El Choque contra la Barbarie
¿Es ésta la mejor manera de entender el mundo en el cual vivimos?
¿Es prudente crear una imagen simplificada del mundo para más tarde ofrecérsela a militares y legisladores civiles como un medio para comprender este mundo y luego actuar en él?
¿Acaso no es ésta una forma de prolongar y aumentar los conflictos?
¿Qué hacer para minimizar el conflicto entre civilizaciones?
¿Deseamos el choque de civilizaciones?
¿Acaso éste no activa las pasiones y el impulso homicida nacionalista?
¿No deberíamos plantearnos por qué se hace este tipo de cosas?
¿Para comprender o para manipular?
¿Para mitigar el riesgo de conflicto o para agravarlo?
Con estas preguntas respondía el orientalista y activista palestino estadounidense Edward Said a Samuel Huntington y su teoría sobre el choque de civilizaciones que, como nos recuerda Said en “El mito del Choque de Civilizaciones”, no es de Huntington, sino que tiene sus antecedentes en The Roots of Muslim Rage (“Las raíces de la ira musulmana”) del también orientalista Bernard Lewis y en cuyo título, por otra parte, ya podemos intuir la visión que este autor posee sobre el tema. Una visión similar a la que el propio Huntington desarrolla en su ensayo convertido en el libro de cabecera de quienes encontraron en él la oportunidad perfecta para dotarse de un marco teórico que les permitiera trasladar los actores, conflictos y luchas de poder del s.XX al, quizás no tan nuevo, escenario internacional surgido tras la Guerra fría. De esta forma se cumpliría, otra vez, la máxima gatopardiana de cambiar algo para que todo siga igual. Porque hay algo que nunca cambia: Siempre pierden los mismos.
Acabada la historia como lucha de ideologías, que Francis Fukuyama teorizaba en su también conocido ensayo, Huntington le respondía que su choque de civilizaciones era capaz de llenar ese “vacío” y reordenar un tablero cuyas piezas en conflicto, hasta la fecha, habían sido las ideologías y los estados nación. Sin embargo, como se pregunta Said ¿Cuál es la finalidad de esta teoría? ¿No será, como el propio Said menciona, un Choque de la Ignorancia que no hace sino aumentar y prolongar los conflictos y el impulso homicida nacionalista?
Un rechazo construido desde la cotidianidad, desde el prejuicio estereotipado, desde la simplificación maniquea. Una forma de presentarnos al inmigrante, al refugiado, al extranjero, (preferiblemente pobre) como una amenaza, vestido con la imagen deformada de nuestros propios prejuicios. Una forma de alimentar esas “identidades refugio” en las que el miedo se inocula para transformarse en odio al diferente. Esos nacionalismos que dicen defenderse de un enemigo construido a la medida de su propio dogmatismo, de su propia intolerancia, de sus muros de concertinas, de sus amaneceres dorados, de sus tratados de la Vergüenza, de sus vallas del tarahal, de sus campos de (in) refugiados, de sus mercados de valores donde hay vidas que cada vez valen menos.
Y de esta manera recordamos el cadáver de Aylan ahogado en una playa de Turquía. Recordamos su cuerpo encogido por el sueño congelado de un mar que no hace distinciones. Recordamos sus pantaloncitos cortos, su camiseta roja. Ya no hace falta la foto, solo tenemos que cerrar los ojos para verlo. Y recordamos su rostro, porque ese día su rostro fue, una vez más, el de la vergüenza, el de la culpa, el de la historia. Porque ese día, muchos, nos dimos cuenta de que costaba, otro más, mirarnos a los ojos, al espejo. Volvimos a ver a todos los que antes que él ya estaban, a todos los que con él yacían en esa playa, en ese desierto, en esa frontera, en ese fondo del mar, en ese lugar hecho de tantos sin nombre que nos quedamos sin voz al pronunciarlo. Y quisimos decir basta ya; de la mano de quienes ya estaban, de quienes se incorporaban, de quienes se negaban a continuar siendo meros espectadores de una realidad con pantalla de plasma y oídos de coltán.
Pero volvió el fantasma del Terrorismo y con él su arma de destrucción masiva: La “duda” del “y si”. Y si fuera uno de ellos, Y si tras el velo esconde una bomba, y si bajo su abrigo esconde un arma, y si tras su rostro…Y así el maldito choque de civilizaciones se hace cotidiano, al alcance de una mano que duda ya en si mover un dedo. Y convertimos al migrante, al refugiado, a la víctima en culpable, en la representación de nuestro miedo, de nuestro “como yo no era…, no vinieron a por mí”, de nuestro maldito “y si”. Y volvemos a ahogar a Aylan, y a tantos como él, como antes, como siempre. Y, al hacerlo, el espejo se vuelve a romper en mil pedazos devolviéndonos la imagen deformada de una esvástica en construcción. Una esvástica que no necesita que apretemos el gatillo, que se conforma con que lo hagamos con el botón del mando a distancia. Con “la duda”, de que canal poner, como excusa perfecta para hacer del choque de civilizaciones algo tan real como los muros construidos a golpe de Indiferencia, de rechazo al diferente, de valores ilustrados cotizando en bolsa.
Porque no existe tal choque de civilizaciones, sino personas que se rebelan frente a la Barbarie: Como tú, como Yo.
Nota: Los días 14, 15 y 16 de Agosto se desarrollará, dentro de los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, el encuentro: Crisis de los refugiados: Conflicto, Migración y Respuesta Europea…
Porque si no “pensamos” los tiempos que vivimos otros lo harán, y actuarán, en nuestro nombre. Y la historia se repetirá…Y ya llegamos tarde…