Turquía: tratados envenenados (y sultanes aventajados)
||por MARIANO DE MIGUEL, historiador, experto en el mundo árabe||
Finalmente, se obró lo vergonzoso. Lo inhumano. Lo terrible. La Unión Europea y Tur-quía sellaron el tratado para la devolución/expulsión inmediata de refugiados del Promed (Próximo y Medio Oriente) desde las isla de Lesbos. En su mayoría, refugiados que huyen del peor conflicto del siglo XXI y que entra en su primer lustro: La Guerra Civil de Si-ria.
Ankara y Bruselas, han llegado a un acuerdo tácito, que se lava las manos cual Poncio Pilatos de una situación desastrosa y calamitosa. Mil veces peor que la sufrida tras la implosión de Yugoslavia en los años 90 del siglo XX y el genocidio de Ruanda (tal cual historiadores como el fallecido Tony Judt indicó en “Postguerra” o “Algo va mal”: Cuando todo parece no poder ir peor, no lo enmendamos, lo hacemos más terrible). Donde, asímismo, las Naciones Unidas, desaparecieron por completo.
Lo que se ve hoy en Idomeni, trae a a memoria fresca, situaciones como la de Biafra, donde la zona norte de Nigeria en su intento de ser independiente, fue olvidada por la Commonwealth y todas las oficinas de ayuda humanitaria.
O hace 45 años exactos, la independencia de Pakistán Oriental, hoy conocido como Bangladesh. Donde la libertad, fue regada con las vidas de casi un millón de almas.
Hoy la situación “preocupa” por estar a las puertas del viejo continente. Una Turquía acosada por los escándalos de corrupción, por su connivencia con el Estado Islámico, junto al ataque a las minorías y la censura/persecución de la prensa y medios de comunicación, han permitido a su presidente, Recep Tayyip Erdogan -convertido en un Neo Sultán- limpiar sus credenciales en hora bajas, al hacer el trabajo sucio de la Unión Europea.
El sueño de Robert Schumann se desvanece. Si no ha sido enterrado ya para siempre, en las lagunas de la vileza humana. No ver el mal. No oír el mal. No actuar ante el mal.
Esto, del mismo modo, junto a ciertos papeles salidos a la luz pública en un país de Lati-noamérica, permite que la opinión pública, olvide lo crudo y terrible de este “tratado”.
Junto a dejar aparte zonas en conflicto como es el Donbass en Ucrania, donde en 10 días han muerto 46 civiles. O el conflicto congelado de Alto Karabaj entre Armenia y Azerbaijan. Región donde Turquía, actuando de “Hermana Mayor” de los azeríes, ha desplegado comandos y suministrado armas a Baku, saltándose el derecho internacional más básico.
Curiosamente, Ankara no ha ofrecido nunca asilo en su territorio a sus primos étnicos, que huyen de la guerra como refugiados internos. Añadiendo que Bruselas, da al gobierno de Baku, conocido como uno de los más corruptos y represivos del mundo, a la altura del Egipto del general Al Sisi, armamento y contratos por valores cercanos a los 14 millones de euros anuales.
Y cuan curioso es, que Alto Karabaj, con sus infraestructuras totalmente destruidas tras una guerra total entre 1988-1994 (que aún hoy se encuentra en un alto el fuego muy precario) acogiese desde 2013 a unos 950 refugiados sirios.
Lo que deja patente y claro el doble rasero de Europa, ante sus problemas de inmigración en base a conflictos armados. 1991, está en el horizonte.
También lo debería estar 1946, cuando cerca de 1.2 millones de alemanes de los Sudetes y de Polonia, huyeron tras decretarse su deportación por supuesto colaboracionismo con el Tercer Reich.
O el despoblamiento total de la Antigua Prusia Oriental, hoy región de Kaliningrado en Rusia, un enclave rodeado de países hostiles para Moscú, como son los tres estados Bálticos. Lo que hace que sea la zona más militarizada del planeta. Más aun que el paralelo 38 de Corea.
Pero una vez más, los medios no se hacen eco de estas regiones. Como no graban las imágenes de refugiados desesperados. Ayer, Mostar, Grozny y Stepanakert. Hoy, Idomeni, Zaatari y Yarmouk. Misma desesperación y horror. Idéntico silencio.