Los creadores buscan su sitio
Digámoslo claro: la cultura también es sociedad civil, y los creadores también pueden ser activistas, desde sus propios campos y buscando la transformación de sus realidades más cercanas.
Lo saben muy bien en el mundo de la música y la noche, que ha visto como el debate que han sufrido durante años más o menos en silencio, las consecuencias que el descontrol normativo y la descoordinación institucional tenían sobre la celebración de conciertos y espectáculos, en especial en Santander.
O la gente del sector, del mundillo, que opinó y participó en el debate público sobre el diagnóstico realizado en torno a la situación de la cultura desde la Fundación Santander Creativa, incluso aquellos que reclaman más información que la que les ofrecen sobre el Centro Botín/Sagrada Familia del que dijeron que iba a cambiarlo todo, pero sin contar con ellos.
¿Quién le puede negar la categoría de dinamizador de su entorno a asociaciones como Sol Cultural, como ejemplo más gráfico de un colectivo que contribuye a mejorar algo que ya existía o a Eureka y su implicación en la zona de San Simón?
Poco a poco, se va abriendo paso un debate sobre el peso de la cultura en su entorno, y sobre el espacio que debe ocupar. Literalmente, lo del espacio.
Iniciativas como el espacio Llaves, puesto en marcha por la empresa La puerta de atrás, y que convierte espacios en desuso en ‘escaparates’ para actividades culturales y acciones creativas han servido para llevar a la práctica la posibilidad de una nueva relación con los espacios de la cultura.
Que pueden pasar por los grandes murales e intervenciones de Desvelarte, o por el debate que abrió la rehabilitación y ocupación para distintos usos, entre ellos, los culturales, de la finca abandonada Espacio Argumosa en Torrelavega, dentro de un debate más amplio que, insistimos, poco a poco, se ha ido abriendo y que está canalizando un grupo de trabajo creado en el seno de La Vorágine.
Se busca crear, se busca un nuevo espacio que vaya más allá de los escenarios clásicos: surgen nuevos escenarios y los viejos se reinventan.
Es puro Darwin: nadie consigue encontrar formas alternativas de respirar mejor que aquel que se está quedando sin aire. Y eso es algo casi consustancial al mundo de los creadores, obligados a evolucionar constantemente. A cambiar a lo grande para no empequeñecer, a cambiar de género para salir de la zona de confort, a cambiar de aires o de formatos para sorprender, que es lo que tienen en común.
EDITAR O MORIR: EL LIBRO, EN CONSTANTE RENOVACIÓN
Salir de la zona de confort es lo que hizo, siguiendo el consejo de su padre (el querido ilustrador José Ramón Sánchez se lo dijo en público, como hacen los padres los grandes reproches, en este caso en el festival Corto y Creo), Daniel Sánchez Arévalo salió de la zona de confort en la que se había instalado desde su llegada al cine, hace ya cuatro exitosas películas, y trasladó sus aperos creativos al mundo del libro, con su primera novela, La isla de Alice, finalista al Premio Planeta.
El sector editorial lleva tiempo en crisis, y por tanto lleva tiempo innovando, llevando nuevos estilos y firmas a sellos consolidados como Planeta.
Porque allí, además del santanderino de origen Sánchez Arévalo ha dejado su firma otro santanderino, tanto que lo lleva hasta en el apellido.
Es Javier Gómez Santander, periodista, exmeteorólogo absurdo, fundador de La Sexta Columna de La Sexta y alumno aventajado de Ferreras, llevó su particular estilo a una disparatada y profunda novela, ‘El crimen del vendedor de tricotosas’, ambientada en Santander, y ambientada también en el mundo de los circos mediáticos.
Sin el peso y poso de Planeta, hay otras editoriales cántabras nacidas en tiempos de locos, en tiempos de crisis (crisis sobre la crisis, la del sector editorial sobre la de la economía general), como Libros del KO, que empieza a ser veterana con una coherente apuesta por la novela-reportaje y por las historias detrás del deporte, fruto de los perfiles de sus fundadores entre los que se encuentra Emilio Sánchez Mediavilla, viajero forzoso, amante de las traineras y gran manipulador de las letras y las emociones.
O, más reciente, Libros.com, nativa de Internet y nativa del crowdfunding, con el cántabro Raúl Gil en su equipo, que este año ha apostado fuerte por una línea de trabajo centrada en el periodismo de investigación (tan fuerte que esa área de trabajo la dirige una firma mítica, Antonio Rubio, confundador de El Mundo), que le ha llevado ya a publicar, con una perspectiva más pausada y de fondo, libros de temas tan potentes como el terrorismo de ETA o los casos Gürtel y EREs de Andalucía.
LO SUYO ES PURO TEATRO
Santander parece una ciudad pequeña, con poco movimiento, poco público y poca actividad. El tópico se queda más lejano aún si se mira al mundo del teatro, donde se acumula una nada despreciable (de hecho, sorprendente) actividad sobre las tablas a cargo de compañías o salas privadas.
Empezando por un ya adolescente Miriñaque (quince años), que empezó como compañía y luego sumó una escuela y una sala, y que, por tanto, combina la formación con la programación en ciclos estables (uno de sus grandes aciertos, que ha conseguido ‘educar’ a un público que sabe que tiene oferta) con la producción propia, estrenando este año montajes que van desde el cambio climático explicado a niños que no saben del París de las cumbres o evocando desde el pasado la crisis de los refugiados.
Están ofertas tan interesantes y cuidadas como las del Café de las Artes o Ábrego, que se combinan con apuestas novedosas como Sala de Tres, fundada por tres mujeres que han encontrado su nicho en la formación, en espacios para conciertos íntimos, y en innovación teatral
O El Principal, presos de una locura programadora y versionadora que les ha hecho acumular en poco más de un año repertorio y reparto, con montajes en las que, váyanse a saber por qué traumas, tienden a llevar al extremo las peores pulsiones humanas para sorprender a un público que bastante tenía ya con el factor sorpresa de no saber desde un primer momento dónde está la sala, descubrir que se llama Principal por que se corresponde, directamente, con un piso de los clásicos de la ciudad; y acabar tan cerca de los actores que llegan a sentir su aliento o a quedarse sin, como cuando se leen párrafos tan largos como este.
Conviven sobre las tablas cántabras jóvenes referentes que empiezan a despuntar en Madrid como el santanderino Jaime Zataraín, protagonista del musical ‘Priscilla, reina del desierto’; apuestas sencillas como el grupo de teatro aficionado ‘Unos cuantos’, con fuerte contenido social (como prueba uno de sus principales montajes, ‘Brotes verdes’);
O citas fuertemente consolidadas, como la Muestra de Teatro Internacional Contemporáneo de la Universidad de Cantabria, que desde este año tiene en el público la silla vacía de su fundador e impulsor, Isaac Cuende, responsable de que desde hace 26 años se abriera a nuestro alrededor una ‘sucursal’ del teatro crítico, diferente, de fuera, y en quien personalizamos, a título póstumo, la representación de esta nominación.
EL CINE SE HACE MAYOR
Y en esas estábamos cuando muchos de los jóvenes realizadores empezaron a tener que quitarse la coletilla de jóvenes, porque poco a poco sus iniciativas, sus proyectos, empiezan a sumar ediciones (la escuela de formación ‘El cine en tus manos’ ya va por su tercera, el festival Corto y Creo ha cumplido el lustro) y los miembros de la comunidad que lo conforman empiezan a sumar currículums de varias líneas, sus particulares títulos de crédito.
Tampoco es que hayan llegado a la zona de confort, pero el caso es que, por inercia, ambición o necesidad, los proyectos se van haciendo más grandes: el largometraje ‘Hazlo por mí’, de Álvaro de la Hoz, de Burbuja Films, a punto de caramelo para su estreno; o el futuro largometraje que supondrá la continuación del salvaje y tan divertido como desconcertante cortometraje ‘Dientes de otro’.
Pero, sobre todo, de la mano del Sobre todo, obtienen reconocimientos, en forma de buenas sensaciones como las que se trajo Manu Ortega de Sitges o de premios como los que vienen recogiendo Álvaro Oliva, o Nacho Solana, que en 2015 ha llevado al cortometraje lo más cerca posible de la alfombra roja, con una preselección para el premio Goya mejor cortometraje. No pudo ser, pero su trabajo ´Namnala’ va precisamente de segundas oportunidades, así que puede que esto haya sido un primer paso.
Selección a los Goya que sí consiguió otro santanderino, Álvaro Longoria (que ha trabajado con grandes como Antonio Banderas o Benicio del Toro) en la categoría de Documental (en la que también competían los hermanos Montero), con una (en año electoral) más que oportuna reflexión sobre la propaganda, como demostró la polémica en su acto de presentación.
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