Honor y pleitesía al 28 de julio cántabro

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||por JUAN CARLOS IGLESIAS SAMPEDRO, inscrito en PODEMOS CANTABRIA||

Verbigracia de ilustres testas, preñadas de un grandilocuente afán por adquirir para esta región respeto y reconocimiento de lo propio, allá por 1.989 “deciden inventar” el Día de las Instituciones de Cantabria.

No sin vicisitudes más ligadas a la visión o a la miopía política del gobierno de turno, en 1.994 se decidió declararlo día festivo. Un auténtico impostaje cultural que una vez vaciado de contenido se ha equiparado a un mero y soso espectáculo en una bochornosa lobotomía colectiva.

Insondable resulta la comprensión de cómo se democratizó la necedad en los últimos años. Allí donde el dedo de la publicidad señala, pues allí que los infelices conocidos como ciudadanos van en manada para formar parte del ritual de la ignorancia compartida.

En el terreno de la identidad cultural, la historia juega un papel preponderante en la medida que nos permite conocer el transitar del hombre en el tiempo y en el espacio “el hombre es su yo y sus circunstancias”. Todo manejo cultural fuera de estas circunstancias se convierte pues en puro mercantilismo.

Se desprende de ello la necesidad de que nuestra propia identidad tenga referentes vitales y auténticos, que sea un producto social con el cual nos identificamos, por lo que proteger nuestro legado cultural, las enseñanzas que nos transmiten, es la más hermosa y valiosa herencia recibida de generaciones anteriores.

En pleno siglo XXI, en Cantabria, son legión las cántabras y los cántabros que se unen aún como en siglo XVI en una desigual lucha por desmantelar el yugo de la hegemonía de las redes clientelares que siguen desvirtuando una “aparente democracia” y que siguen ejerciendo un control acaparador de poder y riqueza.

Ya olvidados sus nombres por el paso de los siglos, fueron muchos los lugareños que dieron su más preciado tesoro, la propia vida para que hoy, nosotros sus descendientes pudiésemos gozar de paz, libertad y armonía.

No resulta pues extraño que se revuelvan en sus tumbas viendo el pastiche en que hemos convertido sus enseñanzas, su lucha, sus anhelos… ¡su herencia!

Si antaño mal soportaron al Marqués de Santillana, en la actualidad seguimos en la misma tesitura (y entre otros) tenemos el dudoso honor de ser el origen de la familia Botín, que con su pseudo- jardín histórico en Puente San Miguel amenaza el legítimo derecho a la propiedad privada, a la vez que nos priva del patrimonio vernáculo, con la anuencia y beneplácito de los gobiernos nacional, regional y local, que una vez ya sentados en el olimpo de la poltrona institucional, olvidan con presteza los compromisos adquiridos para con sus convecinos. Gobiernos conformados por eternos aspirantes a políticos de bien, que a todas luces confunden nuestras raíces históricas con pan y circo para el pueblo en un lastimoso derroche de recursos.

Vendrán y os dirán “Cantabria, me pone” pero no todos hablarán con la verdad, pues solo por sus hechos los conoceréis. Aspirantes a un hipotético futuro tramabus regional, creciendo cual otoñales setas ante nuestro diario devenir.

Invadirán la intimidad de nuestros hogares desde la pantalla de la televisión, nos contaran mil y una piruetas intentando vender su producto, emulando antiguos vendedores de feria en posesión del elixir que todo lo cura. Mientras, nosotros, seguiremos esperando eternamente la cita médica que no llega por las listas de espera, cerrarán las empresas que antaño proporcionaban trabajo y sustento a nuestras familias, las pensiones de nuestros ancianos serán cada vez más exiguas, seguiremos votando cada cuatro años en una “democracia participativa” donde las más elementales solicitudes son archivadas inexorablemente en el cajón del monstruo de la burocracia institucional.

Pero estamos muy contentos, tenemos un día feriado con un atractivo programa de actividades en Puente San Miguel para celebrar el Día de las Instituciones.

Un circo de tres pistas, un pastiche que nos aleja inexorablemente de nuestro verdadero bagaje cultural.

 

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