¿Qué sería de este mundo sin donantes?
No, no me refiero a los “altruistas” cuyas donaciones representan el ¿0.1%? de su patrimonio, mientras encabezan la lista Forbes, esclavizan y explotan a hombres, mujeres y niños a lo largo del mundo, deslocalizan empresas o tributan en paraísos fiscales con el vasallaje del gobierno de turno.
Unas donaciones que los “libres e independientes” medios de comunicación que los propios forbers financian (“desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta”) no tardan en ensalzar con titulares tales como “La Cantabria de Botín” y subtítulos no menos alienantes como “Su legado más importante para la región (sic) se encuentra tras las paredes de Valdecilla”.
Es decir, los prohombres que “se hicieron a sí mismos” (jeje) son tan tan tan buenos que tenemos que darles las gracias hasta por la Sanidad o la Educación que pagamos entre todos. No, miren, no necesitamos su caridad, sólo que el primer párrafo que he escrito no se cumpla.
En realidad hoy venía a hablar de los donantes del sistema sanitario y de sus donaciones, esto es, órganos, sangre y médula. En concreto venía a charlar sobre la última, ya que hoy es el Día Mundial del Donante de Médula.
Venía a hablar sobre la necesidad de aportar durante y después de que ya no estemos. De la necesidad de colaborar, de llevar la empatía que nos despiertan vídeos como REGALA PORVENIR, DONA MÉDULA a niveles algo más altos que los fugaces cuatro minutos del metraje.
Venía a hablar de donar un poco de tu tiempo y de tu vida.
Primero, para informarte sobre el cómo, el cuándo o el por qué, lejos de los mitos “es que duele mucho” o “es que supone mucho jaleo”. Ni una cosa ni la otra. Este paso no dura más que esos cuatro minutos del vídeo que he mencionado y puedes llevarlo a cabo leyendo este enlace.
Segundo, para animarte a materializar tu altruismo anónimo que otro recibirá. Quizá, espero que no, lector, seas tú quien necesite algún día ese aporte que con este texto pretendo despertar en ti. Y espero que si se da el caso, otro lector que ahora repasa estas mismas líneas o gentes que ya decidieron sumarse antes de este texto, te salven la vida.
Algunos decidimos, hace ya algunos años, que no estamos dispuestos a pasar por esta vida sin intentar dejar un mundo mejor a quienes vengan detrás. Que, aunque no lo creas, es un acto de justicia social. Un acto solidario entre iguales, donde el pueblo salva al pueblo; el donante salva al paciente.
Para acabar, voy a dejar por aquí, para que lo leas, una cita. Te invito a que la leas dos veces. La primera, tal cual está. La segunda, cambiando la palabra “militante” por “donante”. Y dime, cuando acabes, si no sientes el empuje para formar parte de esa cita y de lo que significa.
«¿Qué sería de este mundo sin militantes?, ¿Cómo sería la condición humana si no hubiera militantes? No porque los militantes sean perfectos, porque tengan siempre la razón, porque sean superhombres y no se equivoquen… No, no es eso.
Es que los militantes no vienen a buscar la suya, vienen a dejar el alma por un puñado de sueños. Porque, al fin y al cabo, el progreso de la condición humana requiere, inapelablemente, que exista gente que se sienta en el fondo feliz en gastar su vida al servicio del progreso humano. Porque ser militante no es cargar con una cruz de sacrificio, es vivir la gloria interior de luchar por la libertad en el sentido trascendente.»
Pepe Mújica, Expresidente de la República del Uruguay