Arde Cantabria, ardemos todos
Arde Cantabria.
Ardemos todos.
Arde lo que somos,
lo que nos hace, nos cría, nos sustenta y aguanta.
Ardemos todas.
Infierno en invierno.
Lenguaje que no habla:
El viento no quema, propaga.
El viento no quema, propaga.
Quema el que prende.
Prende el que no ama…
más que su bolsillo.
Prende el que no siente…
más verde que el del billete.
Prende el que no quiere.
Ay, que mi ardor no es el de Pandora,
ni hay princesas Mononoke que batallen.
Ay, que mi ardor es tan real que duele.
El ardor que ni El Cantábrico calma
cuando El Sur sopla
y el villano urde.
Villas y valles que ni la lágrima apaga.
Y valor en quien a las llamas se enfrenta uniformado o en cuadrilla.
Y solidaridad con quien en la puerta de casa teme.
Teme. Y temo de nuevo, como desde que tengo conciencia.
Y antes.
Pues conocido es y remedios pocos hay.
El llanto no lo es.
Llorar no previene ni educa.
Ni denuncia ni aísla.
Ni legisla ni sofoca más que el quemar de nuestros adentros.
En manos de unos pocos
está en juego lo de todos.
Como cuando el paciente
o el estudiante
se vuelve cliente.
Unos pocos en cabañas.
O en parlamentos, igual da.
Quemao.
Recalificao.
El verde del billete es más extenso que nuestros praos.
Su verde no es el mío.
Su verde es la estafa que privatiza beneficios y socializa pérdidas.
Su verde es negro. Ceniza.
Su verde no es el mío.
Su verde es negro. Ceniza.
No ponen puertas al saqueo como no se las ponen al campo.
Yerran. Nos queman.
Su verde no es el mío.
Mi verde son los montes,
los praos hasta la costa,
los valles y cimas,
los picos y simas.
Arrasan con todo.
Y desde aquí les digo:
Nuestra tierra no se toca!
No nos queda más.
No nos queda otra.
Nuestra tierra no se toca!
Ni fracking ni ley de costas.
Ni fuegos ni hostias.