Basta ya de excusas. No más barreras a los refugiados

Tiempo de lectura: 5 min

Si comprender es imposible, conocer es necesario. Porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo. Las nuestras también. Por ello, meditar sobre lo que pasó es deber de todos”

Nos recuerda Primo Levi en una modernidad donde la sombra de Auswitch se aproxima como vertiginosa rapidez, dibujando los contornos de una esvástica con forma de campo de refugiados, de leyes que restringen libertades a cambio de garantizar una seguridad que no existe. Que nunca existió. Pero nos educamos en la cámara de gas de la certidumbre inventada, del trampantojo inoculado, de la ilusión vital que provoca el “asesinato de la real” en palabras del escritor y pensador francés Jean Braudillard.

Y volvemos la vista hacia Auswitch, como brújula que evite perdernos, otra  vez, en el vacío de sus cuerpos amontonados, de sus campos de exterminio, de su lógica deshumanizadora. Y nos perdimos en Sebrenica en el genocidio bosniomusulmán, durante el infierno de los Balcanes en 1995. Y nos perdimos en tantos lugares y conflictos olvidados que la brújula de Auswitch ha perdido el norte.  Y mientras intentamos explicar la naturaleza de lo inexplicable somos testigos de una realidad cada vez más difícil de explicar. Una realidad que nos habla de miles, de millones de personas en todo el mundo, huyendo de sus países para salvar sus vidas debido a conflictos armados, a neocolonialismo económico, a geoestrategias de muerte y saqueo donde ellos son sus primeras víctimas.

Sesenta y cinco millones de personas en todo el mundo. 1.259.265, solo en 2016,  trataron de encontrar refugio en Europa solicitando protección internacional, de las cuales solo 15.755 lo hicieron en España. El Mar Mediterráneo  convertido en el Mare Mortum que separa el pasado de un futuro que nunca llega, en la fosa común de una Europa que no se reconoce en el espejo de sus mitos fundacionales, quizás porque, como todo mito, intentó también ese “asesinato de lo real” olvidando que no hay nada más real que la persona colgada de un tejado por su condición sexual, que no hay nada más real que la familia mutilada bajo los escombros tras otro ataque selectivo, que no hay nada más real que el ataúd del fondo mar por no tener más opción que empeñar su vida a la suerte de poco más que un colchón hinchable. Que no hay nada más real que las miles de personas esperando en campos de (in) refugiados viendo como el tiempo lejos de curarlo todo, lo que hace es que nos acostumbremos a todo.

 

Basta Ya de excusas. No mas barreras. Queremos acoger Ya!

Que nuestras conciencias corran el riesgo de ser, otra vez obnubiladas y seducidas por discursos del odio. Porque cuando la conciencia exige respuestas necesitamos buscar excusas que justifiquen porqué no hacemos nada. Y así el el refugiado deja de serlo para convertirlo en una “amenaza terrorista”, o en  ese riesgo que no estamos dispuestos a correr si eso conlleva perder esa seguridad, de pompa de jabón apunto de explotar, en la que estamos suspendidos. Y olvidando, como dice Amin Maalouf en su prólogo de Identidades asesinas, que “lo que hace que yo sea yo, y no otro en ese estar entre lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Eso es justamente lo que define mi identidad”. Imponiéndose la uniformización identitaria como búnker donde refugiarnos del vacío de perder las certidumbres en las que nos educaron, donde refugiarnos de ese «otro»  fabricado a la medida de una esvástica en construcción.

Porque, como nos recuerda Maaluf “Por comodidad, englobamos bajo el mismo término a las gentes más distintas, y por comodidad también les atribuimos crímenes, acciones colectivas, opiniones colectivas: «los serbios han hecho una matanza…», «los ingleses han saqueado…», «los árabes se niegan…». Sin mayores problemas formulamos juicios como que tal o cual pueblo es «trabajador», «hábil» o «vago», «desconfiado» o «hipócrita», «orgulloso» o «terco», y a veces terminan convirtiéndose en convicciones profundas.” Y con ello olvidamos la complejidad oculta tras la etiqueta, y olvidamos reflexionar el porqué de la etiqueta, el precio a pagar por ella.

Y a golpe de noticia se va asociando su imagen al miedo, a la incertidumbre, hasta convertirlos en esas “vidas que no merecen ser vividas” de las que hablaban los nazis en el proceso de deshumanización que permitió a los verdugos la excusa moral del asesinato y, al resto, la “duda” para dejar de mirar, para mirar a otro lado, para normalizar la barbarie, para cerrar las puertas de su casa y no dejar entrar a nadie que amenazara su preciada y aprehendida seguridad. Y la amenaza venía en forma de judío, de gitano, de homosexual, de todo aquello que rompiera el ideal ario. De “chivo expiatorio” al que echarle la culpa. ¿Y ahora? ¿Viene en forma de persona refugiada?

En los últimos 17 años, 35.000 personas han perdido la vida en el Mar Mediterráneo, y solo desde 2016 lo han hecho casi 7.000. Todo ante la mirada obnubilada empeñada en ese “asesinato de lo real” y obviando una verdad desgarradora: estas muertes podrían haberse evitado si las personas hubiesen contado con vías legales y seguras para obtener protección. Este sábado 17 de Junio a las 12 hrs en el Ayuntamiento de Santander tenemos otra oportunidad de despertar, de no caer en el sueño profundo de otra nana del holocausto. De evitar el asesinato de lo real en forma de persona refugiada.

BASTA YA DE EXCUSAS. NO MAS BARRERAS.

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2 Comentarios

  • Isabel Tejerins
    13 de junio de 2017

    Un gran artículo. Riguroso y expresivo. La sensibilidad de la solidaridad. Gracias, poeta.

    • Jose Elizondo
      JOSE
      13 de junio de 2017

      Muchas gracias a ti Isabel, y un muy fuerte abrazo Isabel

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