Un dilema oculto en política: lealtad o idoneidad
Eduardo San José Requejo es politólogo. Director de SyM Consulting y responsable del Fotómetro ||
A principios de la década de los 90, derroteros profesionales me llevaron a trabajar una temporada en la Cuba de Fidel Castro, estábamos haciendo estudios de mercado para una importante empresa hotelera española. Para que se ubiquen correctamente, Cuba estaba en pleno “período especial” que no era otra cosa que el derrumbe socioeconómico provocado por la caída de la Unión Soviética con las consiguientes consecuencias para un país como Cuba en el que las relaciones económicas con Rusia eran el pilar de su economía. Una situación que como pueden ustedes imaginar para un politólogo significaba un escenario social de privilegio para tratar de conocer y analizar un poco el sistema económico, social y político de Cuba.
Sin embargo cada vez que aterrizaba en Cuba, el Ministerio de Turismo tenía la gentileza de poner a mi disposición un vehículo con conductor. Pronto descubrí que además de llevarme y traerme en un país con problemas de movilidad, cumplía funciones de escolta/espía. Su principal función era evitar que pudiera relacionarme con la sociedad, justamente lo que más me interesaba profesionalmente. En las largas conversaciones que tuve con mi chofer hablábamos de casi todo pero cuando planteaba algo relacionado con el sistema político en la conversación su nerviosismo se hacía patente. Una de las cuestiones que siempre voy a recordar es cuando me interesé por su opinión sobre la pluralidad de partidos en el país y su respuesta fue “si tenemos el mejor partido político para qué queremos más”.
Hace unas semanas un partido político en Melilla anunciaba su Congreso para el fin de semana próximo y la apertura del plazo de presentación de avales para poder ser candidato a presidir el partido. Nada nuevo que no haya sucedido en el resto de España, excepto por un pequeño detalle: sin tenerlo previsto un segundo candidato anunció su intención de presentar su candidatura y poner en cuestión al candidato oficial y único previsto. Inmediatamente se produjo una avalancha de cuestionamientos sobre esa candidatura a la par que unos apoyos incondicionales de varios militantes de ese partido en las redes sociales. El argumento fundamentalmente era el mismo que el de mi chofer cubano. ¿Si tenemos al mejor candidato para qué cambiar? Ni se plantean escuchar propuestas, ni mucho menos permitir que pueda presentar sus propuestas al partido. Esta situación me hizo recordar mi periplo cubano.
Profundizando un poco en este tema no es difícil concluir que el liderazgo de un partido implica para el líder la posibilidad de decidir el futuro personal de muchos militantes. Es decir, si eres un cargo público o aspiras a serlo equivocarse de candidato a la hora de mostrar tus apoyos implica que puedes quedarte fuera del cargo al que aspiras o que ya tienes.
El electorado debe saber que el sistema democrático de partidos, aún siendo uno de los mejores sistemas políticos, no es perfecto. Los partidos son los que eligen a los gobernantes en un proceso no demasiado democrático como estamos viendo, los votantes nos limitamos a ratificar o no el menú propuesto previamente. Pero lo que nunca decidimos los votantes es lo que lleva detrás esa elección ya que dependiendo del ámbito electoral el número de cargos nombrados posteriormente por decreto (cargos ocultos del menú) por el candidato en cuestión o su entorno son cientos o miles. El criterio desde luego no es la idoneidad para el cargo, sino la lealtad hacia el que te nombró, ellos lo llaman confianza. Dicho lo cual, no hace falta que seas un buen gestor, ni un excelente profesional en tu área, basta que no te equivoques en tu posicionamiento y apoyos en el Congreso del partido.
En el Fotómetro del mes de Marzo hemos incluido una serie de preguntas relacionadas con la regeneración democrática tan en boga en la actualidad, pero en este caso en Melilla. No hablamos de corrupción, que ya se encargarán los jueces de dilucidar, sino de esa otra regeneración necesaria para recuperar la confianza ciudadana en la política y sobre todo en los políticos.
Aspectos como la limitación de mandatos, la incompatibilidad de Presidente de la Ciudad o las remuneraciones de los cargos públicos, electos o no, nos ofrecen un esclarecedor panorama de la opinión que tienen los electores sobre estos asuntos y ponen en evidencia la distancia existente entre nuestros representantes y los representados.
Regeneración que debería ser la principal preocupación de los partidos ya que, de no ser así, no es extraño el cuestionamiento cada vez mayor y más peligroso de su papel social y constitucional como principales actores de participación política de la sociedad.