El franquismo utilizó el incendio para legitimarse
“El caudillo, que salvó a España, salvará también a Santander”. Unas líneas antes, Alfonso Peña (el ministro de Obras Públicas que da nombre al Pasaje de Peña, habla de un pueblo, el santanderino, que primero sufrió “la ola marxista”.
Y luego otras “desgracias” que permiten concluir que es una “raza” que puede sobrevivir a cualquier acontecimiento trágico, sea una guerra o sea un desastre natural o accidente.
Y si no pueden, “el Caudillo salvará también a Santander”.
Las palabras del ministro constatan el uso propagandístico que se hizo en la ciudad del proceso de reconstrucción tras el incendio que se produjo en el centro urbano el 15 de febrero de 1941, del que se conmemora ahora el 75 aniversario.
El suceso provocó una conmoción brutal (“cataclismo” o “delirio” son algunos de los términos usados en la prensa local), por supuesto en la ciudad, pero también en el resto del país, y, por tanto, una ola de simpatía generalizada, con recaudaciones de fondos, alimentos y otros objetos necesarios desde todo el país.
Fueron años duros, y para eso se apeló al esfuerzo, la capacidad de superación y sacrificio de una sociedad, la santanderina, acostumbrada a desgracias como la explosión del barco Cabo Machichaco y que apenas se acaba de despertar del fin de la Guerra Civil española, según testimonios recabados por Ramón Rodríguez Llera en ‘La reconstrucción urbana de Santander (1941-50)’ para el Centro de Estudios Montañeses, consultado por EL FARADIO.
La coincidencia en el tiempo del principio de la dictadura y el incendio, junto a la cercanía de la guerra, permitieron armar a las nuevas autoridades, locales o estatales, discursos en los que se identificaban las llamas con el bando perdedor, y en artículos de la prensa local.
“Santander no está muerto”, y será una “ciudad nueva que brota de sus propias cenizas”, para así “incorporarse al resurgimiento de la Patria” gracias a una “ceniza purificadora” que permitirá gritar “Santander por España”. Un ejemplo de artículo publicado en ALERTA en el que se identifica el proceso de reconstrucción con la construcción de un nuevo régimen.
El propio Franco, en sus mensajes a la ciudad, hablaba de “dolores y desgracias pasadas”, que sumaba a la propia guerra, para concluir con mensajes optimistas para el futuro común.
Dirigentes locales como el gobernador Reguera Sevilla y el presidente de la Comisión Municipal, Díaz de la Espina, en una primera valoración de la marcha del proceso de reconstrucción, elogian que “Santander habrá dado ejemplo ante España de su capacidad de recuperación”.
ARQUITECTURA Y PODER
La identificación de la reconstrucción con el nuevo régimen se vio reforzada por el hecho de que el proceso fue supervisado por la Dictadura, que la incluyó en el listado de Regiones Devastadas y que tenía una Dirección General de Arquitectura desde la que se definió cómo sería el “Nuevo Santander” (expresión que se usó por estas fechas) y cuya maqueta, por cierto, se presentó públicamente en una exposición conjunto a una sobre Arquitectura Alemana.
De las posibilidades propagandísticas de la arquitectura ya se ha escrito mucho (es conocido Albert Speer, el arquitecto del nacionalsocialismo): la dictadura las tenía claras, y emprendió una depuración de arquitectos, junto a la fijación de una serie de directrices arquitectónicas (“estamos reconstruyendo un Imperio”, llegó a decir Gónzalo de Cárdenas, responsable de Regiones Devastadas).
EL PODER RELIGIOSO
A la hora de construir su relato, su discurso público, el franquismo forzó la identificación con la jerarquía eclesial (aupado en sucesos como la quema de conventos y los asesinatos de curas y monjas), hasta el punto de que llegó a denominarse como Cruzada, el mismo nombre que en la Edad Media se daba a las expediciones al mundo musulmán.
Por eso, la reconstrucción de iglesias y templos fue prioritaria para la Dirección General de Arquitectura.
Y en Santander, eso se tradujo en la reconstrucción de la Catedral de Santander, de origen medieval, uno de los signos de identidad de la ciudad, seriamente dañada.
Para su reconstrucción se hicieron recaudaciones ciudadanas de dinero, con relatos épicos en los medios y que acabó siendo inaugurada por el propio Franco, quien se desplazó a Santander y dijo en su discurso que «resurge más espléndida que antes del incendio la Catedral de Santander».
La reconstrucción borró la estética medieval y forzó una escalinata con estética imperial que, sin embargo, acabaría más separada de la ciudad por los sucesivos desmontes y por la construcción de edificios elevados (la propia sede de Zara) que acabaron por restarle presencia en el conjunto.
IDENTIFICACIÓN CON SÍMBOLOS
También se recurría a forzar la identificación con símbolos o personajes con valores a los que la dictadura quería asociarse, bien para dotarse de contenido intelectual o bien para vincularse a personas conocidas en los territorios.
Fue el caso del erudito Marcelino Menéndez Pelayo, cuyos restos mortales se trasladaron de Ciriego a la propia Catedral en un acto al que se le dio gran relevancia, en el año 1956, coincidiendo con el centenario de su nacimiento.
O el uso político de emblemas culturales como la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, cuyos cursos de verano se celebraban en el recinto de La Magdalena y que en realidad era la sucesora de la Universidad Internacional de Verano, creada durante la Segunda República (que contó, por ejemplo, con representaciones de La Barraca de García Lorca).
Es el caso también del Festival Internacional de Santander, que tuvo como antecedente una actividad paralela a los cursos de verano ideada por Pedro Salinas, y que dependió directamente del Ministerio de Información y Turismo
LAS CALLES
Es un proceso que va parejo a la nueva denominación de muchas calles, con nombres que evocan a figuras de la dictadura, como Pilar Primo de Rivera.
Y plagadas de guiños a los ‘mártires’ (fallecidos del bando que ganó la Guerra o simpatizantes cuya causa sirvió para poner en evidencia los excesos rivales), como Calvo Sotelo, Matías Montero, por citar algunos ejemplos.
Junto a otros que directamente ensalzaban a militares y gobernantes, como Camilo Alonso Vega o General Dávila, sustituyendo a nombres tradicionales de la ciudad como Becedo, La Ribera, El Alta, o las pueblas nueva y vieja, que desaparecieron del callejero en el que llevaban siglos.
Todo el proceso pudo darse por culminado con la instalación de la estatua ecuestre del dictador en la Plaza del Ayuntamiento, en 1964, dentro de las celebraciones de los denominados “25 años de paz” (las bodas de plata de la dictadura), y que en 2008 se convirtió en la última estatua ecuestre de Franco en todo el país en ser retirada.
jose luis quintana mantecon
Mira , las actuaciones políticas dieron grima y la dan ahora también . Dejémoslos que sigan su camino y observemos para cuando llegue la ocasión saber elegir.
Los salvadorees de Lesbos decían ayer : estamos solos , con nuestros recursos y los de las gentes de toda Europa que se han hecho solidarias.
El incendio de Santander destruyó la mayor parte del comercio ; mi familia tenía un pequeño establecimien to, creo, en la calle La Blanca; y se destruyó todo.
He conservado todos estos últimos años las cartas recibidas de empresas suministradoras de la zona Vasca, principalmente Bilbao, y de Cataluña El texto era siempre parecido : «Lamentamos de corazón las pérdidas que han supuesto… y les ofrecemos nuestro apoyo en la forma que Vdes. soliciten, etc,etc.
Pasado el tiempo y con motivo de tendencias políticas , llevadas por políticos , veía con mucha tristeza que aquella fraternidad que nos unía con Bilbao se tornara casi, casi, desprecio por unos políticos, siempre los políticos que por intereses siempre ajenos al ciudadano común levantan banderas que solo representan sus propios intereses. Y lo malo es que nos convencen que es nuestra causa.
No puedo olvidar el periódico «La Gaceta de Bilbao» o «Gaceta del Norte» , más tarde con edición para Santander dirigida por Jesús Delgado. En Santander se decía : eres más mentiroso que la Gaceta del Norte, pero con cariño