El legado que aún queda por descubrir de Eulalio Ferrer
Uno de los publicistas y expertos en comunicación más importante de América Latina; da nombre a unos premios con más dotación económica, por ejemplo, que el Premio Nacional de la Literatura o los Princesa de Asturias; fue uno de los mayores promotores del amor por el Quijote (creando un Museo específico en México y donando una estatua en Santander), creó la Fundación Cervantina, lleva el nombre de una calle (desde hace muy poco, en sustitución de la calle Falange) y de un hogar de jubilados.
Y aún así, poco se sabe de Eulalio Ferrer en una Santander, su Santander, que le ha rendido algún honor, pero que no se ha esforzado en preservar: su compromiso con la difusión del idioma español y de la figura del Quijote, sus conocimientos en el mundo de la población, su labor en el exilio y su protagonismo en la historia de la prensa local cántabra, así como en la vida del Santander previo a la Guerra Civil y en el campo de la memoria histórica (estuvo en un campo de concentración).
Todo eso, más su labor filantrópica, es la parte que, aunque poco, se conoce de Eulalio Ferrer, santanderino exiliado en México, ya fallecido.
Pero, al igual que en las escenas del Quijote que transcurren en la venta (posada) se iban abriendo y cerrando historias, aún quedan baúles por abrir en la biografía de este referente santanderino.
Algunos de ellos los apuntaba en una charla en la Librería Gil el escritor José Ramón Saiz Viadero, seguramente el mayor experto en la historia de la ciudad de Santander, amigo personal de Ferrer, hasta el punto de que es él quien ha escrito las memorias del genial publicista y comunicólogo.
MEMORIAS Y DIARIOS
Se titulan ‘Memorias de un superviviente’ y están redactadas “como si las hubiera escrito él”, con una mezcla de textos recopilados de lo hecho y dicho por Ferrer, porque “la memoria es es lo que uno va desperdigando a lo largo de su existencia”.
Así como de las anotaciones constantes realizadas por Saiz Viadero en lo que es una costumbre gracias en su labor casi documentalista. “En algún momento habrá que publicarlas”, apuntaba.
Pero hay más: Saiz Viadero advertía de que la familia de Ferrer aún no ha abierto todos los baúles y cajas en los que están escritos, a mano, con su característico color verde, sus diarios, “que aún no han sido descubiertos”.
Porque documentar la realidad fue una de las obsesiones de Ferrer, el hombre que desde niño quiso poseer un periódico (y que con 16 años se convirtió en el director de periódico más joven del país, al frente de Nueva Ruta).
Lo hizo en varios formatos, como un periódico, un diario, que llegó a escribir en los tiempos del campo de concentración, contando lo que en él pasaba, en un texto que escribía a mano, pasaba a máquina y cuya única copia circulaba de mano a mano entre todos los allí recluidos.
SU SEGUNDA NOVELA ES SU PRIMERA NOVELA
Pero también en una novela, su primera novela, la novela perdida, porque fue pasto de las llamas cuando entraron los nacionales en Santander, y en la que relataba los primeros años de la II República en la ciudad y ciertos comportamientos que hicieron que acabara temiendo represalías.
Así que, al margen de los textos personales que fue desgranando o la parte de los diarios que sí están publicados, y sin entrar en su literatura profesional, sobre el mundo de la publicidad (textos desconocidos en España, pero estudiados en México y América Latina), decimos, al margen de esas letras, ‘Háblame en español’ (la excusa para la charla en Gil) es su primera novela.
Pero a la vez es su “testamento”, dentro de esa mezcla entre realidad y ficción que resulta especialmente coherente en un devoto del caballero andante que veía como reales sus sueños, o en ese hombre que confesó que el Quijote le salvó la vida en el campo de concentración gracias a la recreación de sus historias.
De este modo, la novela habla de su mundo, el de la publicidad, desde la ficción, introduciendo en ella a personajes del mundo real, desde ilustres políticos hasta algunos de sus amigos, como bien pudieran ser el propio Saiz Viadero o Jesús Gutiérrez Morlote, histórico jefe de Cardiología en Valdecilla y representante en Cantabria de la Sociedad Cervantina (u otros presentes en la charla, desarrollada a los pies de las baldas de Gil en la que había varias ediciones del ingenioso hidalgo).
O repasando algunas de sus obsesiones, como el periodismo o la filantropía, el compromiso con su entorno más cercano.
De momento diarios, textos publicitarios o las memorias son escritos cuya publicación está por ver, pero es inminente la edición de un libro homenaje escrito por varios autores a Eulalio Ferrer a cargo de la Universidad de Cantabria.
Porque incluso muerto, Eulalio Ferrer sigue cumpliendo una de las funciones que más le gustaban: conectar a gente entre sí, es decir, favorecer la comunicación.