Una mirada a la oscuridad (y al pasado más reciente)
Sigue. Siguen llegándonos imágenes de las tragedias de refugiados en el Egeo ahogados mientras buscaban escapar de las tragedias y guerras del Levante, Asia Central, la antigua Babilonia…nada cambia a pesar de la foto impactante del niño Aylan Kurdi ahogado el pasado Septiembre.
Ayer mismo, 400 personas perecieron, entre ellos, no menos de 122 niños de corta edad. La UE y Turquía con su tratado firmado rápidamente a sangre y fuego sigue realizando “devoluciones en caliente” hacia el antiguo Imperio Otomano. Pero no deberían sorprender estos sucesos. Ni un ápice. Por duro y fuerte que suene. ¿A qué se debe esto?
La tragedia migratoria de refugiados tras el fracaso -sin paliativos- de la “Primavera Árabe” (que ha dado pie a un largo invierno de matanzas y violencia) ya había acaecido en los años 80 del siglo XX. Pero no se habló de ello.
¿Cómo y donde? En las fases finales de la implosión del bloque socialista, Turquía volvió a ser un receptor de migrantes.
¿De que manera? Un senil primer secretario del Partido Socialista Búlgaro, Todor Zhivkov, estableció vía decreto de 24 horas que todo ciudadano con ascendentes turcos de la otrora antigua Tracia, debía eslavizar sus apellidos, así como renunciar al credo islámico.
Seguidamente ocurrieron una serie de ataques hacia mezquitas y comercios de personas de esta etnia en Burgas, Veliko Tarnovo y Sofía.
El resultado fue, que en 6 meses entre finales de 1987 y principios de 1988 habían intentado pasar hacia Turquía no menos de 225.000 personas. Un 1,08% del total de la población búlgara. Con destino Istanbul e Isparta, donde gentes de su misma etnia y credo, los recibieron con indiferencia y quejas hacia el gobierno de Ankara.
La UE -de aquella CEE- no actuó para paliar dicha crisis y se limitó a admitir el problema, en tanto que ni Bulgaria o Turquía eran países miembros del Mercado Común Europeo.
La siguiente fase, fue en el año 1991. En este cuarto de siglo anterior a fecha actual, cuando la URSS se desintegró y las democracias liberales planteaban el “Fin de la Historia”, surgieron dos crisis al mismo tiempo.
El Cáucaso ex soviético (Nagorno Karabaj, Chechenia, Abjasia, el distrito de Prigorodny) y la implosión Yugoslava. Una vez más los refugiados internos llegaban a superar los dos ceros y la Unión Europea sólo pidió a los gobiernos implicados (Desde Croacia y Serbia a Rusia y Georgia) que evitasen el sufrimiento de la población civil.
En el caso yugoslavo, principalmente en Bosnia se logró una “Pax Americana” por los acuerdos de Dayton en 1995, que en cierta medida, permitieron a los refugiados retornar a sus hogares.
Pero se debe indicar que la convivencia con sus antiguos vecinos, era ya, una quimera. En El Cáucaso, ni la disolución de la URSS, junto al tratado de Minsk en 1991 que daba fin a la entidad geopolítica temida por Occidente para crear la Comunidad de Estados Independientes o CEI, evitó los baños de sangre, rencillas acumuladas desde 1921 y un largo etcétera.
Aún hoy, los refugiados internos de países como Azerbaijan o Georgia, malviven en campos de refugiados a las afueras de Baku o Tbilisi, mientras sus gobernantes hablan de acuerdos con la UE y la OTAN.
Nada se dice asimismo del destino de los tártaros de Crimea, en ese stand off entre Rusia y Ucrania por la estratégica península, desde la separación de la misma del gobierno de Kiev en Marzo de 2014 y su unión efectiva a la Federación Rusa.
Por tanto, este “acuerdo” (por no decir carte blanche para lavarse las manos cual Poncio Pilatos) es una parte más o epílogo a un cúmulo de desgracias para las cuales Bruselas ha sido soda, ciega, muda y…cómplice ante el sufrimiento y abandono de personas que han perdido todo.
Junto a la obscenidad de usar la baza del miedo a posibles quintas columnas de “integristas” para cerrar puertas a seres humanos que mueven a bandazos, como reses directas al matadero.