Hacer una Internet más segura comienza por nosotros
Me preocupa que algunas de nuestras niñas tengan tantos seguidores y “Me gusta” en sus fotos de Instagram
Esa frase me la dijo Samara Oruña, la directora de la Escolanía Salvé, hará cosa de un par de años más o menos.
La soltó en una conversación en la que me proponía dar una charla sobre el uso de redes sociales a los chicos y chicas de la cantera de la Coral Salvé de Laredo.
Hasta ese momento veía muy claro el temario: tipos de redes sociales, opciones de privacidad, bloqueo de cuentas… Cuando me confesó su preocupación le pedí que me diera en nombre de usuario de una de esas chicas.
Fotos de una chavalilla de 15 años. Selfies por Laredo, frases de amor que parecen sacadas de un libro de Corín Tellado o de una Super Pop de nuestra época. Cosas de adolescentes. Lo preocupante es el número de seguidores, esos “me gusta” de tantos hombres (no chicos. Hombres) de procedencia tan diversa.
En ese momento me doy cuenta de que la charla a estos preadolescentes no debe ser sólo sobre el funcionamiento de las aplicaciones, sino que debe ir más allá, así que me pongo en contacto con una profesional del tema para preparar el material entre los dos.
Y entonces es cuando vienen más preguntas. ¿Y los padres? ¿Están preparados para esto? ¿No sería necesario que ellos también acudieran? Los hay que son antitecnológicos y se quedan tranquilos sabiendo que sus hijos no tienen cuenta en Facebook cuando no saben que existe Twitter, Instagram o Snapchat. Cuando descubran esas otras redes tendrán más miedo, ¿pero deberían tenerlo?
Lo ideal sería dotar a padres e hijos de un entorno adecuado para intercambiar experiencias y que unos aprendan de otros.
Porque, nos guste o no, las generaciones anteriores nos adelantan a velocidad supersónica en algunos aspectos. Y los chavales, les guste o no, deben ser conscientes de que nuestra experiencia vital también es válida para ver potenciales peligros en estos entornos.
Reconozco que no es fácil ponerse delante de un grupo de adolescentes a hablarles de conceptos como el grooming (el acoso que un adulto ejerce sobre un menor) o el sexting. Cuando les sacas el tema de intercambio de fotografías de carácter sexual a veces ves cómo se sonrojan algunas caras.
Esas caras cambian cuando les dices que compartir esas imágenes y mantenerlas en el móvil está tipificado como delito (difusión y tenencia de pornografía infantil), y se desencajan del todo cuando les avisas de que fotografiarse desnudo o desnuda se considera producción de ese tipo de pornografía.
Todo esto me vino a la mente en el Día de la Internet Segura. Un día en el que hay que recordar que la primera barrera para evitar los abusos en la red y mantener nuestra privacidad comienza, en muchas ocasiones, por nuestro propio comportamiento.