Recientemente salió la noticia sobre que el lábaru podía ser cooficial junto a la bandera autonómica actual, la rojiblanca.

En ese momento pareció molestar a los sectores más españolistas de esta tierra, que empezaron una campaña de desprestigio hacía dicho símbolo. Se llegó a decir que era una bandera inventada, como si el resto de banderas que existen en el mundo no lo fueran…

Hace escasos días el partido político de Ciudadanos en Cantabria se negaba públicamente a aceptar dicha oficialidad por ser un paso hacía un nacionalismo cántabro que nunca existió según ellos.

Bandera del lábaru ondeando en Santander.

Pero, ¿si nunca existió porqué el temor a que sea un paso para él? Si les preocupa será porque ya existe como para dar los pasos que sean en la dirección que sea.

De todas maneras, lo evidente es que han mezclado dos cuestiones, una bandera que representa mayoritariamente al pueblo cántabro y puede oficializarse, con la de una ideología que la tiene como único estandarte, el nacionalismo cántabro.

Desde hace años el lábaru es más visto en multitud de eventos –sobre todo deportivos, pero también de otra índole– que la propia oficial. Lo que demuestra que esta bandera no es propiedad de una parte de la población de determinada ideología o sentimiento nacional.

Los diputados de Ciudadanos añadían que no era un debate que estuviese en la calle la posibilidad de oficializar este histórico estandarte, pero lo cierto es que se ha levantado bastante revuelo tras sus palabras, lo cual hace pensar que como mínimo el debate y el interés en el tema existe.

Es innegable la aceptación y el arraigo de esta bandera en Cantabria. Otra cosa es que pueda despertar algún tipo de recelo en el españolísmo cántabro que una bandera que originalmente empezaron a lucir mayoritariamente independentistas y regionalistas de esta tierra, con el pasar de los años haya sido asumida por todo el pueblo cántabro como suyo, independientemente de las ideas o del sentimiento nacional que cada uno tenga, sea cántabro o español, o incluso ambos a partes iguales.

Un lábaru con diseño circular alrededor del símbolo.

De fondo creo que lo que hay es un temor a que el pueblo que representa dicha bandera se dé cuenta de que puede valorarse mucho más y de que puede conseguir un mayor derecho a decidir sobre qué símbolos nos representan o cuales no.

Que esto pueda acabar siendo un debate sobre nacionalismo cántabro es más mérito de ese españolísmo que vive constantemente negando la existencia de todo aquello que no sea lo que imponen  que del propio nacionalismo cántabro (que desde luego existe, pero que lleva años demostrando su ineficacia a la hora de ser una alternativa política seria en Cantabria).

Personalmente no soy partidario de oficializar esta bandera. Y el motivo es sencillo: creo que no se necesitan oficializar símbolos que son usados por el pueblo con absoluta naturalidad. Que se oficialice no supondrá ningún cambio social o político de transcendencia en los miles de cántabros y cántabras que sentimos esa bandera como nuestra. No hará al pueblo que representa más libre.

En mi opinión es simplemente una cuestión de maquillaje democrático, y por eso, prefiero que el lábaru siga siendo lo que es. La bandera del pueblo cántabro, y no de las instituciones que muchas veces no nos representan como debieran.