Sus derechos son nuestros derechos: bienvenidas personas refugiadas y migrantes
||por MAR SANGRADOR, activista de PASAJE SEGURO y LIBRES (Asamblea Cántabra por las Libertades y contra la represión. Este sábado hay manifestación en Santander para criticar el incumplimiento de los compromisos de acogida||
El permanente goteo de muertes en el Mediterráneo es la muestra más palpable de la crueldad de las políticas migratorias y la constatación más evidente de la ausencia de voluntad política para resolver este drama. El rostro que presenta la UE es aterrador ; al mirarlo, cual si fuera el de Medusa, nos deja petrificados.
La política migratoria de la UE se está materializando en el endurecimiento de las leyes de asilo y extranjería, que se manifiesta en devoluciones en caliente, un fuerte control de los flujos migratorios y en el refuerzo y externalización de las fronteras. Sus consecuencias son más muertes en el Mediterráneo, apertura de rutas más largas y peligrosas, más muros y vallas, contratos multimillonarios para empresas de seguridad privadas para suministrar equipos de vigilancia y permisividad con las mafias que negocian a sus anchas con el sufrimiento humano.
Parece sacado de una película de terror. Resulta difícil digerir que esta UE que presumía de asentarse sobre la defensa de los derechos humanos esté llevando a cabo esta perversa y siniestra política.
La llamada “crisis de los refugiados” es en realidad una crisis de derechos, en la que nos estamos jugando el derecho a tener derechos.
No es casual que la UE adopte esta política criminal. Se busca desposeer de derechos a las personas migrantes y refugiadas, como hemos presenciado en primera persona con su exclusión de la sanidad pública en España, creando unos ciudadanos de segunda que facilite su explotación laboral. Con ello se fragmenta la ciudadanía, se la divide entre foráneos y autóctonos, creando un clima de guerra entre pobres, fomentando la competencia en el acceso a los recursos.
Su objetivo no es otro que el de naturalizar las políticas de austeridad creando un imaginario de escasez, un “no hay para todos”, pretendiendo que el malestar político se canalice no hacia los verdaderos responsable de la crisis sino hacia los eslabones más débiles, en este caso las personas migrantes y refugiadas.
Con la coartada de la lucha contra la amenaza terrorista, que está provocando una fuerte estigmatización de las personas migrantes y refugiadas, se están normalizando las leyes antiterroristas que suponen una fuerte restricción de los derechos y libertades públicas. Providenciales en este sentido son las declaraciones de Theresa May, tras los atentados de Manchester: “si las leyes de derechos humanos dificultan la lucha contra el terrorismo, cambiaremos esas leyes”.
Los ingredientes están servidos para presentar al migrante como una amenaza, que justifique este vaciamiento derechos y abone el terreno para el auge del discurso racista y xenófobo. Discurso que también opera como cortina de humo escondiendo a los verdaderos responsables de la crisis, las élites políticas y económicas que nos están esquilmando y empobreciendo en esta gigantesca estafa.
No querría acabar estas notas sin una especial mención a las mujeres que en este trayecto siniestro en la búsqueda de seguridad y mejora de condiciones de vidas, multiplican su grado de vulnerabilidad siendo objeto de las redes de trata de personas con fines de explotación sexual o laboral.
Según investigaciones llevadas a cabo por Amnistía Internacional, las mujeres y las niñas refugiadas sufren violencia, agresiones, explotación y acoso sexual en todas las etapas de su viaje, también en territorio europeo.
Además sufren ataques en los asentamientos donde tratan de subsistir, donde las situaciones de hacinamiento y falta de intimidad incrementan los riesgos de sufrir abusos. Muchos campamentos están sucios, con escasez de comida y las embarazadas reciben escasa atención médica. Es urgente incorporar medidas especiales de protección para las mujeres.
Defender los derechos humanos y desobedecer las políticas migratorias de la UE y del Gobierno de Rajoy es hoy una obligación moral. Oponernos a la división de la ciudadanía, a la lucha entre pobres, significa combatir las políticas neoliberales para conseguir un reparto equitativo y justo de los recursos. Debemos defender los derechos de los migrantes y refugiados porque sus derechos son nuestros derechos, los de cualquier ser humano por el hecho de serlo.