“Santander sigue con el modelo de segregación social tras el incendio”
El incendio de Santander, cuyo 75 aniversario se cumple este 15 de febrero y que se conmemora estos días, tuvo unos efectos a largo plazo que continúan hasta hoy, más allá de las consecuencias directas sobre los vecinos y comerciantes que se quedaron sin hogar (unas 10.000 personas afectadas).
Porque «al final unos volvieron al centro y otros no”, apunta la catedrática de Geografía de la Universidad de Cantabria, Ángela de Meer, y autora de trabajos sobre la reconstrucción de Santander tras el incendio.
Una reconstrucción que, según explicaba a BUENAS TARDES CANTABRIA, al coincidir en el tiempo con los primeros años de la dictadura franquista (el incendio fue en 1941), acabó reproduciendo los esquemas urbanísticos y el modelo de ciudad.
De hecho, según explicaba, el diseño lo hizo la Dirección General de Arquitectura, que se encuadraba dentro del Ministerio de Gobernación, coordinada con el Ayuntamiento de la época.
Y lo que hizo fue aplicar las teorías de ciudad que se barajaban en ese momento, en concreto, la teoría de “la ciudad orgánica”, que hablaba de la cabeza (los núcleos del poder), el cuerpo (donde se alojaban las funciones vitales, incluido el corazón, la parte espiritual) y las extremidades, como se consideraba lo que sobra.
EL MODELO FRANQUISTA DE CIUDAD
Traducido a la reconstrucción del centro de Santander, esta fue así:
-la cabeza la ocupaban los principales edificios del poder de la época, concentrados en la Plaza Porticada (donde coincidían las delegaciones civil y militar del Gobierno o la Cámara de Comercio.)
-el cuerpo, que englobaba el eje comercial San Francisco-La Blanca, el entorno de Juan de Herrera, junto a un eje espiritual, el corazón (el alma) que enlazaba la Catedral con la iglesia de La Compañía (los dos únicos edificios que fueron reconstruidos)
-y, finalmente, las extremidades, como la industria y los nuevos barrios de casas baratas donde se alojó la población expulsada del centro.
“Se plantea un modelo urbano muy segregado, en el que las clases de mayor nivel económico se quedan en el centro, en casas más amplias y dotadas de servicios; una clase media que se queda en torno a ese centro; y las de menores recursos, al extrarradio”, en ese caso, lugares como Campogiro (San Joaquín) o La Albericia.
Es un modelo que tuvo su continuidad más allá del incendio, y que se nota en esos mismos años, con la expulsión de los pescadores de su lugar tradicional, Puerto Chico o Tetuán, a las “extremidades”, un Barrio Pesquero entonces muy alejado del centro.
Y que no sólo pervivió en planes urbanísticos posteriores, como el Plan Comarcal de 1955, que definió una división funcional de la ciudad en áreas y perfiles.
“Santander sigue con el modelo de segregación social y funcional del incendio”, señala la catedrática de Geografía de la Universidad de Cantabria, autora de trabajos comparativos de la evolución de los últimos planes generales de ordenación urbana aprobados en la ciudad en los últimos años.
LA ACELERACIÓN DE UN PROCESO
Lo que sucede, según señalaba, es algo que conocen los expertos: “los hechos catastróficos aceleran los procesos urbanísticos».
Y, al respecto, enumeraba casos como el incendio de Chicago, el terremoto de Lisboa o la destrucción de ciudades europeas en la Segunda Guerra Mundial.
En este caso, los alcaldes santanderinos previos al incendio ya habían iniciado movimientos de derribo y sustitución de viviendas viejas.
Pero con el incendio “surgió la oportunidad de cambiar la morfología y los usos del centro de la ciudad”.
Era, y así lo cita documentación de la época, “la oportunidad de crear un barrio Salamanca” y “ un proceso de renovación urbana”
Porque lo que ardió no fue toda la ciudad sino todo el casco histórico medieval, desde la actual Plaza del Machichaco, hasta la calle Tantín (por el norte) y la calle San José (por el este).
Ángela de Meer puntualiza que la reconstrucción dura más allá de los años inmediatamente posteriores al incendio: se extiende hasta 1955, ya que el proceso incluye la construcción de nuevos espacios, aquellos a los que se “expulsó” a la población que vivía antes en el centro.
Grupos de viviendas de promoción pública, como Pedro Velarde (en el entorno de la Plaza de Toros), o las viviendas de Campogiro y La Albericia.
CÓMO CONTINÚA ESE MODELO
Ese modelo de definición de la ciudad, en el que el cuerpo (el poder) se acumula en el centro de la ciudad y lo que sobra en el extrarradio se manifiesta en distintos aspectos a lo largo de la historia e incluso recientes en la historia de la ciudad:
-Es en ese eje físico de poder donde se acaban instalando entidades como Caja Cantabria o el Banco Santander; donde estuvo la Policía y siguen la Delegación del Gobierno y la Agencia Tributaria; donde en su momento se celebraba el Festival Internacional de Santander o, más recientemente, frente al lugar donde se está erigiendo el Centro Botín.
-El centro, en ese momento vacío, no fue elegido para albergar dotaciones que en otras ciudades están en el casco urbano y en Santander se encuentran más a las afueras, como puede ser el campus universitario o el propio Hospital Valdecilla.
-La teoría de las extremidades explica la tradicional reticencia a la industria en Santander, con la instalación de fábricas en Nueva Montaña Quijano o hacia Peñacastillo (Teka) o Parayas, por citar algunos ejemplos que nos llevan, ya en los últimos tiempos, a un PCTCAN en el límite externo de la ciudad o a la gran inversión del ‘bunker’, el CPD del Santander, a otro municipio, al sur de la Bahía.
-Es el mismo fenómeno que el del Puerto de Santander, cada vez más desplazado hasta el punto de que, en realidad, ni siquiera está en Santander, sino que la mayoría de sus muelles operativos está en Camargo (Raos), donde está también el aeropuerto.
-O con la actividad marinera, desplazada de Puerto Chico-Tetuán al Barrio Pesquero, en Castilla-Hermida.
-Una zona, Castilla-Hermida, que es toda una extremidad, a la que tradicionalmente se han desplazado las grandes masificaciones de edificios, o el transporte de carbón en el Puerto que el viento sur empujaba a las casas de los vecinos en un área especialmente castigada por el intenso tráfico, las vías del tren o el aislamiento físico respecto al centro y la calle Alta.
-En una ciudad con viviendas y solares vacíos en barrios históricos abandonados, como el Cabildo de Arriba, la mayoría de las viviendas protegidas se han erigido en zonas lejanas al centro, como Nueva Montaña (adonde se envió un centro comercial rechazado en su momento por el comercio local, cuando en otras ciudades se ubican en el mismo centro), Cazoña o El Alisal.
-Otros barrios, Nueva Montaña y El Alisal, cuya falta histórica de servicios les ha convertido también en extremidades, como una Albericia que ha vivido problemas de integración o un Río de la Pila-Prado San Roque-General Dávila que, pese a su cercanía con el centro, estuvo desconectado y sin servicios básicos hasta no hace tanto.
-El ejemplo extremo de expulsión a las extremidades es el fenómeno, derivado de los precios de la vivienda, de los santanderinos emigrados al área metropolitana, que acabaron viviendo en Astillero, Camargo o Bezana.
-Que la historia y esa filosofía se repiten lo demuestran hechos como que cuando se produjo el derrumbe en el Cabildo de Arriba y luego en otros inmuebles de la calle Alta, los vecinos fueron realojados en El Alisal; y a la propia Amparo Pérez se la ofreció una vivienda en la zona de Peñacastillo.
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