Poesía a la carpa…
Son espacios liberados donde al aire viaja sin ataduras, titiritero que da rienda suelta a las pasiones de corazón. Lugares donde se respira el latido del verso suelto, del verso ausente, del verso insumiso del verso SIEMPRE, del verso SIEMPRE.
Espacios en los que el arte no aparece, porque está, forma parte del ADN de cada suspiro, de cada mirada, de cada gesto, de cada palabra. Lugares que aparecen y desaparecen, pero que siempre están. Se levantan de la noche a la mañana para amanecer tras el último parpadeo que desvela el bostezo. Sobre esa vigilia del sueño en la que aún todo es posible. En la que la realidad aún duda sobre qué ponerse, y pinta su cuerpo de color UTOPÍA. De una utopía que se hace realidad.
A su alrededor manos que buscan manos, que aprenden a desaprender, que construyen, que acarician, que se desnudan en la magia de hacer de un puño ese espacio en blanco donde repensar cada línea de tu vida, por el que transitar senderos borrados por el vértigo de una historia empujada a ser inevitable.
Manos que se desnudan para ser el cuerpo del verbo y recitar caricias en verso, caricias que remueven cimientos, caricias que derriban murallas, caricias que aprietan el gatillo del verso hasta convertir el arte en un arma de destrucción masiva; de la indolencia, del desapego, y de esa maldita Indiferencia en la que mueres poco a poco, casi sin darte cuenta.
Vientres que paren preguntas, que alumbran geografías del todo es posible, para nacer de viejo tantas veces como sea necesario. Para morir de nuevo, tantas veces como sea necesario, Y cruzar el espejo tantas veces como cristales rotos en la ventana del tiempo. Y reescribir las fechas, y cambiar los calendarios, y darle tantas vueltas a la aguja del reloj que cada instante sea eterno. Que cada eternidad quepa en cada instante, en cada verso.
Porque es Poesía a la Carpa, el menú de Los Nadie. Para quienes saciados de todo sienten que algo les falta. De quienes con hambre de todo se devoran en cada palabra. Es el sabor de bocas secas por buscar esa palabra que siempre cuelga de la punta de la lengua. Es la pleamar de gargantas ahogadas en cuerdas vocales donde gritar Libertad. Donde hacer de cada Silencio la hoja en blanco que lo diga todo. Que dibuje esos detalles desapercibidos, que nadie ve porque el ruido se los come y los vomita en forma de prisa, de estrés, de liposucción, de centro comercial, de últimas oportunidades, de facturas sin pagar, de todo tiene un precio. De vida que va tan deprisa que no te da tiempo a vivirla, solo a malgastarla.
Son espacios donde el tiempo se toma un respiro para aferrarse a la vida y transitar la memoria del verso, de la emoción olvidada, del lenguaje perdido, del “no todo vale”. Y en él habitan traductoras de lenguas muertas, intérpretes del salto al vacío, del vuelo sin alas, del valor de las cosas. Son transeúntes de caminos borrados, de senderos desconocidos, de cunetas cubiertas de Olvido. Son lo que pudo haber sido y aún quiere ser. Lo que nunca ha dejado de ser pero creíamos perdido. Son esa parte de ti que se niega a rendirse. Son Realidad construida a golpe de sueños, de revolución cotidiana escrita con la letra pequeña de las personas normales y corrientes. De una normalidad que les hace excepcionales y de una corriente capaz de cambiar el curso del río. Una revolución que se recita de tantas maneras como el eco que las nombra. Que deja a su paso posos de poesía en cada mirada.
En palabras de la poeta Patricia Fernández: “Se montan carpas Se recita bajo los huesos de una ballena existe un lugar como La Vorágine para conversar y reencantarse. Vienen gentes que hablan nuestro idioma medular desde todos los rincones. Avanzamos con el latir intacto y en los ojos un día nuevo, una fuerza salvaje. Gritan: Debéis ansiar un nuevo coche, la juventud eterna, una piscina. Yo ansío mi vida, reconquistarla cada día frente al plástico, frente al miedo. Ansío encontrar las palabras que no me enseñaron para contar lo que no me dijeron (y existe).”
Y así vienen y van. Como la Vida. Y cuando están da la sensación de que siempre han estado, de que siempre han formado parte de ese paisaje cotidiano que te hace más fácil respirar, más difícil mirar a otro lado, más realista el soñar despierto. Son de esos lugares y personas que si no estuvieran los echarías de menos, porque te aprieta demasiado el nudo de la corbata, las costuras de la rutina, la sisa del que dirán.
Son arquitecturas invisibles levantadas a contra-piel de un asfalto que se pega como segunda piel. Que no siente por donde pisa, ni tampoco a quien. Son arquitecturas invisibles que te muestran las entrañas del Leviatán. Que se levantan contra las cárceles de una razón deshumanizadora capaz de construir sucursales bancarias donde antes vivía una familia desahuciada. Son el refugio de corazones de tinta, que dicen lo que piensan, que sangran lo que sienten. Que hacen de los sueños Realidad. Son, en esta ocasión, Olalla Castro, Marina Oroza, Ana Pérez Cañamares, Manuel Martín (Mymadder), Ángel Calle y Rio Muten. Todas ellas en torno a la batuta de la maestra de ceremonias Tatiana Perdiguero Oria.
Es poesía a la Carpa, el menú de Los Nadie.
Nota: Todo esto y mucho más tendrá lugar este sábado 22 de octubre a las 19:00 en la explanada de Gamazo y las entradas se pueden recoger en La Vorágine (Calle Cisneros, 15) hasta el mismo sábado por la mañana o en la misma carpa antes del espectáculo.