Tengo un sensor para usted
Lo han tildado de ocurrencia y lo habéis comentado mucho: un acuerdo entre Correos y el Ayuntamiento de Santander abre la puerta a que los carteros, en su trayecto diario por la ciudad, informen de incidencias como coches mal aparcados o basura en las calles, apuntándolas en sus PDAs.
La respuesta, de puro obvio, fue inmediata: son funciones que le corresponden a otros profesionales del servicio público local, como la Policía.
La idea partía de tres lógicas equivocadas:
–Olvidar que la policía local, con más medios que los carteros en Santander, ya está en la calle a diario. Se entendería la propuesta si por las calles de Santander a lo largo del día no hubiera más personas consagradas al servicio público (cuyo trabajo, por cierto, se ha afeado con esta propuesta, ¿es que acaso no están haciendo su trabajo?)
-Derivar las responsabilidades de políticas propias a otras administraciones. La competencia en materia de limpieza o aparcamiento es municipal, el Ayuntamiento tiene efectivos propios (o privatizados, pero que dependen de ellos, al fin y al cabo) como la Policía o las basuras y resulta que Correos depende del Estado.
Es decir, se están trasladando a otra administración unas funciones que son responsabilidad del Ayuntamiento y para las que ya tiene medios y personal.
Se entendería el recurso a otra Administración si el problema en la ciudad fuera imposible de abordar con los medios municipales.
¿O es que hay acaso un problema grave de limpieza y falta de respeto al aparcamiento en la ciudad que Santander no puede abordar por sí misma y que, de ser así, no se nos está trasladando a los contribuyentes?
-Y la última lógica, la que late en buena parte de la política Santander, la que durante décadas ha sido tónica en Cantabria con todos los partidos y que finalmente, poco a poco, la lógica real ha acabado por enterrar: la política de vender lo que no se tiene mientras se desatiende lo que sí se tiene.
Esa es la lógica (sic) que hay bajo la idea de ampliar las competencias de los carteros en lugar de buscar cómo mejorar un servicio que no funciona bien al 100%, o en vender un Centro Botín o un Archivo que siguen sin existir.
Y además no encaja con el proyecto Smart, basado en la recopilación de datos de la ciudad a través de sensores que permitan tomar mejores decisiones de gestión, no en el envío de quejas e incidencias sobre problemas puntuales a través de dispositivos tecnológicos.
Y, sobre todo, a la hora de vendernos el proyecto, se apelaba a argumentos de autoridad, la existencia de un proyecto similar en Málaga que, según cuenta hoy Álvaro Machín en El Diario Montañés, no es lo mismo.
Primero fue Correos el que dijo que era similar, pero luego, en las respuestas a las (lógicas, razonables y, por supuesto, en su derecho) críticas de oposición y sindicatos, el equipo de Gobierno, junto a su habitual y automática descalificación general a todo aquel que bo comparte su opinión, llegó a decir que ese proyecto había tenido un “notable éxito” en Málaga.
Y el proyecto en Málaga es distinto. Allí se colocan los sensores en los vehículos de los carteros, de forma que hacen algo muy razonable: aprovechar sus rutas diarias para inspeccionar la ciudad amortizando el viaje sin hacer esfuerzo extra ni interferir en su trabajo.
Pero no se les exige un papel activo de registro de incidencias que a nadie se le habría ocurrido plantear a los carteros en lugar de otros profesionales a los que sí les entraría en sus competencias.
Así que ahora lo que tenemos son dudas: ¿ha sido una equivocación la alusión a Málaga o es que nos han mentido? Si nos han mentido, ¿por qué lo han hecho en algo que era tan fácil de comprobar? Entonces, ¿qué más exageraciones nos están diciendo y nos estamos tragando en la ciudad que está siempre “a la cabeza de”, “en el mapa de”, “en los primeros puestos de”, “liderando un proyecto pionero internacional en”?
No es que nos fiáramos mucho, pero… ¿vamos a tener que poner bajo la lupa y rebuscar en cada iniciativa que se nos presente, por muy chorra que sea, para conocer si nuestras instituciones, con el dinero de nuestro IBI, del agua y de las multas están haciendo el mínimo que es decir la verdad?
Tal vez no sea una mentira. La mentira es un acto consciente, se hace a posta. Y en Santander se ha sucumbido a la lógica de la infografía hasta un extremo en el que algunos ya sólo viven en esa ciudad perfecta que no tiene vecinos e instituciones quejándonse (I, II, III) y que no necesita ningún tipo de mejora.