La memoria del cariño

Tiempo de lectura: 5 min
La memoria del cariño (Imagen del film El diario de Noa)

La memoria del cariño (Imagen del film El diario de Noa)

Hoy se ha despertado un poco menos cansada. Aún no quiere abrir los ojos. Los mantiene cerrados intentando alargar un sueño del que ya solo recuerda una sensación de calma que se evapora. Es como esas veces que estás soñando algo y te gusta tanto que, cuando te das cuenta de que no es real, decides no darte por aludida ante la llamada del bostezo. Aprietas  los ojos, te envuelves en un ovillo e intentas alargarlo un poco más. Sabes que ya no será lo mismo, pero aun así lo intentas. Te engañas un poquito a sabiendas. Lo haces a propósito mientras la realidad va ocupando el espacio, que dice, le corresponde por derecho propio.

A veces  la vida es un poco así. Hacemos como si no existiera aquello que nos asusta y nos aferramos a lo que nos da seguridad, con lo que nos sentimos “a salvo”…En el fondo sabemos que algo falla, pero nos convencemos de que, si lo ignoramos, desaparecerá. Quizás sea porque cada vez somos más fóbicos al dolor y nos refugiamos en esas “zonas de confort” hechas a la medida de nuestros vértigos.

Recuerdo cuando a mi abuela, coja desde muy joven, y demasiado cansada de llevar el mundo a cuestas y mantener el equilibrio de cada paso al mismo tiempo, respondía siempre con una sonrisa:

¿Qué tal andamos Blanca? Bien hijo, para que vamos a decir que mal si nos van a pagar lo mismo…

 Con una resignación aprendida que, sin embargo,  no ocultaba sus ganas de lucharle a la vida. Yo la miraba con la misma sonrisa con la que ella contestaba y, aunque no la entendía demasiado, me divertía ver cómo enfrentaba este tipo de situaciones, tan habituales que ya las considerábamos normales.

Ahora que lo pienso, preguntarle ¿Qué tal andas? A una persona coja no deja de tener “su aquel”  y muestra como a veces utilizamos frases hechas sin pararnos a pensar en su literalidad. En este caso no era más que un formalismo más lleno de buena intención -o así lo entendía yo-  en el que quien preguntaba se sentía un poco mejor al descargar conciencia y quizás, también, ella misma engañaba un poco al dolor para olvidarse de tanta cojera, de tanta espalda doblada, de tantos dolores y de tanta vida a cuestas.

Recuerdo también las horas en la cocina,  sentado  a su lado sobre el brazo del sofá y apoyado en ella, viendo la tele juntos. No recuerdo mucho de lo que veíamos pero nunca olvidaré esa imagen. Recuerdo como, poco a poco, se podía levantar menos y primero las cachavas, luego las muletas,  servían de poco. Recuerdo mirar su mano temblando de párkinson y a ella sonreírme: ¿ves cómo baila? Y yo sonreír porque ella sonreía, y porque su mano bailaba  y eso era algo que no se veía en cualquier sitio. Recuerdo su voz temblando entre palabras mientras me contaba cuentos, “dichos”, refranes e historias de cuando, desde muy joven, se fue a servir a casa de unos “señores” en San Pedro de Soba.

También recuerdo como, poco a poco, me fui alejando; la edad, trabajo, los estudios, abandonar el pueblo. Y la recuerdo mirando a la calle, desde la ventana de la cocina, apoyada en el fogón, esperando verme pasar y golpear el cristal para que me acercara. Siempre envuelta en su sonrisa.

 

La memoria del cariño

Frente a los  itinerarios del Olvido,  La memoria del cariño…

 

La recuerdo, aún más incluso,  cuando ella empezó a no recordarme a mí. Cuando las manos bailaban tanto que ya no dejaban de moverse. Cuando la pierna dolía tanto que ya no había operación que la arreglara. Cuando ya era incapaz de levantarse del sofá y la llevaban en brazos a la cama. Recuerdo su mirada encontrándose con la mía, parándose por un instante antes de sonreír de nuevo. No siempre acertaba con mi nombre a la primera.  Al final ya solo lo repetía porque yo se lo decía  y un poco más al final ya solo era Silencio. Y su eterna sonrisa.

Recuerdo la última vez que me senté a su lado. Probablemente ya no me reconocía. Pero recuerdo su sonrisa al hablarla, al abrazarla, al preguntarla ¿Qué tal andas “buela”?…Y su sonrisa, siempre su sonrisa. La recuerdo aunque ella ya no me recordaba. O quizás sí, quizás exista otra forma de recordar. Esa memoria del cariño que acompaña a cada caricia, a cada mirada, a cada abrazo, a cada gesto. Esa memoria que no entiende de palabras o lugares,  pero sí de sensaciones, de sentimientos, de momentos compartidos. Esa geografía de las emociones donde nos encontramos cuando hemos olvidado todos los caminos de vuelta. Esa memoria que queda cuando creemos que ya no queda nada, cuando se han ido las palabras, los nombres, las caras. Y aparecemos desnudos, a lágrima viva.

Ese itinerario de una memoria construida con el cariño, al acostarte, al asearte, al cambiarte el pañal, al llorar juntas de ansiedad,  frustración y dolor compartidos, envueltos en esa  sonrisa que se aferraba a la vida. A esa memoria del cariño que no olvida, y que nos hace ser, entre otras cosas,  humanos.

Gracias “buela”…por todo.

Mostrar comentarios [2]

2 Comentarios

  • Marcela Galaz Velazquez
    29 de septiembre de 2016

    Que hermoso escrito , yo pase algo similar con mi abuela aunque ella no tuvo Alzheimer , perdio la vista y nos reconocia con tocarnos un brazo o una pierna murio a los 93 años , ahora mi hijo de 11 años esta viviendo la vejez de mi madre, su abuela con Alzheimer , ahora ya lo entiende pero le cuesta mucho aceptarlo, sufre porque ve deteriorarse a su abuela y se desespera porque no recuerda lo que le acaba de decir , pero le tiene paciencia , se traga la desesperacion mientras esta con ella y cuando ya estamos en casa llora , le digo que la enfermedad de su abuela es la oportunidad que tiene de devolverle todo el amor , cuidados y tiempo que ella le brindo cuando hace poco el era un bebe o un niño travieso al que ella disfruto tanto, le mostrare tu escrto para que le sirva de Consuelo saber que muchos pasan por lo que esta pasando el.

Los comentarios de esta noticia está cerrados.

  • Este espacio es para opinar sobre las noticias y artículos de El Faradio, para comentar, enriquecer y aportar claves para su análisis.
  • No es un espacio para el insulto y la confrontación.
  • El espacio y el tiempo de nuestros lectores son limitados. Respetáis a todos si tratáis de ser concisos y directos.
  • No es el lugar desde donde difundir publicidad ni noticias. Si tienes una historia o rumor que quieras que contrastemos, contacta con el autor de las informaciones por Twitter o envíanos un correo a info@emmedios.com, y nosotros lo verificaremos para poder publicarlo.