Decálogo para tratar con un usuario de silla de ruedas
La semana pasada, uno de los socios de El Faradio me hizo una pregunta para trasladársela al hombre que escribe en tercera persona del singular. Es la siguiente:
¿Cuándo y cómo se debe ofrecer ayuda a una persona con discapacidad para evitar actitudes paternalistas?
El hombre que escribe en tercera persona del singular descojonó en cuanto acabé de hacer la pregunta. Me dijo, literalmente: “¿Sólo las vamos a evitar a la hora de ofrecer ayuda, o extendemos el ámbito de acción? ¿Sólo se trata de evitar actitudes proteccionistas? Ay…”. Y a continuación me soltó: “¿Sabes qué? Déjame, que voy a hacer un…”
Decálogo para tratar con un usuario de silla de ruedas (USR en adelante)
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Nadie te obliga a decirnos nada.
Esto va en serio. En mi primer permiso de fin de semana en casa coincidí por la calle con una mujer a la que había visto contadas ocasiones en mi vida. Por una extraña razón parecía obligada a acercarse y lo único que atinó a decir después del “Hola” inicial fue: “Hay que ver cómo has crecido”. A ver, señora… que no me ha visto en 6 meses, que tengo 20 años y estoy sentado. ¿He crecido? ¿Sólo se te ha ocurrido eso? ¿En serio?
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Nadie te obliga a decirnos nada (borrachera extended version).
Noche de fin de año y el colega con quien menos hablas de la pandilla se te sienta al lado y empieza a soltar el discurso de la exaltación de la amistad “handicaped version”. Es decir, empieza con el rollo de que “yo te admiro mucho”, “que tienes mucha fuerza de voluntad”, “yo en tu situación no sé qué habría hecho”… Tío. Ya lo tenemos complicado para follar, pues una noche que se abren las posibilidades no te me pegues como una lapa y me sueltes todo esto, cabrón.
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Siéntate para hablar con nosotros.
Si algo ha hecho bien el colega borracho es sentarse. A no ser que quieras provocarnos una lesión cervical (en mi caso sería la segunda), si pretendes hablar un buen rato con un USR ponte a su altura. Será mucho más cómodo para los dos.
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Si crees que tienes que ayudarnos, pregunta antes.
Puede que nos encuentres subiendo una rampa con dificultad o que nos veas intentando subir un bordillo una y otra vez. Puede parecer que necesitamos ayuda, pero también es probable que nos estemos poniendo a prueba. Imagínate que después de todo el esfuerzo que supone llegar a coronar el Tourmalet y falta de dos metros para llegar arriba, llega uno que te agarra por los mangos de la silla y suelta: “Veeeenga. Un empujoncito y ya está”. Pues eso. Como si te hubiera llamado caraanchoa.
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Pregunta también cómo puedes ayudar.
El sentido común nos dice que si hay un tío en el suelo y una silla de ruedas volcada al lado, lo más probable es que ese individuo necesite ayuda. En lugar de agarrarlo por debajo de los sobacos e intentar subirlo a la silla, es necesario preguntar. Esa persona, probablemente, se habrá caído más veces y querrá evaluar cómo están puestas sus piernas y si están alineadas con su cadera antes de hacer ninguna otra maniobra. Pregunta y, sobretodo, hazle caso. Y si no contesta, llama al 112.
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Oye, camarero. Que yo existo.
Es cierto que los USRs tenemos menos problema con eso, pero las personas invidentes o con alguna discapacidad intelectual suelen ser ignoradas a la hora de tomarles nota en un restaurante o al entrar en una tienda. Si esa persona no puede comunicarse por su cuenta, deja que te lo diga su acompañante.
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Deja de sentirte culpable si se te escapa preguntarme “¿Qué tal andas?”
Porque son frases hechas. Puedes hacerlo. Es más: si cambias tus muletillas y frases habituales porque hablas conmigo sentiré que me tratas diferente, y eso no es lo que queremos. ¡Ah! Y si sientes la necesidad de disculparte después de soltar esa frase, no me digas “lo siento”. Te arriesgas a escuchar un “No. Déjalo de pie mientras pueda”.
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No todos jugamos a baloncesto.
Últimamente se ha dado más visibilidad a los deportes adaptados, pero hace unos años solo se relacionaba a los USRs deportistas con el baloncesto. Y no. Practicamos atletismo (tanto carreras como lanzamientos), rugby, tenis, esquí, esgrima… hasta hockey sobre hielo. Incluso lo que Aaron Fotheringham llama WCMX (BMX en silla de ruedas).
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No somos “pobrecitos” ni “angelitos”.
¿Que seremos más dependientes? Puede. ¿Que tenemos y tendremos más dificultades en la vida que otras personas sin ninguna problemática añadida? Seguramente. Pero nunca trates a un USR con ese paternalismo. Al fin y al cabo implica superioridad, y solo soléis estar por encima de nosotros cuando os ponéis de pie.
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No somos el guardarropía de la discoteca.
Una cosa es que nos ofrezcamos amablemente para transportar el bolso mientras nos ayudáis a avanzar con la silla por la calle, y otra diferente que nos colguéis de los mangos de la silla los abrigos (y me refiero a ambos sexos). ¡Ah! Tampoco os apoyéis en ellos como si fuéramos una extensión de la barra del bar. No somos mobiliario. Nos movemos. Y en ese momento somos tu único punto de apoyo. Recuerda: no somos angelitos 😉
Bonus track
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Puede que esté equivocado.
Los 10 puntos anteriores a los que he hecho referencia, con algo de humor, son los que yo considero importantes. Pero también puedes encontrarte con que alguien te impida que le preguntes qué quiere comer a una persona con síndrome de Down porque no le permiten decidir, o que recrimine que no le has ayudado cuando “a todas luces” se veía que lo necesitaba. Hay gente borde en todos sitios. Y algunos también son USRs.