¿Cocido montañés o lebaniego? Once consejos para educar contra la homofobia
Un par de noticias (1, 2) me han dado ganas de hablar hoy de este tema. De la necesidad acuciante de educar en el respeto a las sexualidades y a los sexos. En el respeto a las expresiones eróticas y amatorias de cada persona siempre que no atenten a los gustos y límites que ponen las demás.
Lo primero sobre lo que quiero enfocar la atención es sobre esa manía persecutoria que nos ha dado desde hace un tiempo por ponerle nombre a todo, y de paso, por qué no, dicotomizarlo. ¿Tú que eres? ¿Hombre o mujer? ¿Hetero o gay? ¿Blanco o negro?
Si ambos conceptos fueran del 0 al 100, pocas personas se situarían en el 0 o en el 100: algunas personas pueden definirse heteros y sin embargo fantasear con tener relaciones con personas de su mismo sexo, o sentirse atraídas de forma puntual por una persona de su sexo aunque antes su orientación siempre había ido hacia el otro, o excitarse con imágenes de personas del mismo sexo practicando el coito… las posibilidades son tan numerosas que, lo más habitual es que algunas personas se acerquen a ese 0 o a ese 100, otras se alejen, otras estén por el medio y otras, a las cuales admiro y defiendo, les parezcan absurdas e infames la etiquetas de este tipo.
¿Acaso se nos ocurre preguntar a un cántabro si es pro-cocido montañés o pro-cocido lebaniego? ¿Si elige uno excluye el otro?
Desde la sexología sustantiva tratan de hacer frente a estas etiquetas hablando de personas que mayormente desean y se enamora de mujeres (ginerastas) o que mayormente desean y se enamoran de hombres (andrerastas), parece que de esta forma contribuimos a que la etiqueta vaya en el deseo y no tanto en la persona, aunque el caso del cocido sigue resonándome aquí.
En cuanto a la identidad de género. Sucede que nacemos. Sucede que en ese mismo momento el doctor o doctora de turno nos sexa. Sucede que somos en función de lo que tenemos en las piernas. Sucede que algunos niños y niñas en torno a los dos años de edad se dan cuenta de que no están de acuerdo con el título que les pusieron al nacer. Sucede a estos niños y niñas que les sobreviene un infierno porque alguien, que no les conoce, que no tiene ni idea de cómo son, cómo sienten, cómo viven su cuerpo, les dice que están equivocados y que quiénes saben lo que son son ellos: los expertos (lo dejo en masculino a propósito aunque también haya expertas).
Sucede a otros niños y niñas que van creciendo y se siente identificados con ese título (hombre o mujer, macho o hembra) que les pusieron al nacer, sin embargo no se sienten a gusto con lo que se espera de ellos en función de ese título. Sucede que también las cosas se les pondrán cuesta arriba a estos niños y niñas. Sucede que se convertirán en muchas ocasiones en el blanco de burlas escolares y no escolares así como de todo tipo de presiones para que encajen en el cliché elegido para ellos. Sucede que hay quienes deciden ni siquiera elegir un título u otro y prefieren denominarse simplemente personas. ¿Os dais cuenta cuántas cosas suceden?
Pues bien, tengo una buena noticia, en este mundo globalizado que vivimos (y a veces sufrimos) se aceptan (o debería ser así) todos los menús, lebaniegos o montañeses.
Sin meterme en más profundidades analizando la “homosexualidad” en diferentes culturas y animales lo que quiero es hacer una llamada de atención a cómo podemos educar para eliminar la homofobia. Y a cómo podemos educarnos, que no está mal tampoco, dicho sea de paso. La homofobia y todas las demás fobias a personas por decidir vivir sus vidas y sus cuerpos sin atentar contra nada ni contra nadie.
Si eres educador o educadora (padre o madre) o simplemente te interesa cuestionarte los roles que perpetúas (o no), aquí te dejo unos tips:
-No des por sentado la orientación del deseo de las personas que te rodean.
-No des por sentado que sabes como es una persona por ser gay, hetero, lesbiana o trans.
-Hay muchos modos de ser persona y es triste que te centres solo en que a “Pepe le gusta el cocido montañés” y como a tí la berza no te va…
-Usa un lenguaje no sexista. Y de paso aprovecha para hablar de sexos y sexualidades en cuanto tengas ocasión.
-Evita los chistes ofensivos.
-Evita los términos peyorativos para referirte al deseo de las demás personas.
-Cuestiona siempre los estereotipos y las definiciones de “normalidad”.
-Implícate y sal en la defensa de cualquier persona que sea discriminada por su deseo o su identidad sexual. Sin violencia, haciendo hincapié en las consecuencias de esta discriminación o actitudes homófonas contra las personas, sus familias y sobre la sociedad en general.
-Evita las típicas preguntas “ya tienes novio?”. Sin quererlo estás de nuevo dando una definición de normalidad al niño o a la niña de turno. Si es algo que te interesa (pregunta que yo a nivel personal no veo demasiado apropiada) puedes cambiarlo por “te gusta alguien? tienes pareja?”
-Relaciónate con personas distintas y no pararás de viajar por otros continentes. Cuando conoces a otras personas y conoces sus vivencias y emociones es más fácil empatizar y nuestro punto de vista se enriquece enormemente.
-RESPETA la vida privada de las demás personas. Apaga “radio patio” y céntrate en tí y en los demás de una forma sana.
Ángeles Romano es sexóloga, con consulta en Mentha Terapia, en Cabezón de la Sal, y tiene una sección sobre sexo en BUENAS TARDES CANTABRIA, la podréis escuchar el primer viernes de cada mes, a partir de las 20.30 horas.