15-M

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Ni son un movimiento sin referentes o antecedentes; ni una respuesta espontánea destinada a desaparecer como una bengala en el aire; ni meros novatos o ingenuos de la política; ni un caos indiferenciado y heterogéneo de descontentos a los que lo único que les une es el agravio individual del momento, contra el paro juvenil o contra el desahucio

Con esta aclaración de intenciones comenzaba, la periodista y escritora, Pepa Roma el prólogo del libro “Descontento social y la Generación IN” donde el sociólogo Luis Ruiz Aja, el experto en Nuevas Tecnologías Florián Manuel Pérez Sánchez y la investigadora y profesora universitaria  Teresa María Gómez-Pastrana Jimeno analizaban, desde diferentes puntos de vista, el fenómeno de los Indignados.

Un intento de dotar de un marco analítico, histórico y explicativo a las diferentes movilizaciones que en Mayo de 2011 sacaron a la calle a miles de personas desconcertando tanto a la clase política, como a las viejas instituciones públicas o privados y a  medios de comunicación que, en un principio, parecían incapaces de entender sus motivaciones y el alcance de sus propuestas.

La reacción de una generación a los problemas de su generación. Un hartazgo común, que “hacía camino al andar”, de diferentes formas de entender y articular esa Indignación compartida, quizás porque cada una de ellas veía en el denominado 15M la expresión de sus propias inquietudes y el altavoz de sus propias reivindicaciones.  El hecho mismo del nombre, 15M, que obedecía simplemente a la fecha de comienzo de la acampada en la plaza Sol de Madrid, nos muestra por un lado la necesidad de etiquetar una realidad que, en sus inicios, parecía difícil de ubicar dentro de las formas convencionales de entender la movilización política y la acción social.

Y que, por el otro, huía precisamente de esas etiquetas porque, en muchos casos, las considerabas insuficientes para entender, explicar y dar respuesta a esa realidad sobre la que operaba ese descontento.

Sin, embargo, como menciona Luis Ruiz Aja en su apartado,  el 15M no nacía de la nada, sino que formaba parte de “las formas e ideas de actuar que se transmiten de un movimiento a otro, ilustra enormemente cómo nada muere, buena parte de las ideas fundamentales permanecen y se transmiten  de generación en generación, de un movimiento a otro hasta llegar al 15M”.

 

El 15M de «Los Cualquiera»

 

De ahí que sea, hasta cierto punto, lógico esa liquidez y emocionalidad de la que nos hablaba Baumann a la hora de intentar abordar el 15M. Al igual que aquella fragilidad  con la que cierta izquierda entendía a quienes, por entonces, parecían no encajar, del todo, en un tipo de discurso, narrativa y fetichismo de símbolos y fórmulas  organizativas.

Pero, al igual que la Indignación compartida, esa aparente “indefinición” era otro de sus agregadores. Un espacio común compartido y ocupado por “diferentes” que buscaba articular esa “diferencia” de una forma distinta, radicalmente democrática. Como nos dice Pepa Roma:

cada movilización, cada acción, cada movimiento va sumando, y entre las grandes aportaciones del 15M está su poder de traspasar y llegar a los sectores más diversos de la población con lemas (…) en los que todo el mundo podía reconocerse. Así en lo que ha sido considerado una de las debilidades del 15M, sus consignas y planteamientos tan elementales, acaso esté también una de sus fortalezas”

Un intento de “universalizar las capacidades de cualquiera”, dentro del concepto de democracia del que nos habla el filósofo francés Jacques Ranciere. De ese “universalismo emancipador” que una acción concreta posee. En la que, al reivindicarla, partimos de nuestras circunstancias, pero necesitamos apelar a un principio mayor que la legitime frente a quien nos la niega. Así las plataformas Anti desahucios partían de situaciones individuales que, para ser solucionadas, apelaban a esos derechos que iban más allá del caso concreto: “Sí yo tengo derecho a una vivienda digna, ¿Cómo negarle este derecho a ese “cualquiera” que también soy yo? Si  todos somos iguales ¿Por qué ponerle un candado a la frontera del refugiado? ¿Y al inmigrante? ¿En qué me diferencio de “Samuel”? ¿Mis derechos no son suyos también? ¿Y de todos los “Samuel”?

Si, como nos muestra  la entrevista “Universalizar las capacidades de cualquiera: entrevista con Jacques Rancière (Publicada en el nº 73-74 de la revista Archipiélago): “Un sujeto político es quien va más allá de reclamar su “parte” y cuestiona la misma distribución jerárquica de las partes y los lugares (lo que Rancière llama la “lógica de Policía”, opuesta a la política)”, el 15M es ejemplo de como la política crea casos de lo universal singularizado, concreto.

Y así, al rebelarnos desde nuestra cotidianidad nos enfrentábamos a la lógica deshumanizadora de un sistema que crea estas categorías que enfrenta lo particular con lo universal. Que nos impide ver al refugiado, al inmigrante, al excluido, como a un igual.

Ese “universalizar las capacidades de cualquiera”, presente en el 15M, nos mostró la oportunidad de dejar de ser espectadores, haciendo nuestros los derechos y las necesidades de tantos “otros”. Y sigue en colectivos por los derechos de los refugiados, en el asociacionismo vecinal, en las mareas de todos los colores.  En quienes estaban y en quienes llegan. En esos “Cualquiera”.

 

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