Víctima(s) y verdugos
“Jokin, Carla, Arancha, Diego, Alan. Nadie hace o dice nada. El bullying son «cosas de críos». Ya veo ya»…Leo en el muro de Facebook del historiador, y compañero, Mariano de Miguel. Y pese a ese muro “virtual” que construimos, como “zona de confort”, para hacer posible esa pequeña utopía, a la medida de sueños que, a veces, chocan contra la Realidad; y, pese a ese “muro”, siento su dolor y su indignación.
“Esto es un fracaso de todos. Un problema que existe y que se minimiza” escribe Oscar Allende también en su muro, donde añade un enlace a la carta de suicidio que Diego, el joven de 11 años asesinado por la INDIFERENCIA el pasado 14 de Octubre en Leganés, les escribió a sus padres antes de suicidarse porque ya no soportaba el “acoso” al que venía siendo sometido:
“’Mirad en Lucho’, -su muñeco preferido en el que dejó su carta de despedida-: «Papá, mamá, estos 11 años que llevo con vosotros han sido muy buenos y nunca los olvidaré como nunca os olvidaré a vosotros. Papá, tú me has enseñado a ser buena persona y a cumplir las promesas, además, has jugado muchísimo conmigo. Mamá, tú me has cuidado muchísimo y me has llevado a muchos sitios. Los dos sois increíbles pero juntos sois los mejores padres del mundo. Tata, tú has aguantado muchas cosas por mí y por papá, te estoy muy agradecido y te quiero mucho. Abuelo, tú siempre has sido muy generoso conmigo y te has preocupado por mí. Te quiero mucho. Lolo, tú me has ayudado mucho con mis deberes y me has tratado bien. Te deseo suerte para que puedas ver a Eli. Os digo esto porque yo no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir. Por favor espero que algún día podáis odiarme un poquito menos. Os pido que no os separéis papá y mamá, sólo viéndoos juntos y felices yo seré feliz. Os echaré de menos y espero que un día podamos volver a vernos en el cielo. Bueno, me despido para siempre. Firmado Diego. Ah, una cosa, espero que encuentres trabajo muy pronto Tata.
Diego González»
“Tengo 55 años y he llorado como un niño” se puede leer en uno de los muchos comentarios hechos al hilo del artículo. -Yo también he llorado-. Lloro mientras golpeo este maldito teclado que no me deja expresar lo que siento desde que leí la carta de Diego. Y las palabras no muestran las pausas al escribir, la medida del dolor, ni la mirada inundada de lágrimas que no saben qué hacer y se quedan a la espera…de llorar otra vez…
Probablemente con esta carta se reabra el debate sobre la violencia en los centros escolares, sobre la necesidad de tomar medidas, sobre la responsabilidad que tenemos como sociedad a la hora de crear y consentir cada vez más “espacios de impunidad”.
Probablemente se hablará de la necesidad de desarrollar y afianzar protocolos para detectar a tiempo situaciones como las de Jokin, Carla, Arancha, Diego, Alan. Se hablará de “Víctimas y Verdugos” y se repartirán los papeles.
Quizás se hable también de la necesidad de una mayor pedagogía en los centros educativos, en los espacios de socialización de los niños y de los jóvenes.
Habrá quien se pregunte:¿qué estamos haciendo mal?
Y se intentarán abordar los porqués a algo que nos resulta inexplicable. En el debate, seguramente, habrá quienes reivindiquen una vuelta al “principio de autoridad” en una sociedad líquida, diluida en su “pedagogía del buenismo”, que despersonaliza la culpa y nos convierte en “idiotas morales” incapaces de asumir y medir el alcance de nuestros actos. Todo ello resumido en la frase “Una hostia a tiempo hace milagros”.
En una historia donde si por “hostias” fuera estaríamos todos “curados”.
Quizás también haya quien recuerde a tantos y tantos otros Jokin, Carla, Arancha, Diego y Alan, en sus diferentes formas, guerras, conflictos, contextos, realidades y Olvidos.
De la hipocresía de una sociedad, y de un sistema, que mata a golpe de tirita y mercromina.Que llora lágrimas de cocodrilo con un bolso de piel al hombro. Que casos como este no son sino el espejo donde se mira la misma sociedad que alimenta y se alimenta de Violencia.
Que los centros escolares son el laboratorio para los primeros ensayos, que “nuestros” jóvenes solo son su “muestra” más pequeña. De tantas cartas escritas y no publicadas, de tantas cartas escritas y no firmadas, de tantas cartas con hojas en blanco y la tinta invisible de esta maldita INDIFERENCIA.
“Me hierve la sangre al pensar que Diego jamás tendrá la oportunidad de crecer y ver que hay otro lado, hacer amigos y conocer gente estupenda que te ayudan a recomponer la confianza en ti mismo trozo a trozo” escribe Eva Mora en su muro, poniéndose en el lugar de Diego. Y su dolor, su indignación, como la de Mariano, como la de Oscar, como la tuya que estás leyendo, no hay muro ni virtual, ni real, que lo contenga. Y ese es el primer paso para luchar contra esta maldita INDIFERENCIA.
“Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mi rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin” (La Rosa y el Principito).
Luis Ramón
Yo lo viví, era angustioso. Cada noche me acostaba sabiendo que al día siguiente, a 200 metros de mi casa, me esperaba la primera paliza. El mismo individuo, 4 años mayor que yo, me pegaría la segunda paliza durante el recreo. La tercera me caería volviendo a casa. La cuarta me tocaba regresando al colegio después de comer, la quinta era durante el recreo de la tarde y, la sexta, al salir por la tarde terminadas las clases. Era inevitable. Él vivía en el único camino que yo podía seguir para llegar al colegio de la Salle y sus abusos me convirtieron en el niño al que por decreto los demás niños podían pegar. Siempre asustado, imposible atender en clase ni concentrarme en casa con los deberes, por lo que mis notas semanales eran merecedoras de castigo paterno y/o materno. Contar lo que me ocurría era imposible, mis padres o los frailes tomarían medidas pero, para mí, las posteriores represalias que el verdugo llevaría a efecto serían peores. Él malandrín siempre estaba apoyado por su cuadrilla y me temía cosas más horribles aún, con las que me amenazaban si me chivaba. Una tarde me dejaron sin sentido en la cuneta por un mal golpe en la nuca, hasta que una señora acertó a pasar, me recogió y llevó en brazos a casa, a no más de un kilómetro del cole. Días después tuvieron que operarme por el enorme acceso de pus que, debido al golpe, se me formó. Aguanté mudo y mentí, dije que me había caído. La cicatriz que conservo en la nuca me recuerda aquellos tiempos, la cicatriz y la lesión de la C1 y C2 para mi resto de vida. ¿Por qué? Porque mi padre era Juez. Me extendería en narrar las vejaciones que llegué a vivir y la de veces que planeé mi suicidio durante aquellos dos años, hasta que aquel chulo tuvo 15 años y comenzó a ser otro. 30 años después, habiéndome escuchado en una entrevista radiofónica hablando de mi primer disco en solitario, supo que yo estaba en el pueblo y vino a visitarme para pedirme perdón. Así supe que aquel recuerdo había sido la pesadilla de su vida, hasta el punto de habérsela narrado muchas veces a sus hijos como ejemplo de lo que nunca debieran hacer. Claro que le perdoné, ya lo había hecho mucho tiempo atrás, a él, al que tardó 40 años en imitarle y los que me miran hoy en día avergonzados. Sé que eramos críos, pero en la huella de mi carácter quedó imborrable el espíritu de la tristeza y la tendencia suicida, afortunadamente todo paliado, claro que solo en cierta medida, por las suertes que me ha dado la vida para volver a reír. Aunque, cuando por alguna circunstancia me siento triste, no solo he de trabajar para salir del mal estado, aveces también he de soportar el súbito deseo de suicido. Aquel chaval, fruto de la malicia e ignorante entonces de las consecuencias, incrustó en el patrón químico de mi inocencia lo que no debiera. Comprendo a Diego, la noticia de su suicidio he reabierto mi yaga, por lo que agradezco este espacio de Comentario para desahogarme por mí y por él. Abrazos.
Jose Elizondo
Uff…Gracias Luis Ramón, por tu valentía, por tu generosidad, por tu ejemplo, por tus palabras, por tu mirada …gracias, de verdad, de corazón. Un fuerte abrazo…
jose luis quintana mantecon
Al fin todo nace de la misma crueldad y desamparo ; hace unos minutos estuve enterándome del origen , sufrimiento y huída , de su penosa marcha y aún más triste llegada de los emigrantes Sirios a tierras del norte de Europa.
Parece que fué Dinamanarca la primera en registrar a los refugiados buscando bienes de valor , o dinero que confiscar . Parece que Suiza lo viene haciendo desde hace tiempo ,y ahora un diario alemán desvela que al menos dos estados del sur , Baviera y Baden Wurttemberg se han subido al carro de la desverguenza.
Parece que la policía puede quedarse con las cantidades que superen los 350 euros; que este dinero se repartirá por la administración local para hacer frente a los gastos sociales. Las joyas familiares también están incluídas en esta norma.
Cuando estos políticos vayan de vacaciones a Jordania o Egipto no les cobrarán por el uso de las carreteras, el disfrute de sus playas o la amabilidad de sus gentes.Si seguimos así solo será de momento
En la desgracia de Diego , lo explica bien Elizondo: indiferencia , crueldad.. lo mismo que en Baden.
Con los mejores deseos
Jose Elizondo
Gracias Jose Luis, coincido contigo: «Al fin todo nace de la misma crueldad y desamparo»,un fuerte abrazo.