La historia de siempre
||por VERÓNICA ORDÓÑEZ, portavoz de PODEMOS en el Parlamento de Cantabria y miembro del Consejo Ciudadano de Castro Urdiales||
Hace unos años, la revista Interviú publicó un artículo que se titulaba “El tripartito del Ladrillo”[1] en el que el periodista Joaquín Vidal relataba como la corrupción política había destrozado Castro Urdiales y rebautizaba a Castro como “la Marbella del norte”, utilizando la expresión acuñada por el ex-interventor municipal Fernando Urruticochea en varias entrevistas.
El artículo resume a través de sus párrafos como continuos (des)gobiernos municipales y autonómicos desde principios de los 90 hormigonaron el municipio, centrándose en la legislatura 1999-2003 de PP, PRC e IU vendiendo terrenos a las constructoras por precios irrisorios y no cobrándoles, además, plusvalías, aprovechamientos…
Lo conseguían en contra de las opiniones de los técnicos, y con denuncias de varios de ellos y ellas hacia el equipo de gobierno por amenazas (cuando no acusaciones aún mas graves).
Desarrollaron una ciudad sin ningún tipo de planeamiento, lógica o sentido. Ese modelo de ciudad contra el que se luchó y venció cuando se dijo muy alto que no al Castro Novo de Lolín. Esa gran batalla que se ganó en 1979 fue un gran hito, pero no fue suficiente para ganar la guerra.
Pero Castro, orgullosa, volvió a alzarse años después, cuando la ignominia del ladrillo amenazaba con acabar con su histórica belleza: el puerto. Mazón, reincidente Consejero, incluyó como gran obra el puerto deportivo de Castro Urdiales en el Plan de Puertos 2006-2013, Plan que incluía el costoso puerto sin barcos de Laredo.
Decía Mazón por aquel entonces que el puerto deportivo de Castro iba “a salir a delante” y que se acometerían “obras complementarias como la prolongación de un dique y el refuerzo del frente marítimo”[2], refuerzo éste que consistía en una vieja reivindicación histórica castreña. Es más, en abril de 2008, el pleno municipal aprobó con la abstención del PRC urgir al Ejecutivo regional a que revisase y reparase la escollera del rompeolas.
La respuesta de la Consejería llegó en enero: se invertirían casi 8 millones de euros en la reparación, siempre y cuando se licitase de forma conjunta con el puerto deportivo, al que se oponía la mayoría consistorial castreña, la ciudadanía y la plataforma que se constituyó para salvar la bahía, que luchó por una consulta popular hasta conseguir años después que el Supremo reconociera el derecho.
El consejero Mazón chantajeaba a Castro Urdiales vinculando al puerto deportivo una reparación vital tanto para el futuro de las embarcaciones pesqueras como de distintas infraestructuras municipales como el Pabellón de Actividades Naúticas Ana González Balmaseda que se ve seriamente dañado tras cada temporal[3]
Nos libramos de la obra faraónica pero nos llevamos a cambio la construcción de un nuevo Parque Amestoy, sostenido sobre un mal planificado y mal gestionado parking, que costó la friolera de 18 millones.
Un parking que, bien gestionado, incluso con sus limitaciones, podría constituir un elemento central para paliar el problema de movilidad urbana con el que convivimos, herencia de la ausencia de planificación urbanística lógica. Un parking que llegó con el compromiso de reinvertir sus beneficios en inversión en el municipio. Un parking que llegó después de dejar degradar hasta morir el gran patrimonio paisajista y artístico que suponía el antiguo parque.
Años después, el consejero Mazón vuelve a fallarnos. No solamente privatiza la gestión de una costosa obra mal dimensionada, cuya lógica solo se entiende desde la megalomanía de su utilidad como la guardería de los cochazos de los ricos y sus yates varados en el puerto deportivo, no.
Se privatiza por 8 millones y por 30 años una infraestructura que costó 18 y que justo ahora comienza a ser rentable, renunciando a unos beneficios que se habían comprometido a la inversión en el pueblo. Pero se erradica también una de las infraestructuras que puede ayudar a paliar los problemas de movilidad en Castro. Durante 30 años. ¡30 años! No solamente perdemos los beneficios económicos, perdemos también una infraestructura estratégica.
Pero no son todo malas noticias. En Castro no tendremos suerte con nuestros gobernantes, no tendremos carreteras bien asfaltadas, ni un teatro. Quizá tampoco tengamos la atención sanitaria que merecemos.
Pero ¡oigan! tenemos un caso único en el mundo, merecedor de ser estudiado: el rompeolas en malas condiciones al que el Gobierno decidió dar 8 millones de euros para ser arreglado siempre y cuando se licitase junto a un puerto deportivo, que casi una década después parece haber auto sanado por arte de magia. Resulta que dice ahora el consejero que está en buen estado y no necesita ser intervenido…
Esto solo puede ser entendido en dos direcciones: o hace unos años el Gobierno de Cantabria tenía pensado dilapidar 8 millones en una obra no necesaria ligándola a la aceptación de un puerto deportivo, o el Gobierno de Cantabria vuelve ahora a dar la espalda a Castro y nos pone en riesgo negándonos el arreglo de un rompeolas con problemas estructurales desde hace décadas, además de negarnos los beneficios del parking que estaba comprometido reinvertir en el municipio. Cualquiera de las dos opciones irrita y subleva. No hay otra forma de reaccionar al abandono de tu pueblo.
Fernando
Es un artículo falto de todo rigor. Quien se crea informado con estas líneas está muy confundido. Una pena.