tal cual las niñas yazidíes o kurdas de Mosul. O directamente no son ejecutadas como varias jóvenes de origen armenio tras ser violadas.
LAS RECLUTADORAS
Mención aparte merece un nuevo fenómeno. No es otro que el de las reclutadoras, principalmente en ciudades europeas como Hamburgo, ya tristemente famosa por haber acogido a una célula de Al Qaeda que acabaría siendo la eminencia gris de los ataques del 11-S.
Este nuevo paradigma da pie a pensar que la mujer puede despertar menos “sospechas” para, a través de organizaciones de beneficencia captar a chicas jóvenes e imbuirlas de un discurso radical.
Pero no nos llamemos a engaño una vez más. No es un fenómeno exclusivamente religioso o similar.
Pasó en los años 80 del siglo pasado, con los tigres tamiles en Sri Lanka.
Y una reclutadora fue asimismo la kamikaze que acabó con la vida del premier hindú, Rajiv Gandhi.
Y podríamos añadir que no pocas mujeres de una rama desviada de la Iglesia de los Santos del Último Día o mormones, usa una retórica sectaria para captar mujeres en aras de aumentar la poligamia de ese grupo.
Malo sería si los gobiernos empiezan a detener a mujeres de credo islámico por temores –reales o infundidos- de que actúen de captadoras de integristas. Darán alas pues, al discurso de los radicales.