Un mapa del mundo (según quien lo financie)
||por MARIANO DE MIGUEL, historiador, experto en el mundo árabe||
El pasado día 9 de agosto, la prensa amanecía con el anuncio del sindicato de periodistas de Ramallah, por el cual Google Maps, había eliminado por completo toda mención al nombre de Palestina, Gaza y Cisjordania de sus servidores.
La polémica, avivó aún más si cabe el conflicto, al considerarse que es una forma subrepticia de Israel para colonizar el escaso territorio aún controlado por la Autoridad Nacional Palestina (menos de un 22% de su territorio histórico, contando la Franja de Gaza, actualmente bajo control de Hamas y embargo de la UE, EEUU y el propio Israel, convirtiendo a ese territorio en la cárcel al aire libre más grande del planeta).
Las redes sociales, especialmente Twitter, se hicieron eco de este hecho bajo el hashtag #Palestineishere. ¿Pero…debería sorprendernos esto? Si volvemos la cabeza a hace 100 años exactos, T.E. Lawrence nos diría que el poder político fluye de la precisión cartográfica de un mapa y sus fronteras -el mismo fue un rotulador de mapas para el Foreign Office en El Cairo-.
Y por desgracia, desde el tratado de Sykes-Picot, de hace un siglo también, los mapas del Oriente Medio, junto a otras muchas regiones han sido trazados o maquetados por los vencedores de los distintos conflictos del siglo XX. No cabe duda que los Sistemas de Información Geográfica o SIG han ayudado a académicos, estudiantes y numerosas investigadores en el desarrollo de sus ensayos, amén del abaratamiento de una disciplina (la geografía) que hasta el cambio de paradigma historiográfico de los años 90 del pasado siglo, no sólo eran densas, si no caras y al alcance de muy pocos.
La democratización del conocimiento a través de las wikis, Copyleft o licencias de Creative Commons, si bien es un hecho, también tiene varios claroscuros. Para empezar todo el software de Google Maps y Earth – principalmente lo relativo a mapas vía satélite- surge de la compra de dos satélites norteamericanos obsoletos, por parte de la empresa de California.
Estos aparatos (KH-10 y KH-11) fueron la vanguardia de EEUU en la Guerra Fría para desde 1992, quedar obsoletos y ser vendidos por el departamento de Estado a casi precio de saldo (montante total menor a 14 millones de dólares en 2007). Pero no por ello, el software vinculado a esos dispositivos, queda exento de ser actualizado. Y su mantenimiento, por ende, no es precisamente barato.
Es por ello que Google ha recurrido a inversores de Singapur, Malasia, Japón e Israel. Estos últimos, cuya central queda en Ramat Gan, lógicamente dan fondos a Google. Pero no es es extrañar que pidiesen la contraprestación de no nombrar ni por asomo la denominación de Palestina. Algo ya criticado por académicos como Ilan Pappé en su obra clásica “La limpieza étnica de Palestina”.
Pero de cualquier manera, la guerra de mapas y denominaciones en Internet viene de tiempo atrás. Los Altos del Golán ocupados por Israel, Crimea -tras Marzo de 2014-, o no hace mucho Azad Kashmir (Cachemira Pakistaní), cambiaron de ubicación, despertando la ira de los navegantes, políticos y docentes.
¿Que hacer? Por lo pronto, Google, ESRI (empresa pilar de los Sist. de Información Geográfica) y otros centros de I+D+I deberían de cesar en su connivencia con autoridades de dudosos principios democráticos, o que les chantajean con el cese de colaboración y fondos en caso de no aplicar sus criterios -tal ha sido el caso de ESRI que a raíz de la queja del sindicato palestino nombrado anteriormente, no implementará más su software ArcGis en la Universidad Árabe Americana y la Universidad Birzeit-.
Las palabras de Lawrence sigue presentes un siglo después. Y por desgracia, a pesar de la libertad que nos puede dar la red de redes para acceder a todo tipo de conocimiento y fuentes, si las mismas están sesgadas en base a un factor ideológico, o bien de resortes monolíticos de poder vertical, poco o nada se podrá hacer. En nuestras manos está el poder cambiarlo, con la paz y la palabra denunciando lo que sin duda es una ocupación forzosa que va camino de convertirse en una colonización total.