No es una ayuda pública; es un milagro – sic – con la personalidad privada de ITM. La misma que tenían en su día Santiago Díaz, Dimitri Piterman, Jacobo Montalvo y Ali Syed, los últimos ‘salvadores’ del Racing, todos a base de grandes inyecciones de dinero público y operaciones fraudulentas que la Justicia ha cifrado en 43,8 millones de euros de quebranto público.

Pero es un ‘milagro’, obrado por dos empresarios que empezaron instalando antenas de Vía Digital y que ahora tienen un emporio diversificado, como operadores de telefonía móvil y hasta energía eléctrica.

Milagro, subrayado y en negrita. Así nos lo están vendiendo desde el minuto uno los canales del racinguismo oficial. Radios, webs y porque no tenemos teles… que también dice mucho de cómo estamos; como si no hubiéramos asistido a la ceremonia de la justificación de otro rescate al Racing.

Ni Fátima, ni Lourdes; en Cantabria los milagros se obran en Santo Toribio de Liébana, con el Año Santo Lebaniego, que canalizará el grueso de la publicidad con la que el Gobierno ha acordado ayudar de nuevo al Racing, una empresa asfixiada por una deuda de 10 millones de euros con Hacienda.

Los que tenemos memoria recordamos que los que hoy hablan del milagro de ITM son los mismos que aguantaban la puerta a Pernía, cuando empezaron los primeros signos del desguace criminal del escaso patrimonio del club verdiblanco. Pero eso da igual.

Los del milagro de ITM callaron de forma vergonzante cuando el Gobierno presentó a un estafador de la India como un hombre “rico y sabio”. No importa.

Fue el último ‘salvador’ del Racing, el último hombre milagro, pero antes habían pasado dos constructores e incluso extravagantes con doble nacionalidad, como Dimitri Piterman ¿Vamos a creer de nuevo en milagros?

Seguro que sí, porque cualquier cosa es defendible desde el racinguismo (el único, el suyo). Porque el fútbol se mueve en el terreno de la víscera, del sentimiento, de la pureza de la raza. En la radicalidad del uno di noi, del conmigo o contra mí. De ese ‘O Racing o nada’.

El fútbol se mueve por sentimientos casi religiosos y es en esa esfera, la de la fe, el único espacio donde puede triunfar el argumentario del milagro – sic- de ITM en el Racing de Santander.

¿Pero qué pasa con los agnósticos? ¿Y con los ateos? ¿Los que no creemos en milagros?

Pues pasa que la operación Gobierno-ITM suena a más de lo mismo: a una empresa interpuesta para seguir enterrando dinero público en un negocio, no sólo de dudosísima rentabilidad, sino que además está afectado o invadido por las modas y burbujas más siniestras de nuestra sociedad.

El milagro de ITM sale adelante gracias a Santo Toribio de Liébana: prospera únicamente por un acuerdo del Gobierno de Cantabria para publicitar sus campañas, desde todas las consejerías, con especial hincapié en el Año Santo Lebaniego. Y lo hace por el único poder legitimado para hacerlo: el Ejecutivo, más allá de paripés legislativos.

Con un desembolso que, curiosamente, ya está calculado; no sabemos lo que se quiere anunciar, pero sí sabemos que costará 4 millones de euros.

Es decir, el Gobierno, con conocimiento del acuerdo entre el Racing e ITM, va a financiar el 40% del desembolso del intermediario para levantar esa deuda con Hacienda: con el dinero de todos los cántabros garantiza cuatro de los 10 millones de euros que va a poner el privado.

Ese es el milagro: ITM, además de ser el intermediario necesario (los servicios jurídicos no autorizaron la ayuda directa, que está cuestionada por las más altas instancias europeas, por ir contra la competencia), hace de banco: adelanta 10 millones para que Hacienda levante el embargo al Racing y que así vuelva a funcionar con cierta normalidad.

Pero poner, poner… lo que se dice poner… ITM pone 6 millones de euros, de los cuales 1,2 irán destinados a adquirir el 30% de la propiedad del Racing.

Desconocemos todos los detalles, pero a cambio se reserva todos los soportes comerciales del club para los próximos 10 años. Tiene que gestionar una década para conseguir un retorno de 500.000 euros al año. Y tenemos referencias para comparar:

Una de las empresas en la lista de grandes morosos, Norquimia, pagó, sólo por la publicidad en la camiseta, 700.000 euros en Primera División. En Segunda, Chorizos Palacios abonó 420.000 euros por estar en el pecho de la camiseta verdiblanca, prácticamente lo mismo que le está garantizando a ITM el Gobierno, con salida desde Segunda División B.

Más elementos de comparación: el equilibrio del Gobierno a la operación ITM es equivalente a lo que paga Estrella Galicia por la camiseta de un Primera gallego, el Deportivo de la Coruña.

Pero es que además, el negocio del fútbol depende de variables no económicas, como que entre o no entre la pelotita. Por si entra y el Racing asciende a Segunda (o a Primera, que hay una década entera para amortizar la inversión) ITM se garantiza ingresos por derechos de televisión, el mayor pedazo de la tarta del fútbol.

Todo esto sin utilizar el comodín más importante, la herramienta más poderosa de toda empresa que se ha metido al negocio del fútbol: la posibilidad de chantajear a todo un Gobierno con la viabilidad del Racing. Lo han hecho anteriores ‘salvadores’ del Racing en el pasado. ¿Por qué ahora iba a ser diferente?

Por último, ¿cómo se formaliza este acuerdo? ¿Convenio? ¿Contrato? Desde luego subvención no es, porque concurrirían otras entidades.

Dicho lo cual, no sería nada descabellado que se formara una fila de Peñaherbosa a Pombo, con otros representativos cántabros pidiendo una cuota económica similar: ahí están el Independiente y el Balonmano Sinfín, que juegan en la élite del rugby y el balonmano, por citar sólo dos ejemplos a bote pronto. Queda abierto este melón.