Perturbar la paz
Este texto relata lo acontecido el sábado 2 de abril en la concentración anti-racista de la Place de la Bourse, en la que cinco españoles fueron detenidos administrativamente por, según recoge el informe, «perturbar la paz» y posteriormente puestos en libertad sin cargos.
Contaré en primera persona lo ocurrido ya que, inesperadamente, soy parte protagonista en esta historia y ayer y hoy aparezco con nombre y apellidos (y rostro) en los medios de comunicación de Cantabria. Con este texto cerraré este episodio y espero que así sea cerrado por todos. Comenzamos…
Llego a la Place de la Bourse sobre las 13h. Mientras espero a que lleguen mis amigos, paseo entre las gentes. Unas cantan, otras charlan, otras fotografían el altar improvisado que se dedica a las víctimas de los atentados, otras se acercan curiosas por la fuerte presencia policial.
Comento por WhatsApp (ver foto) que están haciendo detenciones totalmente arbitrarias sin motivo alguno. Un miembro de la policía se acercaba a una persona, comenzaba a hablar con él/ella y al minuto era arrestado/a.
Una y otra vez la misma secuencia. Ni rastro de violencia por parte de los ciudadanos.
Veo a mis amigos. Están en las escaleras de La Bourse, pasando el altar de flores y velas. Me acerco a ellos y comenzamos a hablar (éramos un grupo de más de diez españoles, la mayoría pertenecientes al 15M Bruselas).
Las gentes que allí están corean:
«Première, deuxième, troisième génération,
nous sommes tous des enfants d’immigrés!»
«Primera, segunda, tercera generación,
todos somos hijos de inmigrantes!»
De repente, la policía deja de hacer detenciones individualizadas y se organizan para rodear las escaleras. En ese momento, el grupo de españoles queda dividido: unos fuera del corro y otros (nosotros cinco) dentro. La policía nos escolta hasta un autobús sin violencia alguna ejercida por los ciudadanos.La documentación gráfica (fotos y vídeos) lo demuestra así que no hace falta hacer mucho más hincapié en este aspecto.
Somos trasladados a la comisaría de Etterbeek donde se piden los datos y se especifica el motivo de la detención administrativa: «Perturbar la paz».
El policía me invita a firmar a lo que le contesto que primero leeré lo que voy a firmar. Se queja gesticulando y exclamando “¡PUTAIN!” (el equivalente a «¡HOSTIA!»).
Una vez leído, muestro mi disconformidad en el documento («I DISAGREE») y firmo.
Finalmente permanecemos allí retenidos (unos ochenta) hasta las 20 horas (aproximadamente) hasta que nos ponen en libertad en la Gare Central.
En comisaría comparto espacio con mis amigos y compañeros, así como gente de todas las edades y procedencias (e incluso un ciudadano que estaba comiendo en un restaurante cercano a La Bourse y que al acercarse con curiosidad le tocó la misma china arbitraria que al resto).
Para trasladarnos hasta la Gare Central, la policía belga no duda en encender las luces y el sonido del autobús policial siempre que se encuentran un semáforo en rojo.
Se ve que consideraron una emergencia ponernos en libertad con celeridad en la carretera, no así cuando nos retuvieron más de cinco horas en comisaría.
Hasta aquí toda (mi) nuestra historia.
Resumen: Detención administrativa sin violencia. No cargos.
De forma paralela, mientras nosotros permanecíamos en comisaría por «perturbar la paz», según la policía, el grupo fascista «Génération Identitaire», situado ideológicamente a la derecha del Front National de Marine Le Pen, se concentraba en el barrio de Molenbeek (a dos kilómetros de la Place de la Bourse). Hubo enfrentamientos contra la policía y decenas de detenciones (particularmente dos de ellos fueron detenidos por portar bates y cócteles mólotov.)
La semana pasada, centenares de fascistas (provenientes en su mayoría del norte de Bélgica) se manifestaron en la Place de la Bourse, increpando a ciudadanos que mostraban sus respetos a los fallecidos en los atentados y protestaban contra la islamofobia de la extrema derecha.
¿Qué hizo la policía entonces? ¿Detener a los fascistas acusándoles de «perturbar la paz»? ¡NO! Les escoltó hasta otro lugar lejos de La Bourse y les dejó libres (como bien dice el presidente de La liga de los Derechos del Hombre, arrestado también ayer en La Bourse).
Al mismo tiempo, también se produjo un atropello a una mujer musulmana del barrio. Los medios españoles lo han relacionado con los sucesos de la extrema derecha pero medios y autoridades belgas confirman que el atropello fue realizado por dos hombres del barrio afectados por alcohol y estupefacientes. Por lo tanto, según los datos actuales, no se puede confirmar una relación entre ambos incidentes.
Explicados los hechos acontecidos, se desprende:
-La incompetencia de la policía belga:
Obviando los modos en que actuaron (he mostrado un par de ejemplos antes) es bien conocida su negligente actuación.
Dos ejemplos: 1) Bélgica sabía desde 2015 que los yihadistas preparaban un atentado contra el aeropuerto de Zaventem y no hicieron nada
y 2) un grupo de militares y policías belgas mantuvo una orgía en una comisaría de Bruselas durante la alerta máxima por terrorismo entre el 21 y el 26 de noviembre.
No en vano, los ministros de Interior y Justicia han presentado su dimisión tras los atentados (dimisión que no ha sido aceptada).
Para tratar de mostrar buen hacer este sábado y salir al paso de las críticas alguien tuvo la genial idea de detener a gente pacífica en La Bourse. El tiro les ha salido por la culata, pues su incapacidad se ha puesto de nuevo de manifesto.
-El amarillismo de los medios de comunicación:
Es tal el grado de sensacionalismo y distorsión de la realidad que hacen los medios de comunicación que me he visto obligado a escribir este texto. El periodismo no está cumpliendo con la veracidad y el rigor que marcan tanto las constituciones democráticas como los códigos deontológicos.
Sólo en esta noticia, se han mezclado lugares, grupos y sucesos enturbiando la realidad. Y eso es llevado a cabo mediante el lenguaje.
Por ejemplo, los medios de comunicación no dudan en llamar «radicales» y «extrema izquierda» a la gente que lucha o protesta por la justicia social (y en este caso contra el racismo). No dudan en englobar a todo aquel que protesta en esa caracterización. Primero disparan. Luego ya, si eso, preguntan.
En cambio, lavan la cara a los nazis y fascistas (autoproclamados así ellos mismos y sus organizaciones) llamándoles «hoolingans» o «ultras», como si de seguidores de fútbol se tratara.
De esta forma, con su blanqueamiento mediático, están contribuyendo a que la ideología de extrema derecha crezca en nuestros barrios y nuestros parlamentos.
-El sopor de la sociedad:
La sociedad europea está sufriendo desde hace décadas un proceso de derechización tal que hace que ideales como el antirracismo (estar contra el racismo, esa ideología que defiende la superioridad de una raza frente a las demás y la necesidad de mantenerla aislada o separada del resto dentro de una comunidad o un país) y el antifascismo (estar contra la doctrina que propugna el autoritarismo) se asignen con la «extrema izquierda» únicamente.
Para ser demócrata hay que ser antifascista y no por ello es necesario estar en la extrema izquierda.
Igual ocurre con ideales tales como el feminismo (la defensa de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres) o el ecologismo (la defensa del medio ambiente), asignadas a la izquierda de forma despectiva en muchas ocasiones. ¡Es de locos!
Hoy, la defensa de un derecho tan básico como es la vivienda, por ejemplo, recogido en la Constitución, firmado por el mismísimo Fraga, ministro franquista, es puesta en cuestión y asignado a los radicales de extrema izquierda.
Y como este, mil ejemplos que verdaderamente, estos sí, «PERTURBAN LA PAZ». ¿Vamos a seguir así? ¿En serio?